Una teoría de tantas señala que a las mujeres, y generalizar es hacer equilibrios sobre arenas movedizas, les tienta el
mad men, el malote, el arquetipo del canalla como consecuencia de la represión histórica a la que han estado sometidas por el hecho de que debían ser decorosas, pudorosas y nada propensas a dejarse llevar por los impulsos primarios y, claro, es por esto que el chico malo les resultaba llamativo al representar el reverso a su recato. Al hombre, y generalizar pues ya se sabe, se ha dicho siempre que le atraía la gata siamesa durante el día que tornaba en montuna tras la puesta de sol. Y aunque es cierto que tantas cosas han cambiado en este mundo digital, global, numérico, donde tanto artificio maneja el día a día como la propia inteligencia o esas redes que todo lo muestran como si todo debiera ser enseñado, lo básico en su esencia primaria permanece intacto. Es por esto que la raza humana, a pesar del enorme esfuerzo que hace por degradarse a sí misma, afronta un futuro esplendoroso mientras no pierda de vista lo realmente esencial, lo sugestivo. Malote o montuna, o viceversa.
Dice que el CIS que el PSOE adelanta al PP hoy en cuatro puntos y, al margen de las tendencias partidistas de estas empresas demoscópicas que están más para establecer estados de opinión que para reflejar una foto real de la opinión pública en el momento que hacen
click, es cierto que Pedro Sánchez tiene la habilidad de crear debates nacionales, escoger previamente la opción más popular de entre las dos posibles y dejarle al PP la menos atractiva a sabiendas de que Feijoó, en ningún caso, vaya de lo que vaya el asunto, se posicionará ni remotamente cerca de la elegida por Sánchez. Ahora lo hace con este plan de regeneración democrática presentado y en el que, analizados punto por punto, todos estaríamos de acuerdo, incluido el PP de poder estarlo: fuentes de financiación y limitación de los medios de comunicación, Ley de publicidad institucional, evitar presiones a los medios para que informen en libertad, ayudas para la digitalización, derechos al honor, obligatoriedad de asistir a los debates electorales, lucha contra bulos... Tanto como que profundizar de manera real y efectiva en ellos es prácticamente imposible sin caer en un autoritarismo profundo y, de paso, vuelve a sacar un debate y dejarle la peor cara del disco al PP, al que solo resta airear la palabra censura y rescatar a Franco para situarse enfrente.
Antes Sánchez ya lo hizo con la reforma fiscal del IRPF, el debate sobre los impuestos a los vehículos de lujo, Venezuela, la reforma del Poder Judicial y solo la prisión en la que se ha metido con Cataluña y ahora con su cuota para mantenerse en el poder libera al PP del papel secundario en el debate público.
Y esto le puede estar pasando factura electoral a la formación liderada por Feijoó, distinto es que el CIS ofrezca la solvencia crediticia que debería una empresa nacional demoscópica y a la que esta regeneración democrática, por cierto, no menciona. Como tampoco la ofrece especialmente el CENTRA en Andalucía, cuyo presidente es Antonio Sanz y cabe la posibilidad de que al vicepresidente de la Junta gaditano le guste el manejo previo del dato. Igual no.
De los 1.099 congresistas, el 24 por ciento, 268, serán andaluces en el cónclave que el presidente ha convocado en Sevilla para finales de noviembre y que rubricará el poder absoluto por cuatro años para quien ha logrado remover todos los estatutos internos del partido hasta convertirlo en, básicamente, suyo, de manera que todos los comités o asambleas locales previas para elegir delegados y votar candidaturas que terminen proponiendo un liderazgo o la posibilidad de varios y, de ellos, primarias son, a día de hoy, una quimera. El PSOE ha dejado de ser oficialmente y, lo que es peor, públicamente un partido con una sincera vida orgánica, capaz de extraer sus liderazgos desde la militancia y veremos qué queda cuando pase la etapa Sánchez, que pasará. O no.
Lejos queda la idea de aquel congreso, también en Sevilla, cuando Rubalcaba y Chacón sumaban adeptos, negociaban entre pasillos, se esforzaban ellos y su gente en convencer a los demás y nadie de los presentes sabía, supo, hasta el último momento quién ganaría. Lo hizo Rubalcaba y todo el partido, un minuto después, se puso tras él, distinto es lo que pasó después.
Y esto el PP no lo puede criticar porque apenas tiene vida orgánica interna –mucho menos en formaciones como Vox, donde Abascal elige hasta el tono de color de la pintura de las sedes, por poner un ejemplo-, los liderazgos se establecen por designación visual de quien los cede y los movimientos internos a la contra son mal entendidos. Por ejemplo ahora, con Feijoó aguardando no se saben bien qué porque el PSOE aguantará lo que queda de legislatura y esto, como decía Bolaños, se le va a hacer muy largo, el PP esquiva este permanente acoso que le sitúa en la parte mala del debate nacional y ojea cara al futuro entre una Ayuso, que tiene sus adeptos aquí y allá y que ha roto en montuna con toque estrafalario extra por desbarrar sin freno para hacerse notar, y un Juanma Moreno al que el traje de presidente le sienta bien y su propuesta de chico moderado y bueno encaja perfecta en los gustos mayoritarios del
gaviota team.
La política actual tiene mucho de circo, tanto en una organización interna camuflada de democrática cuando en realidad poco de eso tiene como en sus propuestas: hay, de hecho, profesionales del engaño, sin pudor, sin medida, juegan con los datos a sabiendas que el espectador lo engulle todo y que las palabras y las promesas se las lleva el viento, que no hay factura posterior y que lo importante es gustar y para gustar solo hay que proponerse agradable, parecer sincero, importa menos serlo. Que la gente lo que quiere es fiesta, capirotes en la calle y una Navidad de dos meses. Y que la fiesta la pague el dueño de Lamborghini, como si se dejasen ver más allá de aquellos que deslizaban sobre los raíles de las negras pistas del
scalextric. Qué gustazo pulsar aquel gatillo y sentir el avance eléctrico.
Hay futuro, pese a todo, al menos mientras lo esencial permanezca intacto y al caer el sol la sugestión nos recuerde que nada tiene el poder que representa nuestro instinto más básico.