El maestro Umbral escribió cierta vez que Sara está hecha de campo, de todas las arcillas españolas, Sara está hecha de tierra y de silencios. Saritísima creció entre gentes de campo, gentes humildes de La Mancha, y se dio cuenta pronto que la belleza es un arma cargada de futuro. bella y vital, nunca cantó bien -grabó más de 30 discos-, y como actriz -rodó más de 50 películas- no pasará a la historia del celuloide.
Sara, sin embargo, se adornaba con un hablar pausado, rítmico, ingredientes a los que añadía un físico envidiable. “fu-mar-es-un-pla-cer-sen-sual...” o “fu-man-do-es-pe-ro-al-hom-bre-que-más-quie-ro...”, cantaba la actriz apurando un puro entre dientes.
Compartió escenarios con Gary Cooper en la película ‘Veracruz’ y fue compañera de Burt Lancaster o Joan Fontaine. Uno la recuerda, sin embargo , en ‘El último cuplé’, estrenada en el cine Rialto de Madrid en 1957. El director, Juan de Orduña, supo sacar lo mejor de Sara: la hembra racial que da vida a una cupletista, María Luján. La manchega interpreta casi una docena de cuplés, entre los que sobresalen ‘Fumando espero’, ‘Ven y ven’ o ‘El relicario’.
En la última etapa de su vida, con el comienzo de su declinar artístico, paseaba por platós de programas basura, arrimando el cazo con el recuento de aventuras amorosas. Le gustaba hablar de su romance con el premio Nobel Severo Ochoa o de sus cuatro maridos, entre ellos un apuesto cubano, Tony Hernández, una historia de amor que nadie creía de veras... Nadie excepto ella.
En la hora del adiós, una mirada hacia atrás, me permite evocar que en Huelva Sara recibió un cariñoso homenaje hace 13 años, cuando, dentro del Festival de Cine Iberoamericano, vino a recoger el premio que lleva el nombre de la ciudad. La recibimos en el Palacio de Congresos de la Casa Colón un día luminoso, pero ya su mirada había perdido el brillo de su juventud, divino tesoro. Le esperaban en la Plaza del Punto un grupo de admiradores que, entre aplausos, le gritaban: ¡Saraaa...! Ella, dibujaba en el aire una sonrisa picarona, como en sus primeros años de Hollywood. Una sonrisa que ahora, a los 85 años de vida, se apaga para siempre. Nos queda el recuerdo a una figura, y sobre, todo a un estilo, que no es poco. Un respeto, oiga.
¡Sara!
Sara, sin embargo, se adornaba con un hablar pausado, rítmico, ingredientes a los que añadía un físico envidiable
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