En estas cosas de la estrategia institucional de los fabricantes de coches, el Grupo Fiat se ha quedado con Chrysler y como las adquisiciones se hacen para producir sinergias rentables, la más llamativa de esta operación de cara al producto ha sido el trasvase de modelos entre Chrysler y Lancia de cara al mercado europeo.
Como Lancia Voyager, las modificaciones externas operadas han sido las justas para que el lavado de cara se notase. Evidentemente, los cambios empiezan por donde primero se deposita el sentido de la vista, el frontal, que ahora dispone de una nueva parrilla, para acoger el logotipo de Lancia, y unos faros grandes, en los que se integran los antiniebla. Por detrás, las modificaciones sutiles residen en los nuevos pilotos. En ambas partes, los parachoques envolventes son rúbrica también del fabricante transalpino.
Una mirada al lateral recupera para la adopción Voyager todos los ingredientes del estilo que imprimió Chrysler a unos de sus modelos más emblemáticos y el de mejor acogida en Europa.
Lo que no ha podido transformar, ni siquiera el cambio de propietario, son esas cotas en las que reside buena parte del espíritu viajero de este coche y que queda plenamente definido en esa acepción Voyager (viajero en castellano).
A saber: 5,21 metros de longitud, casi dos de ancho y una altura de buen mozo: 1,75 metros. Sin esos parámetros es muy difícil escenificar una vida a bordo pensada por y para grandes trayectos en buena compañía, porque, además el fabricante lo dice claro cuando enmarca este coche en el eslogan “el arte de viajar acompañado”.
En el interior confluyen en armonía, confort y practicidad. El primero se salda con una magnífica comodidad para los asientos, espacio más que de sobra, para poder cambiar de posición durante el viaje y un silencio de ruta conseguido.
Lancia, en la comercialización del Voyager en España, no se ha andado por las ramas con una gama compleja. Todo lo contrario, pues ha apostado por una única versión motriz y de equipamiento. En cuanto a la primera se ha inclinado por el motor diesel de 2.8 litros y 163 CV de potencia, con sistema de alimentación de inyección directa common rail. Otra opción que no se ha traído a España es el gasolina 3.6 de 283 CV. Respecto al segundo, agrupa todos los elementos bajo la denominación Gold.
El motor, ya incluido en la gama de Chrysler en su momento, adopta ahora como totalmente nuevos un colector de admisión, un sistema de recirculación de los gases de escape, segmentos de fricción reducida, control electrónico de la turbulencia, filtro de partículas diesel y sensores de la temperatura del aceite y de los gases de escape. Con todo ello, ofrece un mejor rendimiento y más silencio.
En cuanto a comportamiento se muestra apto para mover con cierta autoridad casi dos toneladas de masa, pero el mejor rendimiento se obtiene con cierta propensión a llevarlo alto de vueltas, algo que influye no muy favorablemente en el consumo. El grupo motriz se asocia con una caja automática/manual secuencial de seis relaciones, que reemplaza a la anterior de Chrysler, de las mismas características, pero con sólo cuatro relaciones.
Lancia ha hecho algunas modificaciones en las suspensiones, de forma que en el tren delantero se ha elegido un sistema McPherson con travesaño de mecánica y brazos oscilantes optimizados, y detrás, un puente de torsión y barra estabilizadora, además de la instalación de amortiguadores de diámetro más grande y más flexibilidad en el reglaje. La frenada es potente y muerde con rapidez, al tiempo que resiste a la fatiga de uso del pedal.
Lancia se ha esmerado en un equipamiento de serie bastante completo, con más de 40 elementos, pero donde sobresalen los airbag multietapas de última generación, los nuevos sacos de aire laterales en la misma zona, así como los de cortina para las tres filas de asientos.