Hay una serie de cosas que no se deben de decir y, por tanto, mejor no decirlas para no caer en lo políticamente incorrecto, que es un estado general instalado desde que se han florecido como setas colectivos diversos para defender desde la libertad de pensamiento del grillo pelotero de la Antártida hasta el derecho a transformarse en imbécil partiendo de la diversidad de género y, claro, opinar se convierte en un deporte de riesgo porque para casi cualquier cosa hay algún colectivo atento a la crucifixión pública. No se puede decir, por ejemplo, que el fútbol femenino tiene un muy serio problema con la calidad técnica y que cualquier partido de cadetes masculinos es mejor, menos estar en contra del lenguaje inclusivo porque es una corrección gramatical errónea y estúpida o defender que hombres y mujeres somos diferentes, mismos derechos y deberes, pero distintos; opinar que el género no binario es la defecación definitiva de la orientación sexual o, para rematar, no poder contar chistes de casi nada: calvos, gordos, enanos, prostitutas, mujeres, gangosos y, mucho menos, sexuales de diversa índole, ante lo cual apenas quedan sueltos hombres heterosexuales sin colectivo de defensa y hacer chistes de éstos tiene poca gracia. Antes, cuando todo esto era campo, cuando la palabra tenía valor, la mentira precio y los tomates sabían a tomate, uno era libre de decir si te gustaba la carne o asco el pescado blando tipo cazón en amarillo, si de la nocilla preferías la parte negra o la blanca o te valía la gustosa mezcla, de intentar, también, robar un beso por señales y sin miedo a caer en presidio. Cosas todas políticamente incorrectas.
Porque la política es, por desgracia, un cúmulo de incorrecciones, un ejercicio de malabarismo gramatical donde no cabe el reconocimiento de un error, el apoyo a una decisión acertada del oponente, algo tan humano como rectificar y cambiar de opinión y de manera natural reconocerlo o palabras que producen urticaria en el argot como, por ejemplo, tasa, que es la manera confusa de establecer, incrementar, aplicar impuestos. Como la turística, motivo de controversia porque dice el PP que el sector está en contra y el PSOE le critica porque en cambio aplica tasa por entrar en los museos públicos andaluces cuando debiera ser gratis y, bien visto, ni lo uno ni lo otro: el turismo mueve mucho dinero, mucho, y la noche de hotel está a precios inauditos, no digamos la restauración, y todos estos millones de personas que visitan Andalucía durante el año requieren de una serie de servicios básicos que pagan con sus impuestos los andaluces autóctonos y eso sí que no es justo. Nadie va a dejar de venir porque se le grave con una tasa de dos euros y, solo a Sevilla, puede suponer un ingreso de 14 millones de euros al año que reinvertiría en servicios para el visitante. Como demagógico es censurar que tenga precio la entrada a los museos, todo tiene un valor y unos gastos de mantenimiento que deben soportar, sobre todo, quienes lo disfrutan: como las playas a través del pago de zona azul –limpieza, socorristas…- o tantas otras cosas que forman parte del equipamiento para el disfrute común. Pero claro, hablar de tasa es políticamente incorrecto y lo es a pesar de que los ciudadanos españoles dedican entre tres y cinco meses al año, algunos más, a trabajar para pagarle impuestos al sistema.
Lo peor de esta Ley para amnistiar a los golpistas constitucionales catalanes no es ya hacerla a sabiendas de que la mayoría social española está en contra, ni siquiera impulsarla contradiciendo lo dicho meses atrás por el propio presidente sobre el asunto y solo por el hecho de mantener el gobierno, es, al menos, aprobarla sin detenerse a explicarle abiertamente a los españoles el porqué del cambio y las razones por las cuales el resto de ciudadanos no debemos seguir el ejemplo de ir en contra de la Constitución pensando que luego es posible que nos amnistíen. Es la cara más fea de la política, la del todo vale, la que por desgracia todos asumen cuando el interés manda y, en este sentido, la historia de las amnistías en este país es la historia del oportunismo político. Incorrecto.
Manzanilla. Y con Europa de fondo y la amnistía de telón, Sanlúcar pone un toque de color al grisáceo ambiente actual celebrando su Feria de la Manzanilla, que tiene el color pajizo de su vino y el son rociero del tamboril de vuelta por Doñana. En el PSOE-A andan esperando que Europa pase para entrar de lleno en lo suyo y lo suyo es decidir dónde se pone cada uno mientras Sánchez amnistía o no a un Juan Espadas que, quizás, deba lidiar en breve el conflicto grave que se cierne en el acuerdo infumable que mantiene su partido con IU en el cabildo sanluqueño y que alejó al PP del gobierno pese a ser la fuerza más votada.
Carmen Álvarez, la alcaldesa del pueblo que en su visión de gestión administrativa avalaría el modelo -si hoy no tuviera cárcel- que implantara en su época Medina Lapieza cuando regalaba ladrillos a la gente para que se hiciera casas allí donde más o menos hubiera un hueco y fruto de aquello es el desastre urbanístico de uno de los lugares con, a pesar de todo, más encanto del planeta, tiene la guerra declarada a su socio de gobierno, Víctor Mora, ex alcalde del PSOE, que ha dicho basta y lo hará notar públicamente. Al punto de que no se sabe cuándo saltará por los aires el pacto. Si ella le cesará, si él abandonará el Palacio cuesta Belén abajo, si el PP, que se debate entre palomitas de mantequilla o al punto de sal para picotear en los plenos viendo cómo se atizan los socios, logrará la suma -trece- tras la moción de censura que lógicamente presentará cuando aquello salte por los aires. Por lo demás, la Feria luce estupenda y la manzanilla está helada, pero el reloj de arena fina de la otra banda del Coto ha girado y el tiempo corre.
Junio se abre paso y junio es un mes poco valorado por su condición de puente hacia el verano cuando, en realidad, lo reúne todo; días largos, luz potente para atardeceres eternos, el destape tras el invierno y los primeros baños en estos mares que se aclimatan a la nueva estación, la sensación de los viernes porque queda todo el fin de semana por delante, la maravillosa de los fines de curso y, de hecho, escuelas y universidades cierran sus puertas, 30 días y solsticio de verano en el tránsito de Géminis a Cáncer y entre las varias etimologías de su nombre la de llevar la de Juno, diosa romana del matrimonio y esposa de Júpiter.
Y el 20 de este mes se celebra el Día más feliz del año sustentado en el análisis de las emociones de miles de personas que concluyen que ese día somos muchos más los humanos felices, sea por el calor de una persona cercana, una conexión especial con el cosmos o la naturaleza, una canción, el inicio inminente del verano o porque, hay gustos para todo y la imaginación es libre, justo dos días después, el 22, se celebra el día mundial de las mujeres sin ropa interior. Gran mes junio.