A tenor de cómo se están desarrollando los acontecimientos, parece que la nueva administración norteamericana está dispuesta a dar un giro, no de 180 grados, pero sí tal vez de 90...
A tenor de cómo se están desarrollando los acontecimientos, parece que la nueva administración norteamericana está dispuesta a dar un giro, no de 180 grados, pero sí tal vez de 90, a su política exterior y parece también que tiene intención de contar con España, país de Europa que desde 2004 y hasta noviembre del pasado año era para Washington poco menos que un cero a la izquierda. Aunque, eso sí, no creo que veamos jamás al señor ZP con los pinrreles sobre la mesa del despacho oval de la Casa Blanca como otrora lo hiciera, al más puro estilo cow boy, el ínclito don José María Aznar en el rancho de Tejas de su queridísimo amigo George W. Bush, en aquellos viejos tiempos en los que ambos, cual dos hombres y un destino, combatían por extender la libertad y la democracia en el planeta a fuer de invasiones y bombardeos o la amenaza de llevarlos a cabo. El nuevo mandatario estadounidense y el dirigente socialista español coinciden no sólo en el talante amable, lo que puede considerarse una cualidad más o menos positiva, pero en ningún caso como un valor en sí mismo, y quizá por ello es hasta motivo de burla para quienes un presidente debe tener siempre aspecto de encabronado, a menos que esté bebido. Coinciden también los dos, Zapatero y Obama, y eso es lo más importante, en la defensa del diálogo frente a la confrontación; en la apuesta por la multiculturalidad en las relaciones entre los pueblos y el multilateralismo en la resolución de los conflictos; en la aspiración de incrementar los niveles de cooperación para el desarrollo con el tercer mundo y en la convicción de que la intervención pública y las políticas sociales son hoy más necesarias que nunca y uno de los remedios contra la preocupante situación económica actual. El recién nombrado presidente norteamericano está llamado a convertirse en el icono progre de la nueva era y no por lo exótico de su triunfo, como apuntara el ex presidente del gobierno de España, vamos, que no por lo de ser negro, sino por los cambios que está dispuesto a impulsar en la Unión y en las relaciones de la primera gran potencia con los demás estados del concierto internacional. De su mano la socialdemocracia, por fin, llega a América, Clinton lo intentó pero lo hubo de dejar por imposible, y eso supone un hito histórico, no ya para la nación norteamericana, sino para Occidente en su conjunto, y todo gracias a la crisis.