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Querida taberna

Cafés en Xauen

Amanece en la ciudad. Los fulgores del alba se asoman, aun tímidamente, por detrás de las estribaciones occidentales del Rif..

Publicado: 14/03/2024 ·
21:44
· Actualizado: 14/03/2024 · 21:52
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  • Plaza LHAWTA. -
Autor

Andi Koetxea

He publicado los libros “Huelva choquera y tabernera” (2021) y “Sevilla, la ilustre taberna” (2023), "Huelva choquera y tabernera II volumen" (2024) y "El Rompido 77. Los niños salvajes" (2024). Los bares y las tascas son la excusa perfecta para sumergirme en la antropología de la vida cotidiana

Querida taberna

Cerca del mostrador de bares y tabernas pasan cosas, y algunas muy curiosas. Este blog atrapa al vuelo esos sucedidos para que caigan en buenas manos

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Amanece en la ciudad. Los fulgores del alba se asoman, aun tímidamente, por detrás de las estribaciones occidentales del Rif. Madrugo y las tiendas todavía son sólo puertas color añil, cerradas con tres candados. Desde mi modesto hotelito, Dar Chourafa, atravieso el Arco de los Santos y salgo al zoco. Los zapateros y los artesanos del cuero son los más madrugadores. Parece que quieren honrar a su barrio (1).

También tempranean las tiendas que venden pan, leche, dulces… y un montón de artículos que te pueden dar un feliz avío en las primeras horas del día. Tienen su fachada, de apenas metro y medio, expedita y al comerciante pendiente.

En un recoveco de la calle, la montaña de leña advierte de la proximidad de un horno de pan. Un grupo de japoneses foto adictos me sorprende en la calma de esta hora.

En el pueblo azul, en el pueblo de los gatos, de la artesanía, de las escaleras imposibles. En el pueblo de los dos cuernos, montañas que coronan el valle. Un pueblo que tapiza la ladera y que tiene multitud de aldeas que depositan en la capital de la provincia frutas y verduras de un aspecto inmejorable. Al que llegan sus mujeres coronadas con los llamativos sombreros con borlas de colores. 

Aquí llueve bastante. Estamos en una zona del África húmeda. Dos palabras que no suelen viajar juntas pero que aquí son alegres compañeras de vida.

EL CAFÉ MARROQUÍ. QAHWAB LHAWTA.

En Xauen podemos encontrar numerosos ejemplares de una especia que para nada está en peligro de extinción. El hombre marroquí perdura enamorado de este tipo de locales en los que hace su vida social durante horas. Días y años.

Me acerco a una cafetería donde ya aparecen varios hombres. Su nombre es Lhawta y está en la plaza del mismo nombre. Es muy característica porque en medio tiene cuatro fuentes hacia los cuatro puntos cardinales, en una construcción cúbica. Es un lugar un millón de veces fotografiado.

Es un café muy modesto que se refugia tras una arcada, que da paso a unos acogedores soportales. Las mesas de la terraza son de plástico. Extrañamente tienen publicidad de cerveza. Amstel y Alhambra.

QAHWAB LHAWTA.

Me dejo atrapar por los lugares más sencillos y humildes. La taberna nuestra, la tasca, encuentra en Marruecos su equivalente en el café(qahwah, un nombre aromático y de sonido agradable). Donde los vecinos se acercan a debatir sobre sus vidas. Sobre los asuntos cotidianos. Sólo hay hombres. Muchos practican un quietismo increíble. Un silencio que me atrevo a calificar de meditativo. También hay conversaciones de mesa a mesa. Se comparten. Aunque nadie muestra interés alguno desde los aledaños, es indudable que todo esto se desarrolla en un ambiente de confianza en el que todos escuchan a todos. Saboreo los sonidos guturales de sus palabras.

La tele cataliza muchos de estos hablares. En estos días, Al Jazeera (2) muestra, en un lógico continuo monográfico, el desastre en Gaza. Matanzas y destrucción. Si se parte la pantalla con otra escena vemos niños que sonríen y juegan entre los escombros. Una niña porta un montón de garrafas de plástico para rellenarlas con agua. Alguna palabra cazada al vuelo, en el dariya (3) que suena, me dice que es el gran tema. No podía ser menos, porque lo sienten como una tragedia propia.

