Confianza. Piden los banqueros como respuesta a la propuesta de Rubalcaba para que dediquen parte de sus beneficios a crear empleo. La misión de los bancos es prestar, pero para prestar piden confianza. Bonita palabra. Remedando un squetch de José Mota, si hay que prestar, se presta, pero prestar pa na, es tontería. Mucho se habla de la irresponsabilidad de quienes pidieron préstamos por encima de sus posibilidades, pero, ¿y los directivos de los bancos que los autorizaron y se embolsaron pingues comisiones? ¿Esos no?
Confianza. Pide la CEOE. Más reformas en el mercado de trabajo, rebaja en las cotizaciones y menos Estado. Los pequeños empresarios y autónomos piden algo más concreto: circulante, liquidez, cobrar facturas pendientes, que les dejen de asfixiar.
Confianza. Les gustaría tener a la mayoría de los ciudadanos. Pero la tienen perdida. De hecho, las encuestas vaticinan un cambio de gobierno pero no confianza, anuncian hartazgo pero no expectativas.
La política es la solución, dice Rubalcaba. Su problema es cómo despegarse de una acción de gobierno que los ciudadanos han censurado en las urnas. Y por su parte, Rajoy sigue sin desvelar sus propuestas, se limita a pedir elecciones anticipadas y ya, yo ya …
Sres “R”, la cosa no está para muchas florituras, para muchos rodeos, para alegatos que calientan a los huligans pero deja fría a la mayoría. ¿Nos hurtarán el verdadero debate? ¿O se decidirán, por una vez, a exponer democráticamente sus planes, sus propuestas, sus argumentos? Sin demagogias, sin edulcorantes, sin cálculos sociológicos.
Justo sería la mejor forma de fortalecer nuestra democracia. Un debate limpio, donde los ciudadanos puedan elegir entre un verdadero programa socialdemócrata o un verdadero programa conservador. Sí, ya sé que hay otras alternativas. Ojalá se lo crean ellos mismos, saliendo de posiciones testimoniales, sobre todo Izquierda Unida, y presentar al electorado una posición constructiva, coherente. Ganaríamos todos.
Los griegos ya señalaban la demagogia como uno de los males de la democracia. Apelar a los sentimientos más elementales de la gente para hacerse con el poder es tan viejo como actual. Enfrentar los problemas y explicar que las soluciones no las encontraremos a la vuelta de la esquina, a corto plazo, sino a medio plazo, no es popular, pero quizá sea lo único verdaderamente honesto que los políticos debieran decir. A partir de ahí, que cada cual exponga el itinerario y la gente elija.
La política vive horas bajas. La corrupción, la subordinación a los mercados, la opacidad de los partidos políticos, pueden ser algunos de los factores que lo explican. Está claro que a los engranajes de nuestra democracia representativa le hace falta algo más que un lavado de cara. Pero no nos equivoquemos, ninguno de los problemas que tenemos actualmente pueden encontrar solución al margen de la política.
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