Resulta difícil hacer balance de un año en el que nada parece haber pasado. A falta de apenas un par de semanas para cerrar el primer año de mandato bipartito IU-PSOE en Sanlúcar de Barrameda, el
simbólico aniversario de las elecciones municipales del 28M marca un primer punto de inflexión en el gobierno que encabeza Carmen Álvarez.
A pesar de lo que algunos puedan llegar a pensar, es justo confiar en las buenas intenciones de unas personas legitimadas en base a la confianza de dos grupos políticos del pleno para gobernar la ciudad, por mucho que la ética a priori pudiera no acompañar.
La realidad objetiva es que, un año después, el gobierno que encabeza Carmen Álvarez (IU) no solo suspende, sino que su falta de acción no nos permite poner ninguna medida destacable encima de la mesa más allá de la
palabrería y reivindicaciones más propias de un partido de la oposición que de una líder de gobierno.
Lejos quedan ya aquellas cuentas “transitorias”, anunciadas a bombo y platillo como la solución a todos los dolores de la ciudad. En plena batalla por la aprobación de un nuevo documento de Presupuestos, me parece absurdo seguir explotando el mantra de que todos los problemas tienen su raíz única y exclusivamente en el dinero, en lugar de explorar soluciones más “revolucionarias” como aplicar una mejora en la planificación de los servicios municipales
. Gobernar con los Presupuestos de otro partido, prorrogados desde 2021, es cuanto menos una anomalía. Por buenos o malos que fueran, el simple hecho de no contar con unas cuentas propias doce meses después de pactar un gobierno de mayoría es para hacérselo mirar.
Un año es tiempo más que suficiente para que un nuevo equipo haya podido demostrar algún mínimo gesto que lo diferencie de la etapa anterior. Analizar un período de gestión únicamente por lo superficial me parecería hacer una evaluación incompleta, pero seamos sinceros
: el estado general de la ciudad es lamentable. La suciedad incrustada en las calles y la imagen que proyectamos hacia el exterior continúa siendo intolerable, y nada parece haberse hecho en este sentido más allá de disfrazar a una concejala de cerda para concienciar a los incívicos sobre las sanciones por arrojar basura a la vía pública.
Aquí los socavones se tapan colocando conos encima, tal cual. He perdido la cuenta de las semanas que lleva uno señalizando un agujero del tamaño de un neumático en una de las principales vías de acceso a la ciudad. Pocas calles quedan donde el acerado no esté parcialmente levantado, y menos creíble aún es que no exista la posibilidad ni la voluntad de ir solucionándolo. No se pueden escurrir responsabilidades ni hacer pensar a los sanluqueños que todo se arreglará con el dinero cuando ni siquiera se han llegado a desbrozar algunas rotondas o arriates cuyos matorrales tienen un tamaño más propio de la selva amazónica que de ciudad de 70.000 habitantes. Resulta igual de inexplicable la paralización de importantes proyectos como el Castillito de Bajo de Guía, finalizado y sin uso, o el Mirador del V Centenario, abandonado y con los vecinos molestos.
Hace tiempo que la campaña de las municipales terminó, pero entre tanta foto y promesa algunos han olvidado quitarse el traje de candidato y colocarse el mono de trabajo. El ácido baño de realidad te salpica justo en el momento en el que te das cuenta de que todos los imposibles que pedías siendo oposición continúan siéndolo en el gobierno, y los posibles te quedan demasiado grandes como para gestionarlos. El enfrentamiento durante este primer año con determinados colectivos de la ciudad, como los profesionales del turismo o empleados municipales, tampoco ayuda. La misma táctica opositora del parche de las cuentas “transitorias” la hemos podido ver en el intento de resolución de los conflictos con hosteleros, el servicio municipal de limpieza, la Policía Local o, más recientemente, los notificadores.
El cruce público de acusaciones en las últimas semanas entre la alcaldesa y el partido que la sostiene en el sillón no es ninguna sorpresa. Cumplido el primer año, y como si de un tango de Carlos Gardel se tratara, en los próximos días veremos si este baile entre Izquierda Unida y los socialistas corresponde al coqueteo entre socios, característico de la proximidad de una cita electoral, o si realmente el gobierno de Carmen Álvarez se encuentra en la cuerda floja. En cualquier caso, sería altamente recomendable ir comprando algún
bote de pintura que pusiera color a un diario de gestión que, un año después, sigue en blanco.