Cuando llegué a Rota, hace ya cinco años, los amigos que fui haciendo aquí, en cuanto supieron del pie que uno cojea, me advirtieron al unísono acerca de un par de cosas. Antonio, me dijeron, aquí hay dos asuntos sobre los que ni se te ocurra intervenir: la educación de los niños y la Base. Nunca recrimines el comportamiento de un niño en Rota, me avisaron, si no quieres tener problemas: aquí mandan los niños, hacen lo que les parece y nadie admite que una persona ajena se permita ni siquiera llamarles la atención. De modo que he seguido al pie de la letra estas instrucciones de uso, sin comprenderlas ni compartirlas demasiado, con los resultados previsibles: ningún problema.
Respecto a la Base, la cosa ha ido por otros derroteros porque nadie me impide pensar que todo lo que rodea a esta instalación militar que nos detrae casi la cuarta parte del territorio municipal, es un inmenso despropósito. Todavía tengo por escribir con detalle aquello en lo que sueño cada vez que miro hacia la Base -algún día lo haré, eso seguro-, pero hoy me gustaría centrarme en los huelguistas de la empresa de servicios americana
CAV Europa. Porque son roteñas y roteños, en su mayoría, peleando por sus derechos laborales frente a la empresa que, en este caso, representa aunque no lo desee a ‘los americanos’. Siento curiosidad por saber a quién apoyará Rota en este conflicto. ¿A sus hijos o a los americanos? ¿El corazón
repartío?
No cabe la abstención cuando el vicepresidente de la empresa,
Paul Chamberlain, ese americano con apellido francés, se permite insultar a los trabajadores nativos de la tierra que le acoge llamándoles ‘alcohólicos y drogadictos’. O cuando les compara con ‘perros que muerden la mano que les alimenta’. Lo siento, ciudadanos. Tendréis que tomar partido.