Lo que podemos ver de su vestir es muy ecléctico. Las tradicionales y elegantes chilabas comparten lugar con la ropa más actual. Lo que podríamos definir, desde nuestro etnocentrismo, como occidental. Debajo de las chilabas se intuye una variedad amplia. En todo caso es ropa austera en las formas y colores. La ostentación vive lejos. Los más jóvenes sí llevan zapatos deportivos con marca conocidas, y chaquetas también deportivas y modernas. Los contrastes aparecen en cualquier detalle. Se repite una especie de zapatillas de casa, sin cerrar por el talón, de felpa, pero con cierto parecido a los zapatos castellanos (4).

Los clientes... esta palabra no me encaja para nada en lo que observo. Reinicio. La parroquia bebe con una pausa envidiable tés con hierbabuena, cafés con leche, cafés cortos y negros. Algún dulce. Un hombre que parece bastante mayor se hace una pipa de kif (5). Son lugares donde se fuma tabaco y se suele fumar hachís. Aunque está bastante tolerado socialmente, no pueden despistarse. La policía puede llamarte al orden. Recordemos que se trata de la policía en un régimen autoritario. Insisto: agüita (6).

Un detalle que llama la atención es que hay gente sin nada en la mesa. No tienen prisa por pedir. Quizá terminó su café. Pasará el tiempo y nadie le llamará la atención.

Algunos turistas o viajeros se acercan a intentar rascar algo de aromas esenciales en estos rincones. Uno se sienta y se intenta mimetizar. Lleva ropas típicas de la gente del lugar, pero sus ojos son muy rasgados. O es pelirrojo, o de tez lechosa, o mira ansioso. El camuflaje suele ser insuficiente.

Son negocios que pueden pasar increíblemente desapercibidos. Aunque el gentío habite cerca, atesoran un relativo anonimato para la gran mayoría. No son atractivos ni quieren serlo. No necesitan ser descubiertos. Aunque te reciben con absoluta amabilidad, si consigues penetrar en su interior, su interés lo ejercen con moderación y respeto. En un lugar tan turístico saben que algún guiri curioso acabará entrando.

Capítulo aparte merecería el hablar de los gatos. Hay una relación de cordialidad con ellos, por más que estén omnipresentes en el entramado urbano. Se deslizan como sombras entre enseres y seres. Si molestan en exceso se les echa con un poco de agua, con una patada que no es ni patada. Más bien un empujón con el pie. Se les quiere, son de la familia. Muchos les dan de comer. Incluso dando prioridad a las gatas embarazadas o que amamantan a sus recién nacidos.

QAHWAB LHAWTA.

Me tomo un té verde con hierbabuena. Lo hacen vertiendo el agua sobre la hoja seca del té. A veces ponen algún capullo de azahar que le da un toque muy rico. La bebida muy caliente, muy dulce. El día está frío y me templo las manos.

Me acerco al mostrador, que es muy pequeño. En un pequeño escaparate hay algunas frutas, plátanos, naranjas. Algunos dulces, huevos. Poca cosa. En unas estanterías en la pared exponen unos cuantos refrescos. Todo sin alcohol, por supuesto. Me cobran diez dírhams. Aunque sé que es precio de turista, lo asumo con normalidad. Charlo con el camarero. Se sonríe y con la cara señala a un cliente que fuma. Como me ve inofensivo, él mismo atrapa un cigarro escondido detrás. Fuma y me deja que huela el humo. Le gusta que yo olisquee y dé mi aprobación.

BAJARSE AL MORO.

Tres palabras que colorean el imaginario de muchos jóvenes que en los ochenta y noventa se sintieron irremediablemente atraídos a estas tierras de montaña. Algunos para pasar unos días más cerca de las nubes, otros para hacer un negocio que siempre ha estado lleno de riesgos, otros por descubrir tan sólo. Todos aventureros. Desde luego que pioneros los ha habido siempre. Antes ya un tal Perico se gobernaba por estos lares con un tal Manuel Molina

