Depende ¿de qué depende? De según como se mire, todo depende. La letra de Jarabe de Palo viene a cuento porque parece evidente que todo dependen de como se mire. Por ello se enfoca desde otras perspectivas el independentismo y las dependencias. Mucho se habla de independencia, de independentismo y en el imaginario aparecen manifestaciones, pancartas, banderas, ruedas de prensa, informativos de televisión… Y sin embargo se precisa dar respuestas a tantas y tantas dependencias que día a día amargan la vida de millones de personas en este país. Del mundo mundial no se lleva la cuenta. Depender de comer cada día, o beber… depender del aire que se respira con la poesía de Celaya: “Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, ser y en tanto somos dar un sí que glorifica”. Dependencia absoluta del feto en el vientre de su madre, del bebé de su madre recién parida. Dependencia en las crianzas cuando todo depende de las figuras de apego. Y estas esenciales dependencias están llamadas a desaparecer porque urge experimentar la independencia “para ser y en tanto somos”. Adolescencia, juventud para encontrase a sí mismo, para emanciparse de las influencias maternas y paternas y al final… ¿qué? Es muy curioso observar como se les va la vida, “es un decir”, a quienes jalean y arengan sobre la “independencia” de un territorio, sin percatarse, -o igual sí y lo callan-, de las urgentes independencias que precisan las gentes que lo habitan. Que la pobreza genera dependencias ¡quien lo duda! Y la absoluta pobreza produce absoluta dependencia es una certeza. Hay quienes se dedican a la política que definieron a personas mayores o no tan mayores que precisan ayuda para vivir como “DEPENDIENTES”. No se cortaron un pelo y aprobaron la “Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia”. Este fue un paso importante para que estas personas pudieran vivir con ayuda, dejando de depender de las circunstancias a las que debían dar respuesta para vivir. Estos políticos aún no se han percatado de que esa ley que pretende la promoción de la autonomía personal, es decir, la independencia personal, requiere de otros desarrollos legales que permitan que las gentes, al menos de España, puedan ejercer de eso “de ser personas”, que afrontan su presente sin obstáculos insalvables por sus escasos medios. También hay otro marco legal que se refiere a esto de las dependencias: “Ley 5/2002, de 27 de junio, sobre Drogodependencias y otros Trastornos Adictivos”. En el fondo del asunto se pretende afrontar situaciones que impiden la autonomía, la independencia de esas personas. Y ya puestos a reflexionar sobre esas circunstancias que impiden el ejercicio de la libertad que es el meollo del asunto ¿por qué no se abordan las otras dependencias que aquejan a amplias capas de población? Si se invocase la personalidad de Eduardo Galeano acabaría contando “un cuento”. Y comenzaría más o menos con “Había una vez”… una joven pareja, enamorada, con infinitas ganas de construir un presente y futuro juntos, a los que esta sencilla aspiración se les antoja imposible. Ella, con 28 años, trabajando de limpiadora de hogares y empresas por su cuenta y “riesgo” y él, con 30 años, en desempleo, echando curriculums a diestro y siniestro y trabajando en chapuces a los que acude cuando le llaman. Viviendo ambos con sus respectivas familias. Han intentado encontrar un piso de alquiler. ¿Sin nóminas, sin contratos? ¡a donde van! Ni siquiera les da para alquilar una habitación y el tiempo pasa aunque el amor es más fuerte. Pero planes de futuro ¿Cómo pueden hacerlos? Ni trabajo, ni vivienda, ni imaginación para verse más allá. Hace sólo unas décadas esta pareja ya llevaría varios años viviendo juntos y con algún bebé que otro porque lo desean. ¿Qué es lo que ocurre? Por qué en una España que se anuncia prospera, con una renta per-capita cada vez más alta, con millones y millones de turistas que la visitan… estas jóvenes generaciones ¡lo tienen tan, tan crudo! Dependencias de padres y madres que deben atender a sus hijas, hijos, nietos y nietas con la paga de jubilación que reciben. Y además, inmisericorde las administraciones públicas, les exigen el pago de impuestos, tras impuestos, por todo, absolutamente por todo, aunque en honor a la verdad el IVA de momento no alcanza al aire que se respira. Más dependencia, más limitaciones, más dificultades… y a pesar de la maquina recaudatoria que recauda más millones que nunca, cada vez hay menos para esa independencia humanamente exigible. Por firmar declaraciones de derechos humanos, o añadir a la Constitución, a quienes gobiernan, no le queda casi nada. ¡Qué bonito queda escrito! ¡Cuanta elegancia descriptiva! Derecho a la vivienda, al trabajo, a la salud, a la educación… ¡Cuantas palabras! ¡Y que bien ordenadas! Y sin embargo que aciaga realidad, que triste y esclavizante presente, que inexistente futuro. Independencia. Hermosa palabra ligada al ansia de Libertad. Lo malo de ellas es que la condición indispensable para la riqueza y el poder es la necesidad de la pobreza y esclavitud. Sólo el reparto del trabajo, necesariamente ligado al reparto de la riqueza, permitirá la autonomía necesaria. Las personas que sólo aspiran a la independencia política sin duda no tienen otras dependencias o si las tienen, creen ¡ilusas ellas!, que quienes gobiernen, una vez alcanzada, les garantizaran a ellas “su verdadera independencia”. Mientras tanto siguen vigente las palabras de Celaya “Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.” Porque excesivas son la dependencias.
Fdo Rafael Fenoy