Tienen nuestros políticos la habilidosa capacidad de aprovecharse de una cosa y a la vez despreciarla, como si los ciudadanos de a pie no tuviéramos memoria de lo que ellos hacen o como si estuviéramos en disposición de perdonar todo sólo con que nos los encontremos por la calle y nos den la mano. La objetividad no existe y sólo es posible tender hacia ella, es decir, ser lo más objetivo posible. Intento serlo con los políticos, con todos independientemente de su color, porque para mí todos tienen un parecido más que razonable. Pero me molesta infinitamente que sean capaces de decir que una cosa es blanca cuando antes decían que era negra y encima tengamos que aceptarlo.
Viene a cuento mi palpable molestia con la frase lanzada por Zoido a cuenta del barómetro de Antares -al que le tiene que agradecer que no hicieran preguntas sobre su gestión tan directas como las de hace seis meses- de que no es momento de “estudios demoscópicos electoralistas”. Alcalde: entiendo que se quiera dedicar sólo a gestionar, no sólo lo heredado, sino también lo propio (de lo que no se debe olvidar porque tiene una huelga de basuras en ciernes que no ha podido evitar) y que no quiera ni oír hablar de que es más que probable que su crédito actual puede que no alcance los veinte concejales. Es comprensible, pero olvida, señor alcalde, como tantos y tantos políticos que son capaces de poner del revés y del derecho la misma estadística, que era usted mismo el que aprovechaba este demoscópico instrumento para darle caña al bipartido anterior. Estaba usted en su derecho, pero debería pensar que una parte importante del crédito que está perdiendo es por decir lo mismo que decían los anteriores y además decir lo contrario de lo que antes decía. Aléjese del “donde dije digo digo Diego” e intente no seguir los manidos discursos políticos que tan hartos estamos de escuchar y tan bien saben utilizar. Decía alguien que Zoido era verdad... ¿De verdad?
Quizás parte de la culpa la tengamos los periodistas por decir tan claramente lo que tanto nos molesta de los políticos con los que “trabajamos”, pero es demasiado habitual, en usted y en muchísimos otros, cogerles en un renuncio, recordarles lo que dijeron y refrescarles lo que prometieron que no harían. Hoy ha sido usted, señor alcalde; mañana será cualquier otro.