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El Loco de la salina

Miguel de Cervantes ¿era de La Isla?

¿No es triste la cosa? Tuvo que venir un guiri del quinto pino a advertirnos de que teníamos en casa un escritor fuera de serie

Publicado: 12/05/2024 ·
15:54
· Actualizado: 12/05/2024 · 15:54
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Ha llegado al manicomio la increíble noticia de que Miguel de Cervantes Saavedra nació en Córdoba. ¡Toma ya! Nos van a volver más locos que el Quijote. Al mejor escritor que hemos tenido en toda nuestra historia le han buscado cuna en toda España, no porque piensen leer su obra ¡Dios nos libre! sino para anotarse la fama de haberlo parido. Hay quienes dicen que Cervantes era gallego, otros que nació en Alcalá de Henares, (mi amigo Óscar me enseñó la casa donde vivió nuestro escritor), otros que el parto fue en Alcázar de San Juan, ahora los cordobeses aseguran que ha aparecido un papel en el que pone que don Miguel es más cordobés que el torero de la rana. Los sevillanos, heridos en su amor propio, dicen que nanai, miarma. Por supuesto que mañana podría aparecer otro papelito certificando que Cervantes era de La Isla…

Pero tenemos lo que nos merecemos, porque he podido leer en la biblioteca del manicomio que la primera biografía de Miguel de Cervantes la publicó un valenciano llamado Gregorio Mayans y Siscar a los 121 años de la muerte de Cervantes por encargo de un inglés, Lord Carteret, al que le encantaba la obra cervantina, y que quiso regalarle a su reina de Inglaterra una edición del Quijote. Mayáns tardó siete meses en escribir la biografía, que se publicó en Londres en 1737. Se pueden imaginar la de pamplinas que se pudo inventar sobre la vida de un hombre como Cervantes a los 121 años de su muerte. El pobre Mayáns recopiló la poca documentación que pudo y se encontró con más lagunas que la defensa del Cádiz. Demasiado hizo la criatura, porque, a pesar de su esfuerzo, a estas alturas seguimos sin enterarnos de la película. Tal fue el desprecio con el que le pagamos a Cervantes, incluso en vida, que se conserva una conversación mantenida en febrero de 1615 con caballeros del séquito del embajador francés: Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a lo que uno respondió estas formales palabras: Pues ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público? No me río, porque me van a poner la camisa de fuerza.

Otro dijo: Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo.

¿No es triste la cosa? Tuvo que venir un guiri del quinto pino a advertirnos de que teníamos en casa un escritor fuera de serie, porque aquí ni nos habíamos enterado. Estaríamos dedicados, como siempre, a comprobar el sexo de los arcángeles o las tendencias eróticas de los serafines. Y esto llueve sobre mojado, porque lo mismo pasó con el gaditano Columela, cuya obra sobre agricultura, escrita en latín, fue traducida primero al inglés, faltaba más,y después aquí en la Universidad de Cádiz se pasó al castellano (mi entrañable recuerdo para Luis Charlo, q.e.p.d., que trabajó en ello).

Como Cervantes no deja de ser un caramelo muy apetecible, siguen apareciendo por todas partes pretendientes que barren para casa todo lo que pueden y más. Y bien que barren, menos en La Isla, que tenemos una historia de envergadura, pero que tendrá que venir alguien de fuera a descubrirnos lo que debemos hacer para que reluzca.

Aquí cada uno tira para su tierra y nosotros viviendo en el limbo, que, aunque el Papa dijo en su día que ya no existe, algún sitio habrá que reservar para los tontos.

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