El paisano de Xauen sigue alimentando el estereotipo. Un vendedor de mantas, colchas y chilabas afirma con satisfacción indisimulada que fue el niño de las escenas cinematográficas (7) del taxi en el que Verónica Forqué, por treinta dírhams, menos no, se subía a la montaña. El Mercedes de corazón mecánico inmortal la lleva a las alturas.Si prestamos atención a este vendedor,en una ciudad de cuarenta mil habitantes, veinte mil trabajan la lana y veinte mil la marijuana. La segunda parte de la frase la recita con secretismo. Parte de la comedia mil veces puesta en práctica para engatusar y embelesar con su charlatanería. Ofuscar al turista para asestar la venta que le haga llevadera la vida intensa del vendedor árabe o bereber. En todo caso el comprador se irá cargado de una artesanía de una calidad y una belleza incontestables. Volviendo a la frase... de ser verdad, en una población de cuarenta mil pobladores, el resultado sería un absoluto desbarajuste. Sabemos que el marroquí sazona con abundante exageración el tayín de su conversación. También que, en ese delicioso plato, mezcla a partes similares el orgullo por todo lo suyo con una encomiable dosis de reírse de sí mismo. Esto nos debería sonar. Lo cuento desde nuestra vetusta Al Andalus.

Las hordas de fumetas y trotamundos llenaron las laberínticas calles de Xauen. Sus greñas jipis, su ropa del arcoíris, su afán por conocer y sumergirse los hacía muy reconocibles. El humo de los hornos, que cuecen los manjares seculares, compitecon la densa humareda de los porritos, amigo, porritos.

La mayoría de esos jóvenes provenían del País Vasco y de Andalucía. Bajo las montañas han dejado una auténtica legión de nostálgicos, ahora entre los cincuenta y los setenta años, que vivieron aquellos locos tiempos subiendo la montaña o encaramados en las terrazas de los hotelitos humildes, compartiendo ratos llenos de risas e historias inventadas. O, por lo menos, exageradas.

Esa realidad, ya hecha mito, conformó el embrión del turismo actual. Más cateto, más ruidoso, menos integrado. Aunque todavía se disfrutan dosis inabarcables de autenticidad. Sólo hace falta prestar mucha atención a los lenguajes visibles e invisibles. Los humanos en movimiento,los humanos camuflados, los ritmos, su humor, las risas de los niños, las bicis suicidas por los callejones escuetos, los ojos huidizos... El ritmo pausado convive conla laboriosidad de las gentes.

Prisa mata es el leit motiv reinante. A Xauen hay que pasearlo lento. Así que disfruta de un güisqui marroquí (8) y no te empeñes en lo imposible: encapsular la infinita belleza de Xauen en fotos innumerables, hechas a toda velocidad.

Como arquetipo de esta comezón, de forma sorpresiva, creo contemplar un sinsentido. Una guiri sonriente se arrima a un hombre mayor con chilaba. Este, en un principio, no se percata de la intención de la mujer. Ella se aproxima más y más a medida que el hombre se aparta, mirando extrañado, de soslayo. Se pega a él porque un hombre dispara fotos de esta escena insólita. Se escapa el hombre y hay que cazarlo. ¡Rápido, dispara!

TAN CERCA.

A pesar de los trece kilómetros del estrecho de Gibraltar. A pesar de la frontera. A pesar de que la policía marroquí se empeñe en hacer de ella, de forma aleatoria, un paso irritante e insufrible.

Vivimos cerca. A un tiro de piedra.

Todos te preguntan de dónde vienes. Si dices que de España te expresan que somos hermanos. Mucho más si tu procedencia es andaluza. Huelva suscita interés. Los campos de fresas reciben desde hace años también a trabajadores de Xauen. Y, si no, es muy extraño que no tengan familiares en la piel de toro o que ellos mismos no hayan tenido un pasado de inmigrantes en España. Abundan las referencias a Barcelona, Alicante, Murcia, Almería,...

“DICHOSO TÚ…

… que ves el mar por primera vez”. Este verso se puede leer en un cartel, al final de la avenida de Andalucía de Punta Umbría. Puede haber muchas veces y ser maravillosas o cómo tengan que ser. Pero sólo hay una primera vez.

Ese iniciático viaje a Marruecos nació en la invitación de nuestro amigo Adil Kharkhour. Nada más y nada menos que a quedarnos en su casa e ir a una boda de su familia en su Tetuán natal. Nunca podré agradecérselo bastante. Fue algo que nos llenó los ojos de chiribitas a los cuatro choqueros (de nacimiento o adopción, a la sazón Mónica, Marisol, Luichi y yo mismo) que cruzamos el estrecho y una inimaginable frontera. Año 1995. Casi na.

En el recorrido Adil no pudo evitar incluir Xauen. Sabía que nos gustaría. Si alguna vez apareces por esta ciudad con alma de pueblo, podrás imaginarte qué sentimos.

