La perspectiva más hermosa del flamenco de Mercedes Ruiz
La bailaora jerezana ofreció en el teatro Villamarta un espectáculo en el que cada uno de los detalles estaban cuidados hasta el milímetro
EL hecho primero de encontrar a las puertas del teatro Villamarta a personas solicitando entradas para ver el nuevo espectáculo de Mercedes Ruiz, hacía pensar que ya las ‘Perspectivas’ de la bailaora prometían. Y así fue.
Un teatro abarrotado recibía a la jerezana que mostró ante el público una perspectiva muy suya del flamenco en el que la belleza y la hermosura de este arte, se contraponían con la garra y la fuerza que es, sin duda alguna, la máxima atracción de millones de aficionados en todo el mundo.
Así es el nuevo trabajo de Mercedes Ruiz. Un montaje precioso y cuidado al detalle. El cante, el baile, la música y la puesta en escena estaban cohesionados hasta el milímetro en un espectáculo que supo a poco. Y es que, todos nos quedamos con ganas de más.
En ‘Perspectivas’ cada una de las distintas ramas del flamenco está perfectamente homogeneizada. Todos y cada uno de los ámbitos del arte jondo parten de una idea común que después cada artista lleva a cabo como mejor sabe hacer a través de los quejíos, el toque, el compás o el movimiento del cuerpo, pero que todos saben unificar y unir para que quede como resultado algo hermoso como es el flamenco en sí.
La levantada del telón mostraba a todos los implicados en este montaje que, poco a poco, se irían ordenando en el escenario para presentar a la protagonista y principal culpable de todo el lío: Mercedes Ruiz. Una bailaora a la que pudimos ver elegante y magnífica en todos los movimientos de manos, brazos, giros, frente al ‘nervio’ que invade a todo bailaor cuando los acordes de la guitarra comienzan a marcar que el ritmo se va acelerando y se va agilizando cada vez más y hay que poner en marcha los pies a través del zapateado. Una fuerza que se hizo patente y casi tangible en todos los rincones del Villamarta y que el aforo asistente comenzó a alabar a los pocos minutos del inicio del montaje.
Asimismo, cabe destacar que la jerezana estuvo prácticamente durante todo el espectáculo sobre el escenario, realizando un trabajo impecable y pareciendo no agotarse su energía, ya que la bailaora sorprendía a cada instante, y a medida que el trabajo iba avanzando, cada vez más.
Otra característica más que resaltar de la bailaora es la gran sensibilidad de la que dispone. Mediante su expresión y todos los guiños que realizó durante la casi hora y media que tuvo expectante y atento a todo el aforo del patio de butacas, la jerezana supo transmitir al público su verdadera concepción del flamenco. Una visión muy intimista y pura que se reducía a la esencia de lo que es este arte que mueve a masas.
Igualmente importantes fueron todos los acompañantes de Mercedes Ruiz sobre las tablas del Villamarta, que no abandonaron a la artista ni por un segundo. En primer lugar, cabría mencionar la música que, evidentemente, es la base de este espectáculo. Así, habría que felicitar al maestro Santiago Lara que no sólo se ha esforzado fuera del escenario, sino que también sobre él. De hecho, los momentos más sublimes, a la vez que sencillos, se creaban cuando Mercedes Ruiz dibujaba, más que bailaba, las líneas y figuras que le parecían dictar los acordes de la guitarra de su marido.
Otro de los protagonistas de la noche fue el cantaor David Lagos, sin quitarle importancia a Miguel Lavi o Melchora Ortega, que también hicieron lo suyo. Pero fue el jerezano el que recibió la ovación más calurosa de todos los asistentes, verificando que la tierra tira, y mucho.
La complicidad fue otro de los elementos relevantes del montaje, ya que la bailaora estuvo en permanente contacto con sus compañeros durante el espectáculo. A veces incluso, daba la sensación de que las piezas eran fruto de la espontaneidad del momento, por la frescura con la que rebosaban.
Pero lo que más terminó de enganchar al público fue el final. En el ‘alboroto’, la jerezana se arranca con el verso, sacando esa vena cómica y la ‘poca vergüenza’ tan característica de la tierra, metiéndose al aforo en el bolsillo sin darse apenas cuenta. De hecho, los asistentes fueron acompañando con las palmas y se terminaron levantando para ovacionar a la bailaora.
