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El cementerio de los ingleses

Yo soy español

Las victorias de nuestra selección en la recién concluida Eurocopa y de Carlos Alcaraz en Wimbledon han desempolvado esta irónica sonata

Publicado: 21/07/2024 ·
18:27
· Actualizado: 21/07/2024 · 18:27
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Sin duda, es el cántico más repetido cuando España cosecha un nuevo éxito deportivo. Las victorias de nuestra selección en la recién concluida Eurocopa y de Carlos Alcaraz en Wimbledon han desempolvado esta irónica sonata; un canto muy patriota y muy español con la melodía de una canción rusa (Kalinka). No obstante, no es por orgullo patrio ni euforia deportiva por lo que he elegido este título para la columna de hoy.

Lo cierto es que esta afirmación sobre mi nacionalidad, obvia siendo cañailla, isleño o sanfernandino (el gentilicio menos usado en mi San Fernando natal), viene al caso del hartazgo que produce ver cómo se intenta politizar esta condición patriótica por parte de sectores que se apropian del concepto español: a falta de nada mejor que ofrecer o argumentar ante la ciudadanía, tratan de apropiarse de una nacionalidad que es de todo los que han nacido, viven, aman y sienten nuestro país independientemente del color de su piel, su orientación sexual, sus ideas o de que te guste o no la tauromaquia; se apropian del ser español buscando que el sentimiento de pertenencia les dé lo que sus discursos y gestión (y las urnas, claro) no les dan.

Más de una vez me han preguntado de dónde era por mi pseudónimo (John Sullivan), que hace que sorprenda cuando abro la boca y sale mi acento andaluz; no pocas veces he contado que tiene mucho que ver con el Jesuli por el que se nos llama en este rincón de Andalucía a los que nos llamamos Jesús cuando somos niños. Por suerte, soy blanco y todo está en orden. Nadie me va a preguntar por paguitas ni va a pretender echarme de España. Ya comenté la semana pasada cómo se cuestionaba la españolidad de Nico Williams (nacido en Pamplona) y de Lamine Yamal (de Esplugues de Llobregat) por ser negros mientras Laporte no genera polémica alguna. Estos, al menos, son futbolistas, han ganado algo para el país y se les acepta (como también pasó con Topuria tras su triunfo en UFC). Sin embargo, muchas personas de piel oscura con enviadas a tu puto país pese a que sean de Ceuta, de Valencia o de Cangas do Morrazo.

Al margen del alarde racista y xenófobo que nos marca esa ultraderecha que se apropia indebidamente (se les da bien, véase el caso Gürtel, por ejemplo) del término español, no pasa desapercibida la deshumanización de las personas racializadas; ahora se ha puesto de moda llamarlas anchoas bajo el chascarrillo de que vienen en salazón tras haber cruzado el mar. Parece que hay cierta preocupación por su estética (pelobróocoli) o por su dieta, cuando se informa de algún delito y en las redes preguntan si el acusado come jamón. Y es que a estos sectores fascistas y reaccionarios les importan muy poco las víctimas de una agresión, una violación o un asesinato; más bien prefieren utilizar cada caso para reafirmar el bulo de que los inmigrantes vienen a robar, violar o matar y de camino reforzar su odio.

En resumen, yo soy español. No importa que sea blanco, negro o a cuadros, no importa si me gusta la tauromaquia o si he evolucionado, si apoyo la causa feminista o sigo en Atapuerca, si acepto la diversidad sexual o soy un inquisidor frustrado. Creo en la justicia social, me encantan las distintas lenguas que se hablan en España y me gusta el mestizaje cultural aunque haya fundamentalistas que lo consideren un estercolero. Respeto la diversidad religiosa aunque soy ateo. Y sigo siendo tan español como el que me niega el ser español mientras trabaja para los intereses de Blackrock, aplaude a LePen aunque quiera boicotear los productos españoles, lleva una bandera colombiana en la nariz, ginebra inglesa en el hígado y viene de forzar a una chica nigeriana en el puticlub de las afueras. Que, por otro lado, si esa va a ser nuestra seña de identidad, hay que hacérselo mirar. Y mientras, sigamos cantando el Yo soy español con la melodía del Kalinka ruso. Goooooollll.

 

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