Sí, estoy de acuerdo cuando se dice que en el momento presente todo parece indicar que las personas discapacitadas, aunque tengan reducida su calidad de vida, no obstante, están en uno de los mejores momentos de la historia… Sí, pero la realidad es muy diferente a pesar, incluso, de que el avance continuo de las tecnologías les ha mejorado notablemente su adaptación al medio físico natural y al entorno laboral (¿). Sí –leo- a pesar de que, por otro lado, han aparecido leyes que incluyen discriminación positiva y que facilitan su inserción y que compensan la palmaria desigualdad, lo que les permite equilibrarse con los otros ciudadanos. La búsqueda del equilibrio del ser humano con el entorno natural hizo nacer la ciencia y, con el social, hizo nacer la política.
Sí, ahí quería llegar antes de entrar de lleno en el problema, porque son los políticos los que presuntamente miran para otro lado y no solo distorsionan esas leyes que teóricamente pueden atenuar los grados de incapacidad y, sobre todo lo relacionado con la movilidad, algo que me obsesiona después de toda una vida -80 años- aferrado a sendos bastones y, a partir de mi jubilación, sentado en una scooter eléctrica homologada -eso sí- que me permite gozar de elevadas dosis –repito- de movilidad. Las cosas así, me imagino que tanta insolidaridad con el problema -que continúa en medio de la indiferencia de los políticos- sean precisamente los organismos públicos y/o oficiales los que más están infringiendo, sobre todo, la ley para la supresión de barreras arquitectónicas…
Sí, fíjense en las diferencias de un ayuntamiento que por un lado financia la construcción de ascensores -dos- en la barriada de la Hispanidad y un ayuntamiento que protagoniza a estas alturas un desencuentro con la Junta de Andalucía por algo tan importante como la Ciudad de la Justicia. Sí, que precisamente solo dispone en el ‘Palacio Municipal’ de un ascensor para tres-cuatro personas y a pesar de disponer de un patio en el que se podría habilitar un ascensor vanguardista y acorde con su entorno como alternativa. No digamos del Palacio de Justicia. Y de los distintos centros de salud, y uno de ellos -la Casa del Mar- que se lo ha prestado el Estado a la Junta de Andalucía. Sí, sí, aberraciones, por muy dura que sea la reflexión o simplemente la frase.
Las cosas así, ante la próxima construcción de un nuevo centro de salud -a menos de un kilometro de la Casa del Mar- para sustituir al anacrónico y desvencijado centro de salud del Molino de la Vega. Sí, cuando la realidad es que ese centro debería absorber al de la Casa del Mar, cuyo ascensor deja pero que mucho que desear y me reservo comentario particular al respecto que lo demuestra. La propuesta llega tarde, pero sería más que alarmante, aterrador y aberrante que a ese ascensor y/o ascensores no pudiese acceder una scooter homologada, que incluso ha satisfecho un IVA del 21%. Sí, que me gustaría ver sobre planos las características del aparato o aparatos elevadores de que va a ser dotado, ahora que todo está en manos de quienes han planificado el proyecto e igual que ha sucedido, no hace más de un año, con los ascensores del centro de salud del desaparecido estadio municipal. Sí, con la ley o leyes para la supresión de barreras arquitectónicas eso clamaría por uno o varios ¿tirones de orejas? Sí, como suena y se escribe, y más que un atentado hacia estos casos de movilidad reducida. Decía al principio que “ciencia y política serán las que conducirán a estas personas a la libertad”. Pero ¿cuándo?... Otro día, más.