El Miércoles de Ceniza ha inaugurado una nueva Cuaresma, un tiempo litúrgico que se prolongará hasta el próximo Jueves Santo -y no hasta el Domingo de Ramos, como se proclama incluso desde algunas cofradías- y que viene plagado de besamanos, besapiés y actos cultuales y culturales de todo tipo.
La superstición da por hecho que llueve en Semana Santa cuando se moja la ceniza, y en este caso a la apertura de la Cuaresma se ha sumado toda una cascada de precipitaciones.
Claro que no por la aparición de la lluvia fue menor la presencia de fieles, cofrades y curiosos en los templos de la ciudad, algunos de los cuales con el indudable atractivo de exponer en besapiés a imágenes de tanto arraigo popular como el Santo Crucifijo de la Salud o Nuestro Padre Jesús de la Vía Crucis.
El Señor de la Sagrada Mortaja y María Santísima de la Caridad, en Capuchinos; y el Cristo de las Misericordias, en Fátima; también estuvieron en ceremonias de besamanos y besapiés, una relación a la que este año se sumó en San Juan de los Caballeros el Cristo de la Esperanza. El Señor de los Trabajos, en la Victoria; y la efigie del Ecce Homo, en San Pedro; completaron este recorrido por los templos.
Más allá de ese reencuentro cercano con las imágenes -algo que es solo posible cuando se apartan de ellas fotógrafos armados con cámaras o teléfonos móviles-, en la práctica totalidad de las iglesias se han celebrado las eucaristías propias de esta jornada de marcado acento penitencial, en las que se invitó a la conversión y a creer en el Evangelio.
Casi sin solución de continuidad, el calendario ha querido que el Miércoles de Ceniza se solape este año con el primer viernes de marzo, que es otra de las grandes jornadas de estas largas vísperas semanasanteras. Así, este jueves, a partir de las 20.30 horas, el Señor Cautivo de la Hermandad del Amor recorrerá en Vía Crucis las calles de su feligresía como antesala a su besamanos.
Y habrá que mirar al cielo, como casi siempre, que esta sí que es una tradición incuestionable.