Todo esto está escrito desde las máximas de la cautela y el respeto, sabedor este escribiente, enamorado de Marruecos, que el estereotipo y el error siempre están al acecho. Es mi interpretación de una realidad tan rica como compleja, tan cercana como escurridiza. Tan llena de verdades como del juego infinito de la ironía y el trampantojo.

Si queda expresado cómo la duda se enseñorea por mis palabras, no menos atrevido sería establecer un paralelismo, un juego de espejos movedizos, en el que nuestra taberna o tasca se mirara en el café marroquí, y viceversa.

(1) El barrio de los zapateros, Al-Kharazin. De los trabajadores del cuero.

(2) En árabe significa isla o península, enfatizando su origen en la península de Qatar o el mismo Golfo Arábigo, para los árabes.

(3) El árabe marroquí (الهجة مغربية láhŷa maġribiya), también llamado magrebí o dariya (الدارجة), es la lengua procedente del conjunto de variedades del árabe dialectal habladas en Marruecos, y que presentan multitud de rasgos comunes con las modalidades habladas en Argelia, Túnez y algunas zonas de Libia. 

Es lengua materna para el 75 % de los árabes marroquíes. Esta lengua oral es más popular en el norte y centro de Marruecos y un poco en el sur de Marruecos. 

La lengua oral marroquí se conoce en Marruecos como dariya, palabra que puede tener cierta connotación peyorativa, pues significa "dialecto" o "habla" para diferenciarlo del árabe estándar o del árabe clásico que constituye la lengua oficial de la enseñanza y la administración.

La lengua marroquí se desarrolló sobre un fuerte sustrato bereber, que ha dejado una impronta visible en el vocabulario, la fonética y la gramática marroquí. Es también palpable la influencia del árabe andalusí y, ya en época moderna, del francés y (5 % de palabras en francés en dialecto marroquí), en menor medida y sobre todo en las variedades norteñas, del español (hay un 2 % de palabras en español en la dariya). 

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(4) Zapatos Castellano®, nacido en Madrid en 1920, lleva un siglo fabricando los mejores zapatos y mocasines. Calzado artesano de gran calidad.

(5) Kif: El kif (del dariya كيف kīf), también llamado polen de cannabis, es una preparación de cannabis o marihuana que se obtiene cribando o tamizando los tricomas de la inflorescencia. ​ Es un formato de marihuana más fino que el hachís. En las montañas marroquíes del Rif, la producción de kif es la principal fuente de ingresos para miles de rifeños.

El kif se prepara cepillando o golpeando la planta seca o sus cogollos. De esta forma, los tricomas que las cubren, que contienen la más alta proporción de THC, se separan y quedan recogidos en el fondo del saco, donde se observan como un polvo dorado. Otro método de obtención es frotar los cogollos contra una criba de la finura adecuada. Esta primera recolección suele contener polvo o fragmentos de las hojas, que pueden ser separados por otros métodos para aumentar la calidad del kif. Una vez obtenido, el kif puede ser prensado obteniéndose de este modo lo que se conoce con el nombre de hachís.

Kif-kif es una expresión popular que significa 'da igual', y se ha vuelto popular también en Francia

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(6) La costumbre de gritar agua para alertar sobre algo no tiene nada que ver en su origen con el aviso a personas que hacían alguna cosa al margen de la ley, sino para advertir que estaba a punto de ser lanzados (por la ventana o la puerta) los desechos orgánicos acumulados en el orinal o vasija (orines y heces, comúnmente llamadas aguas sucias). Evidentemente me refiero a la época en la que en la mayoría de los hogares todavía no se disponía de retretes o habitáculos donde realizar las necesidades fisiológicas y, si lo había, no se tenía canalización ni alcantarillado, por lo que lo habitual era lanzarlo a la calle al grito de ¡aguas! o ¡agua va!

(7) “Bajarse al moro” (España, 1989) es la comedia con la que Fernando Colomo inyecta el veneno dulce sobre un destino mágico como Chef Chauen. Está basada en la obra de teatro homónima del año 85, del dramaturgo José Luis Alonso de Santos.

En este corte de youtube (https://www.youtube.com/watch?v=bX_SpMNrS2Y ) puedes ver las imágenes comentadas. “Bajarse al moro: go a la montaña! 30 dirams” se denomina.

(8) Broma frecuente de los paisanos para referirse a su té con hierbabuena.

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