Miguel Ángel Solá, extraordinario y veterano actor argentino, visitó el Festival Iberoamericano de Huelva alguna vez. Sus películas, muchas. Pero lleva tiempo volcado en el teatro. Recientemente explicó en Radio Nacional de España que ha hecho durante toda su vida mucho teatro, pero muy pocas obras. Por el éxito que esas obras tuvieron y las numerosas temporadas que han permanecido en cartel. La penúltima, ‘Doble o nada’, sobre la soledad y el vértigo emocional en medio de la batalla empresarial y social de un director de periódico, colindó con la obra maestra. Ahora ha estrenado ‘Las cosas son como somos’ en los Teatros Luchana de Madrid, una función sobre el amor barnizada de un erotismo exquisito, junto a la actriz Paula Cancio, su pareja en la vida real (fue también la protagonista de ‘Doble o nada’). ‘Las cosas son como somos’ trata sobre los usuarios de las aplicaciones de citas, de esas relaciones sin compromiso y frías, pero en la trastienda de la historia subyace la necesidad del amor. Leiva (Miguel Ángel Solá) afirma: “Me pregunto si a los 70 y tantos seré capaz de vivir una vida con amor, sin vértigo”. Pero se inquieta: “Qué haré yo con mi soledad, que es lo único que tengo mío”.
Hubo momentos en que cierta atmósfera de esta obra me retrotrajo a ‘Cartas de amor’, estrenada hace unos años, con Miguel Rellán y Julia Gutiérrez Caba (creo que la última vez que esta inmensa actriz se subió a las tablas), una pareja que se comunica mediante misivas por correo desde distintas ciudades, cada intérprete en un extremo del escenario. Pero aquí están Tinder y las aplicaciones de sexo, las redes sociales, él y ella son solo amigos, Leiva vive en Buenos Aires, Meli en Nueva York, hay diferencia de edad entre ambos, y Meli, al inicio, lanza una pregunta: “¿Puede existir la amistad entre un hombre y una mujer?”. ‘Las cosas son como somos’ es teatro bien hecho: en la interpretación, en el texto, en la puesta en escena. Y exige grandes intérpretes. Paula Cancio es una mujer deslumbrante, y en la función está sexi, actriz, felina, brillante, en un derroche constante de talento y de recursos artísticos. Solá es colosal. El público no lo ve a él, sino que percibe el alma del personaje. Leiva llega a ingerir seis pastillas de Viagra ante el reto de un encuentro con una mujer a la que conoció en una aplicación. Meli sentirá el vacío de la pantalla fría. “Me aburro sin vos. La vida aquí no es vida. No es linda”. El amor. Si hubiéramos sabido que el amor era eso.