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Acento andaluz

Las miserias de las campañas electorales

Hace años, recordé la advertencia que me trasladó un veterano periodista días antes de vivir mi primera campaña electoral como plumilla: “No me gustan las..."

Publicado: 21/05/2023 ·
19:11
· Actualizado: 21/05/2023 · 19:11
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  • Emitiendo el voto. -
Autor

Fernando Pérez Monguió

Presentador de 'Acento Andaluz' en 7 Televisión y jefe de informativos de la Cadena SER Andalucía

Acento andaluz

Fernando Pérez Monguió analiza en este espacio la actualidad andaluza, con fibra progresista y corazón social

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Hace años, recordé la advertencia que me trasladó un veterano periodista días antes de vivir mi primera campaña electoral como plumilla: “No me gustan las elecciones porque los políticos se ponen muy nerviosos”. Transcurridas más de dos décadas, no hay precampaña o campaña en la que no me acuerde de esas palabras llenas de realidad, especialmente cuando les observo haciendo cosas extrañas. Para pedir el voto, muchos se desinhiben hasta extremos ridículos y nos demuestran que saben contar chistes, cantar, bailar o empatizar como si fueran el mejor humorista, artista, relaciones públicas o psicólogo. Buscan el minuto de oro, el zapping más visto, la fotografía más llamativa… todo vale con tal de captar la atención y el plácet del votante.

Deberíamos perdonar el umbral tan elevado que tienen la mayoría de los políticos para coquetear con un sentido del ridículo infinito, pero no así que el programa y los compromisos pasan a segundo término y, muy especialmente, que los candidatos se agarren a conductas indignas y miserables como regalar el oído a diestro y siniestro a sabiendas que juegan con ilusiones que no podrán cumplir y que abusan del populismo y la demagogia para desgastar inmisericordemente al adversario. Así las cosas, esta campaña no está siendo diferente a las precedentes en ese sentido: las descalificaciones abundan, las acusaciones gruesas se cruzan en un apocalíptico campo de batalla, los debates se convierten en habitaciones tóxicas llenas de humo, y la mentira se impone a la verdad sin tiempo al contraste.

Con todo, al político o al candidato hay que entenderlo en elecciones, como al futbolista a miles de revoluciones en medio de un partido. Su futuro profesional o personal depende de unas semanas en las que viven en un estado peligroso de sobreexcitación y estrés. Por ello, hay que disculparlos en muchos de sus comportamientos. Son personas como los ciudadanos que pueden elegirlos, con sus mismos miedos e interrogantes sobre su futuro más inmediato.

Todo es perdonable o casi todo. Merecen redimir sus mandobles dialécticos y su actitud impía estas semanas. Merecen que las perlas de campaña sean tan efímeras en nuestra memoria como el escaso tiempo que dedicaron a reflexionar sobre el impacto o el daño de sus palabras. Terminan las elecciones y con el escrutinio pasan a ser historia las ciénagas rebosantes de miserias sobre las que se deslizaron, como revivir a ETA cada vez que hay urnas en el calendario.  

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