Aterriza en los cines Hansel y Gretel: Cazadores de brujas. Jeremy Renner y Gemma Arterton encarnan a la versión crecidita, letal y tridimensional de los populares niños en este nuevo intento hollywoodiense de hacer caja revisando -muy, muy libremente- cuentos clásicos.
Los antecedentes eran poco esperanzadores. Títulos como Beastly, Caperucita Roja (¿A quién tienes miedo?), Blancanieves y la leyenda del cazador o Mirror, Mirror -posiblemente la más resultona de todas- no dejaron el listón muy alto. Pero Hansel y Gretel: Cazadores de brujas rompe de una patada la vara para campar a sus anchas en el terreno de la astracanada más absurda, aparatosa y tediosa. Y en un producto de esta naturaleza, esto último es lo peor.
La elección del director Tommy Wirkola, autor de Kill Buljo o Zombis nazis (Dead Snow) no invitaba al optimismo. En el mejor de los casos podíamos esperar una atropellada función extrasangrienta con buenas dosis de acción y un puñado de carcajadas de por medio que hicieran llevadera su escasa hora y media.
Pero Hansel y Gretel: Cazadores de brujas no es ni siquiera el mejor de esos casos. Y es que la cinta de Wirkola se queda a medio camino en casi todo. No tiene el suficiente humor para tomársela a guasa, no hay la suficiente acción desmedida para que sea visualmente atractiva y no hay una exhibición de sangre y mutilaciones que la hagan impactante (o desagradable, según se mire). Tampoco hay nada aterrador -ni siquiera mínimamente inquietante o siniestro- y cualquier atisbo de misterio o intriga es una quimera.
La cruzada de Ojo de Halcón y la exchica Bond para acabar con la malvada Muriel -a la que, por si éramos pocos, da vida la mutante Jean Grey de los X-Men, Famke Janssen- y rescatar a los niños de no sabe qué pueblo perdido en los bosques es una aventura ramplona e insípida.
Una cinta estéticamente forzada y esforzada pero cuyo mayor defecto es no saber si tomarse a sí misma en serio o abandonarse al chascarrillo. Y a tenor del resultado final, poner un poco más de empeño en las gracietas y dotar al menos de un gramo de química a la pareja protagonista hubiera sido la decisión más agradecida.
Esta innecesaria revisión del cuento de Hansel y Gretel es, en resumen, un viaje bastante insustancial y lleno de baches que a duras penas compensa el mero esfuerzo de colocarse las gafas tridimensionales. Si los hermanos Grimm levantaran la cabeza... mirarían para otro lado antes de que estos dos se la corten.