En las tertulias y artículos dedicados al cine español, conmemorado la semana pasada, se rescató el oficio del sereno, encarnado por los inolvidables Valentín Tornos, Xan das Bolas y Venancio Muro entre otros, actores con una larga carrera como secundarios de las que nunca se desprendió el aura cómplice y servicial de la figura del vigilante nocturno con gorra y chuzo en la mano.
La historia de este oficio es tan interesante como curiosa resulta la tenencia de las llaves de los portales por su gran tamaño, portales que debían abrirse de noche o de madrugada, porque durante el día permanecían abiertos. Eran tiempos con una densidad de población menor y costumbres tradicionales y arraigadas.Por eso,es necesario sacar su figura del contexto para modernizarla empezando por su denominación, ya que los serenos pasan a llamarse agentes cívicos nocturnos y empezarán a caminar por las calles de Sevilla antes de Navidad. Esta iniciativa lleva tiempo en otros lugares de nuestra piel de toro, si bien será la primera en Andalucía desde que sus pasos callaron por las calles con el empequeñecimiento de las cerraduras y la instalación delos porteros automáticos.
Nadie diría que ha pasado casi medio siglo y si hasta entonces fueron pasto de la noche, metafóricamente hablando, una vez conocido su regreso las dudas resultan inquietantes. No hay comparación y, sin embargo, el peligro es latente, el mismo de antes, aunque se trate de una prueba piloto que comenzará el día de la festividad de la virgen de la Esperanza. Entre las once de la noche y las seis de la mañana una pareja mixta recorrerá el centro histórico de Sevilla, afanados en suavizar las peloteras, los roces, las diferencias, las zapatiestas, en suma, para detectar los problemas que los excesos, la euforia y el ruido puedan ocasionar, contribuyendo a la sensación de tranquilidad de los vecinos. Pero los comentarios generan dudas e incertidumbre por cuanto evoca la oscuridad, no solo por el aumento de la población, sino por el sector turístico irrespetuoso, incívico y menor, afortunadamente. Sin embargo, no todo es sociabilidad y ocio. Contaremos con su inestimable ayuda para asistir a un herido tras una caída fortuita, para facilitar una dirección a alguien desorientado o avisar ante un acto vandálico.
Estos nueve meses de prueba, quizás, gestarán un cuerpo de seguridad con mayor inmediatez, cuyos integrantes conservarán el aire misterioso que les confiere el hecho de madrugar el domingo a las siete de la tarde, afeitarse (o depilarse) debajo de la luna. (Del poema El sereno, de Gloria Fuertes).