Dicen que nadie es el villano de su propia historia, pero a nivel electoralista un partido debe entender que solo es protagonista para sus votantes y el antagonista para el resto.
En la Batalla de los Bastardos, de Juego de Tronos, a pesar del absurdo modo en que John Nieve puso en riesgo a sus hombres por la muerte de su propio hermano, los guionistas sabían que John estaba en el corazón de los espectadores, y que querrían su victoria a toda costa; no había nadie empatizando con los soldados de Ramsay, obligados a enfrentarse, por ejemplo, con un gigante. John siguió siendo el protagonista porque hizo lo que hace John y Ramsay siguió siendo el antagonista porque hizo lo que hace Ramsay; según las normas de la narrativa solo hay dos modos en que un antagonista se puede convertir en protagonista: que se le permita contar un pasado que explique sus actos o que se comporte de modo distinto a los ojos del espectador; que cambie.
En política, tu historia la cuenta la prensa, y si la tienes en contra, es difícil que aquellos que no te votan (para quienes eres el antagonista) vayan a escuchar el triste relato de cómo te convertiste en villano. Habiendo sido fabricada tu imagen de antagonista, sea cierta o no, lo único que queda para convertirte en protagonista de gente que no te vota es hacer las cosas de otro modo, y que esto sea evidente y difícil de reinterpretar.
Por ejemplo, PP no va a aumentar su masa votante si sigue contando la historia del ganador y no la del que remonta. El PSOE lo hizo bien en ese sentido y por eso sacó al ruedo a Zapatero, alguien que ofrece una imprevisibilidad positiva. Sumar solo tenía la posibilidad de significar algo entre los votantes tomando el relevo del protagonista que una vez fue Podemos, haciendo lo mismo, pero mejor (un John Nieve que rescatase a su hermano además de ganar la Batalla de los Bastardos sin necesitar el auxilio de los caballeros del Valle); ha desperdiciado esta oportunidad de modo obvio, convirtiéndose en una suerte de cruel PC a la interna y de irrelevante UPyD a la externa.
El problema que tiene Podemos, a mi juicio, es que no está entendiendo que su película, aquella en la que es el protagonista, la ve cada vez menos gente, y esa gente claro que quiere que siga haciendo lo mismo, pero para todo el resto de la masa votante la historia la está contando otro narrador, que no va a dejar que Podemos explique cómo ha llegado a ser lo que es, aunque no podría jamás ocultar que ese antagonista prefabricado comience a comportarse de otra manera. La imagen de antagonista de Podemos se basa en estos puntos: solo somete a consulta lo que sabe que va a ganar; la dirección, heredera del pablismo, no dejará que el pablismo se diluya y, más al contrario, consiente en que la interna y externa se diriman en un canal pablista de comunicación; se dan de baja más militantes y cuadros de los que se dan de alta debido a una gestión interna vertical y estalinista; al contrario de asumir el espíritu del 15M, se ha convertido en un partido hiperpersonalista. ¿Cuál es el giro para cambiar esta imagen? Quizá retomar el Podemos que no buscaba un camino para la democracia porque la democracia era el camino; dejar de parecer el paranoico régimen estalinista en que la opinión contraria es traición. Abrazar a los tuyos que dicen que te equivocas y jamás cortar la cabeza al bufón de la corte. Apagar el insulto como un incendio, ya sea a la interna o en redes, y no convidar a los pirómanos. Ser John Nieve para que Sumar se siga convirtiendo en Ramsay Bolton, en el peor Podemos, incluso a ojos de los suyos. Pasarse al Grupo Mixto es un buen comienzo; veremos cómo se anda ese camino, el del mejor Podemos posible, porque es el camino del héroe, pero solo nos quedan un par de balas.