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Desde la Bahía

Cristianismo y Semana Santa

Trescientos cincuenta y ocho viven en su soledad de hornacinas o altares, las imágenes que multitudinariamente hemos aclamado y aplaudido

Publicado: 02/04/2023 ·
17:08
· Actualizado: 02/04/2023 · 17:17
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Ya hace tiempo que el “cielo religioso” hispano no luce su “azul creyente”,  ni se deja atravesar por las áureas radiaciones solares que daban claridad y luz a su fe. El cristianismo inmerso en el mar progresista actual, se siente arrinconado por la corriente laica de sus aguas y se empieza a notar la ausencia de verdaderas fuerzas nadadoras en el mismo que le hicieran avanzar y su propia inepcia, le retrocede.  Decepcionante el crecimiento del mundo laico y ateo en la actualidad, sobrepasando el 40 por ciento de nuestra población y aún más entre las gentes mas jóvenes. Insultante el desprecio a la religión en las aulas y la vida social. No es exagerada la frase, porque todos sabemos que si en cualquier actividad profesional durante la vida, no te cesan en el trabajo pero te dejan ausente de responsabilidades y participación en el mismo, es haberte dado -como otras veces he dicho- patada y puerta.

La tradición como trasmisión idílica de costumbres de padres a hijos alcanza carácter de amor y deseo de continuidad, pero es cualidad que no debe andar sola porque acecha la monotonía y conviene que este acompañada por la necesidad de renovación y alerta espiritual que toda  creencia precisa para su superación diaria.
Quien crea que el ser humano ha alcanzado el cenit en su evolución, es que sufre “amaurosis intelectual”. Quizás esté en su época embrionaria. La inteligencia artificial que tanto nos sorprende y extasia solo es un reflejo muy sobresaliente de la inteligencia natural, que es la luz originaría y no la reflejada. El avance progresivo del conocimiento en Ciencias, Letras y Artes nos lleva a crear y creer en otras formas de vida y todas nuestras circunstancias han tenido que ir adaptándose a los cambios progresivos que originamos.

Si el ser humano es “malo o bueno” por naturaleza, no interesa en absoluto para establecer criterios o debatir tendencias. Lo que hay en cada momento de la vida, es lo que hay que analizar.  Y adaptar la experiencia, el saber y la tradición al presente que nos toca vivir y con el que podemos conformar un algoritmo de lo que debe ser el futuro más próximo. Semana Santa, sí, pero del año 2023.  Los medios de comunicación, pero sobre todo las redes sociales, están saturadas de artículos que afirman o niegan la existencia de los hechos que con ella queremos recordar y la realidad actual nos muestra estadísticamente como la creencia religiosa rueda como bola de nieve hacia la solitaria profundidad del abismo.

Es hora de preguntarse si la cristiandad de nuestra nación se está equivocando o al menos está -encapsulada en su empecinamiento- fuera de los márgenes por donde hoy día la vida transcurre. El año tiene cincuenta y dos semanas. La Semana Santa solo siete días. Trescientos cincuenta y ocho viven en su soledad de hornacinas o altares, las imágenes que multitudinariamente hemos aclamado y aplaudido. Basta darse en este tiempo un paseo por los solitarios templos para confirmarlo.

Esta Semana de Pasión recuerda solamente la tragedia en la que se vio sumida la naturaleza humana que el Hijo de Dios quiso tener en la tierra. Aunque parezca muy necio, quizás no sea esto lo más importante para atraer a las personas a la creencia cristiana. El dolor, el desprecio, la flagelación y la condena a muerte que la algarabía de la calle impuso al gobernante de aquel tiempo, se viven en la actualidad igualmente. Basta con conocer lo que en Ucrania están soportando desde los soldados, a las mujeres y niños, verdaderos santos inocentes. La resurrección para Dios que todo lo ha creado, darle la vida a un cuerpo es algo totalmente lógico. El espíritu no sufre variabilidad, Dios es infinito y eterno. Hay que incidir desde hoy mismo en lo más importante de la enseñanza que en tres años de vida pública Jesús explicó. Nuestra fe está puesta en una religión de parábolas y comportamiento, de alegría y libertad.  Nunca seremos más libres que cuando amemos al prójimo como si de nosotros mismos se tratase, pero no en la forma de solidaridad que los gobiernos y política actual proponen, que solo sirve para los atados a su misma cuerda, sino bajo el amor al creador sobre todas las cosas. La cruz es el símbolo del cristiano y debe seguir siéndolo. La Semana Santa, tal como la celebramos, es un festejo pregonable que responde a una tradición piadosa con mezcla de tambores, trompetas, cera, pértigas, carga e imágenes que congrega masas y debe continuar. Pero la tragedia es el prólogo, la resurrección, el epílogo y el texto -de los evangelios- el que contiene la verdad que nos puede llevar a ese punto de felicidad que todo queremos conseguir.

Cuanto más y mejor sea nuestro comportamiento, bondad y justicia en relación con los demás, más claramente veremos resucitar al cristianismo y a Dios. Y debemos hacerlo, sin sangre derramada, de forma incruenta, con alegría y alborozo, sin algarabía, ni armas, para así poder erradicar esos crímenes que la locura humana permite y justifica, bien porque ocurren en el curso de una guerra o en una algarada, influenciada por el odio hacia quien solo habló de amor.

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