Hay frases en torno a un mismo asunto entre las que suele abrirse un abismo. Por ejemplo, entre “haz lo que tengas que hacer, Pedro” y “primero, lealtad a mi país, después, mi partido”. La primera la pronunció hace unos días un dirigente socialista gallego en un mitin junto al presidente en funciones; la segunda, Felipe González en un acto junto a Alfonso Guerra. Las dos me parecen igual de respetables, pero solo presto consideración a la del expresidente, ya que se enmarca en un único contexto; la otra, lo mismo te vale para un episodio de Los Soprano, para un libro de autoayuda, para un consejo de amigo o para mantenerte en el poder a toda costa, que hay muchas bocas que alimentar: por tu madre, “haz lo que tengas que hacer, Pedro”.
Y el contexto no es otro que el de la defensa de nuestro Estado de Derecho, de nuestra base constitucional, de la conquista de una democracia ahora sometida al regateo y al driblin de una artificiosa necesidad: construir un gobierno “progresista”, pero apoyado en fuerzas nacionalistas conservadoras y representantes fugados de la justicia. Como citaba el torero Juan Belmonte, hay veces en las que la única forma de progresar es degenerando.
Entiendo que en el PP deben estar encantadísimos con las declaraciones de Felipe -y también de Guerra-, que les hace el juego y le sirven de coartada, pero que en el fondo retratan la decencia y la honorabilidad de los históricos dirigentes socialistas, experimentados en el ámbito del saber perder, algo que, por ejemplo, sigue sin llegar a asimilar un tipo tan tenebroso como José María Aznar, instalado en una ínfula imperecedera y convencido de la necesidad de seguir dando lecciones de todo a los demás.
Y entiendo asimismo el mosqueo, la incomprensión y las maledicencias con que se han despachado voces del PSOE contra sus hasta hace poco adoradas referencias cesáreas -el hooliganismo de los partidos es igual de insoportable que el de los equipos de fútbol-, entre otras cosas porque eso es algo que no van a encontrar en el adversario, pero eso mismo es lo que sitúa a Felipe y Guerra por encima de todos los demás, lo que ennoblece su discurso entre tanta basura y degeneración, entre tanto mediocre con cartera o puesto de asesor, por mucho que hayan servido en bandeja de plata al PP el relato de cara a una fallida investidura que volverá a ser el eco de su triste victoria en las urnas.
Feijóo, mientras tanto, aprovecha para quemar sus naves. Ha lanzado a sus barones -Moreno el primero- a alentar el transfuguismo entre los diputados socialistas, a “mirar en su interior”, como le rogaba John Turturro a Gabriel Byrne en Muerte entre las flores, a la espera de un milagro que, como mucho, pasa por la repetición electoral. Y también a sus alcaldes y alcaldesas para que pinten de rojo la cara a la oposición, ahora que se cumplen cien días de mandato municipal.
Es en este ámbito en el que ha emergido en la provincia la figura de la siempre muy “disciplinada” María José García-Pelayo, premiada por el líder del PP con la presidencia de la Federación Española de Municipios y Provincias tras su doble victoria en las urnas: en las municipales y en las generales -alcaldesa y senadora-. Contaba el viernes El Mundo, antes de que el dedo de Feijóo apuntara a Pelayo, que las tres candidatas con más opciones al cargo -tenía claro que iba a ser una mujer- eran las alcaldesas de Zaragoza, Valencia y Santander. Sin embargo, en un inesperado giro de guion, terminó decantándose por la de Jerez y, de paso, por Andalucía; toda una declaración de intenciones.
En la provincia, estos cien primeros días han servido asimismo para comprobar que la triple alianza entre la Diputación, la Junta y los grandes ayuntamientos (Cádiz, Jerez, Algeciras, El Puerto y, ¡oh!, La Línea) va a marcar la pauta durante los próximos años. Un escenario inédito hasta ahora -el PP coincidiendo al frente de las tres administraciones- y en el que durante 1.360 días pondrán a prueba la efectividad o no de su gestión. También son 1.360 noches, que pueden hacérseles muy largas a la oposición, distraída aún con el debate nacional.