Se dice que “cuando el hombre de Neanderthal horneó el pan, se tornó civilizado”. La harina fue el principal ingrediente desde tiempos remotos, ya que sus granos se cultivaban desde el año 10.000 a. C. en el valle de río Tigris en Asiria y Mesopotamia. La muestra más antigua de su uso es una torta que data del año 2800 a. C. y se encuentra expuesta en un museo de Suiza, conocida como “torta de Corcelles”.
En sus comienzos, según los científicos, el pan podría ser una mezcla de granos de cereal, molidos sobre una piedra y algo humedecidos. El casual acercamiento de esta apelmazada masa al fuego o su exposición al sol sobre una piedra, pudo ser la primera experiencia del pan para adquirir una consistencia sólida y más fácilmente comestible, lo que le transformaría en el primer pan primitivo.
Este popular alimento es conocido desde el siglo XX a. C. entre los egipcios, quienes, devotos del pan, recibieron en la Antigüedad Clásica el nombre de “comedores de pan”. Con frecuencia era más que un alimento y se llegaba a pagar un salario o jornal de un campesino con un cierto número de panes y cerveza (tres panes y dos cántaros de cerveza).
Parece que en Egipto se inició también la costumbre de dejar germinar el cereal y, posteriormente, secar ligeramente el grano antes de molerlo, lo que resultaba un método más refinado de elaboración que dio origen a las primeras fermentaciones que ‘levan’ el pan y proporcionan un sabor más agradable.
Los viajes del pan por el mundo
Con los viajes de los primeros pueblos nómadas por Oriente, se dio a conocer la elaboración de esta masa que saciaba el hambre y aportaba los carbohidratos necesarios para el organismo, hasta llegar a convertirse para muchas culturas en base de alimentación imprescindible, debido a su fácil almacenamiento y su conservación.
El pan llegó hasta Europa recalando con enorme éxito en Italia donde la fama de los maestros panaderos se extendió, sobre todo, a Francia y Gran Bretaña, desde donde eran contratados por los señores de la nobleza para trabajar en sus mansiones elaborando el pan familiar.
Sin embargo, ya desde la Antigüedad, las diferentes culturas han ido tratando los cereales disponibles en la zona de múltiples maneras, consiguiendo distintos sabores y texturas, hasta obtener exóticos y sabrosos panes que se consumen actualmente en cada país y continente. En Europa y parte de África, el trigo y el resto de cereales son los componentes del pan; en América, el cereal más frecuente para su elaboración es el maíz, así como el arroz en Asia.
Otros pueblos del norte de Europa elaboraban panes planos no levados (sin levadura), como el ‘lefse’ de los vikingos, que hoy en día resulta muy popular entre los países escandinavos.
Clasismo en razón del color de la miga
También socialmente el pan ha sido, desde la Edad Media y hasta alrededor de hace un siglo, causa de clasismo entre la población, que consideraba distinguirse en función del color de la miga del pan. Mientras, los panes de centeno, cebada o avena, de miga más oscura, se asociaban con las clases menos favorecidas, los consumidores de pan de harina de trigo, de miga blanca, pertenecían a las clases altas.
Ya en el siglo XVIII, el pan en Europa se convirtió en uno de los alimentos que acapararon más la atención entre chefs y nutricionistas que pretendían elaborar la receta más original, más sabrosa, saludable y refinada, dando rienda suelta a su imaginación y potenciando su popularidad. Así, uno de los primeros nutricionistas, el francés Antoine Augustin Parmentier (1737-1813), llegó a afirmar que: “la salud de una nación puede medirse por la calidad de la harina”.
Ranking de los panes del mundo
En la actualidad, los panes más vendidos en el mundo son:
El pan de molde en primer lugar. Muy similar al pan normal. A pesar de que añaden algo de grasa para que la masa sea más agradable al paladar, su valor calórico es muy similar al pan de barra. Si contienen ingredientes adicionales (nueces, semillas, etc.), el valor nutritivo aumenta.
El segundo puesto lo ocupa la baguette. Pan típico de Francia, elaborado con harina de trigo, resulta ser uno de los más populares desde principios del siglo XX. Su secreto reside en que es rápido de cocer y facilita el trabajo de los panaderos.
En tercer lugar, se encuentra el pan de queso, de origen brasileño y elaborado con pan de yuca. Fue inventado en el siglo XIX para evitar la mala calidad de la harina en aquella zona.
El pan de pita se sitúa en el cuarto puesto y resulta ser uno de los panes más vendidos del mundo. Con origen en Oriente Medio, su popularidad se ha extendido durante las últimas décadas. Su principal tractivo se encuentra en que se pueden comer alimentos con él sin necesidad de utilizar los cubiertos.
El quinto puesto lo ocupa el casabe, elaborado sin levadura y con harina de yuca y acabado a la plancha. De origen indígena y, sobre todo, muy conocido en Sudamérica y Centroamérica.
El pan payés está considerado en el sexto puesto de los panes más consumidos y es uno de los más internacionales de España. Su nombre corresponde a su procedencia rural, y sus características principales son su corteza dura y su miga muy blanda.
El séptimo lugar los ocupa el mantou, pan dulce hecho con harina de trigo, muy popular en China. Aunque puede consumirse después de haber sido cocido, en la mayoría de las ocasiones se prefiere frito.
El pan de maíz se sitúa en el octavo puesto. La clave de su éxito reside en el hecho de que es muy fácil de preparar porque se cocina directamente en la sartén y no es necesario hornearlo previamente. Este pan es muy popular en Norteamérica.
Después de todas las vicisitudes que ha pasado el humilde bollo de pan a través de la historia, de ser refinado acompañante a mendrugo con el que satisfacer las necesidades alimenticias más perentorias, el pan culminó su éxito en la década de los sesenta. Pero no sabía ese pedazo de cereal tratado que también sufriría el oprobio en los 90, debido a la moda que imponía sacrificarle en nombre de la silueta.
Pero, por fin, ha llegado el momento de poner al pan en su lugar y disfrutar de todas las variedades que nos ofrece y seguirlo considerando un producto básico, cuya una de sus características es su valor económico, ya que dicho valor se utiliza para valorar el costo de vida en los diferentes países e influye en el Índice de Precios al Consumo (IPC).