Sin embargo, la cosa no podía terminar ahí. El fin de fiestas tenía que ser por bulerías, y así fue, provocando la ovación masiva del público que quedó satisfecha, plena y feliz, aunque con ganas de más. Se lo tendrá que apuntar Mercedes Ruiz para la próxima. De momento, solo cabe felicitar y agradecer a la jerezana por ofrecer a todos su ‘perspectiva’ más preciosa del flamenco.
Un teatro abarrotado recibía a la jerezana que mostró ante el público una perspectiva muy suya del flamenco en el que la belleza y la hermosura de este arte, se contraponían con la garra y la fuerza que es, sin duda alguna, la máxima atracción de millones de aficionados en todo el mundo.
Así es el nuevo trabajo de Mercedes Ruiz. Un montaje precioso y cuidado al detalle. El cante, el baile, la música y la puesta en escena estaban cohesionados hasta el milímetro en un espectáculo que supo a poco. Y es que, todos nos quedamos con ganas de más.
En ‘Perspectivas’ cada una de las distintas ramas del flamenco está perfectamente homogeneizada. Todos y cada uno de los ámbitos del arte jondo parten de una idea común que después cada artista lleva a cabo como mejor sabe hacer a través de los quejíos, el toque, el compás o el movimiento del cuerpo, pero que todos saben unificar y unir para que quede como resultado algo hermoso como es el flamenco en sí.
La levantada del telón mostraba a todos los implicados en este montaje que, poco a poco, se irían ordenando en el escenario para presentar a la protagonista y principal culpable de todo el lío: Mercedes Ruiz. Una bailaora a la que pudimos ver elegante y magnífica en todos los movimientos de manos, brazos, giros, frente al ‘nervio’ que invade a todo bailaor cuando los acordes de la guitarra comienzan a marcar que el ritmo se va acelerando y se va agilizando cada vez más y hay que poner en marcha los pies a través del zapateado. Una fuerza que se hizo patente y casi tangible en todos los rincones del Villamarta y que el aforo asistente comenzó a alabar a los pocos minutos del inicio del montaje.
Asimismo, cabe destacar que la jerezana estuvo prácticamente durante todo el espectáculo sobre el escenario, realizando un trabajo impecable y pareciendo no agotarse su energía, ya que la bailaora sorprendía a cada instante, y a medida que el trabajo iba avanzando, cada vez más.
Otra característica más que resaltar de la bailaora es la gran sensibilidad de la que dispone. Mediante su expresión y todos los guiños que realizó durante la casi hora y media que tuvo expectante y atento a todo el aforo del patio de butacas, la jerezana supo transmitir al público su verdadera concepción del flamenco. Una visión muy intimista y pura que se reducía a la esencia de lo que es este arte que mueve a masas.
Igualmente importantes fueron todos los acompañantes de Mercedes Ruiz sobre las tablas del Villamarta, que no abandonaron a la artista ni por un segundo. En primer lugar, cabría mencionar la música que, evidentemente, es la base de este espectáculo. Así, habría que felicitar al maestro Santiago Lara que no sólo se ha esforzado fuera del escenario, sino que también sobre él. De hecho, los momentos más sublimes, a la vez que sencillos, se creaban cuando Mercedes Ruiz dibujaba, más que bailaba, las líneas y figuras que le parecían dictar los acordes de la guitarra de su marido.
Otro de los protagonistas de la noche fue el cantaor David Lagos, sin quitarle importancia a Miguel Lavi o Melchora Ortega, que también hicieron lo suyo. Pero fue el jerezano el que recibió la ovación más calurosa de todos los asistentes, verificando que la tierra tira, y mucho.
La complicidad fue otro de los elementos relevantes del montaje, ya que la bailaora estuvo en permanente contacto con sus compañeros durante el espectáculo. A veces incluso, daba la sensación de que las piezas eran fruto de la espontaneidad del momento, por la frescura con la que rebosaban.
Pero lo que más terminó de enganchar al público fue el final. En el ‘alboroto’, la jerezana se arranca con el verso, sacando esa vena cómica y la ‘poca vergüenza’ tan característica de la tierra, metiéndose al aforo en el bolsillo sin darse apenas cuenta. De hecho, los asistentes fueron acompañando con las palmas y se terminaron levantando para ovacionar a la bailaora.
Sin embargo, la cosa no podía terminar ahí. El fin de fiestas tenía que ser por bulerías, y así fue, provocando la ovación masiva del público que quedó satisfecha, plena y feliz, aunque con ganas de más. Se lo tendrá que apuntar Mercedes Ruiz para la próxima. De momento, solo cabe felicitar y agradecer a la jerezana por ofrecer a todos su ‘perspectiva’ más preciosa del flamenco.
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