Todo apunta a que España afronta un verano de récord con la llegada de cien millones de turistas internacionales, lo que convierte en una ingenuidad aquella reflexión de Alfredo Amestoy en el programa 300 millones, a principios de los 80, cuando se preguntaba qué pasaría si a todos los españoles nos diera por ir a la playa el mismo día.
El dato lo ha puesto El Mundo en perspectiva con las previsiones del BBVA Research, que apunta a la posibilidad de que el sector turístico español toque techo este año. “Hay limitaciones a que el crecimiento del turismo pueda continuar con la misma intensidad”, señala Alejandra Olcese en su información a partir de la previsible caída de la demanda externa en 2025. Y concluye, “en los meses de verano el país ha llegado al límite. La capacidad de crecer dependerá también de si España consigue desestacionalizar la llegada de visitantes”.
Cualquiera diría que la información viene a corregir las expectativas depositadas en el sector por el presidente de la Junta, Juanma Moreno, durante su intervención de este viernes en el Congreso Internacional de Turismo celebrado en Jerez, en la que coincidió en lo de confirmar que éste será una verano “de récord”, pero donde certificó igualmente un crecimiento “exponencial” del turismo en Andalucía en los próximos cinco años.
El sector generó en nuestra comunidad en 2023 más 26.000 millones de euros de ingresos tras alcanzar los 34 millones de visitantes. Este año se espera un millón más, y más ingresos, pero al ritmo actual se hará insostenible frente al optimismo insaciable con que se afronta el corto y medio plazo.
A este respecto, Moreno coincide con los analistas -y quién no, desde hace más de una década- en lo de la desestacionalización. La novedad, dijo el presidente, es que ya vamos por delante con “un nuevo modelo de turismo donde las empresas, los agentes turísticos, las administraciones y los propios viajeros son los protagonistas de un cambio hacia un modelo más desestacionalizado, más inteligente y con mayor estabilidad laboral en el sector”. De hecho, se remitió a las pruebas: el año pasado se obtuvo la cifra más baja de estacionalidad en quince años gracias a una red más amplia de destinos. No sabemos si dará para ese crecimiento exponencial en cinco años, pero es evidente que se está haciendo la tarea.
No se puede decir lo mismo en el ámbito sanitario. La supuesta “joya de la corona” también puede batir un récord, aunque negativo, esta temporada veraniega, con recortes en las contrataciones de personal sanitario para cubrir vacaciones que los sindicatos cifran en un 40% menos de profesionales. Aquí no cabe desestacionalizar. Peor, ya que hay municipios que incrementan su población por la llegada de turistas.
Y aún así, la consejera sigue adelante con su plan como quien escucha llover y echando balones fuera, aunque sea al Ministerio de Sanidad, al que ha pedido una solución ante la imposibilidad de contar este verano con el apoyo de 369 MIR, que terminarán su formación en septiembre y no en mayo, ya que se trata de la promoción afectada por el año de la pandemia. A ellos se suman los 500 cupos en Atención Primaria que Andalucía no tiene cubiertos ante el déficit de facultativos y los casi 500 médicos que se jubilan en 2024. Y claro, la propia consejera, especializada en avivar fuegos, como ha hecho con el nuevo hospital de Cádiz, duda poder mantener abiertos todos los centros de salud todo el verano.
Por mucho que trate de repartir las culpas, los hechos no hacen sino alimentar la teoría del desmantelamiento del sector sanitario público. Y aunque no lo sea, cuesta creer que en turismo se trabaje ya en previsión de aquí a cinco años, sin obviar el principio de incertidumbre, y en sanidad siga empeorando la calidad asistencial pese a las certezas de la realidad de cada verano. Si es evidente que se trata de una cuestión de gestión y de decisión, ¿a qué tanta descompensación en dos cuestiones igualmente cruciales? ¿A qué para solucionarlo?