El 22 de agosto de 2003 vistió galas de azabache el arte de la Copla. Aquel melancólico día se apagó en Torremolinos la cautivadora sonrisa de Malena, Magdalena Nile del Río, Imperio Argentina. No se ha apagado su voz. Su eco aún resuena en las tablas del mundo entero, donde Malena deshojó la rosa del pentagrama. Todavía vibran los aplausos cosechados en el sacro recinto de los escenarios.
Hoy hace diez años que ella se fue. Se fue, pero se quedó aquí, porque una artista de su talla no se marcha del todo. Vive no tan solo en el recuerdo de quienes la escucharon y admiraron. Y no tan solo vive en las páginas de la historia del arte de la Canción y del Cine, que ésas ya han sido escritas con letras de oro sobre mármoles inmortales. Ella, Malena, Imperio Argentina, dejó el corazón en Torremolinos y aquí late, en su particular Museo repleto de añoranzas de toda su vida.
Fernando Luis Aisa, quien fue su secretario y entrañable amigo, ha recogido no pocas de las glorias de la gran diva. En su casa de Torremolinos exhibe con intensa delectación la huella indeleble y resplendente de aquella extraordinaria mujer que fue Malena. Centenares de curiosas y artísticas pertenencias, trofeos, joyas, fotografías, cartas, recortes de prensa… hasta el piano que tantas veladas amenizara en la profundidad del tiempo y, entre otras reliquias, aquella virgencita que otrora contemplaron nuestros padres y abuelos -y hoy nosotros mismos- en la película “Nobleza baturra”, hablan con la máxima elocuencia del glorioso pasado de Imperio como actriz y de Malena como mujer. Cuando el Museo de Torremolinos florezca en la Plaza de Pablo Ruiz Picasso, una sala dedicada a la gran artista mundial habrá de acoger un selecto ramillete de estos singulares recuerdos.
En Buenos Aires nació un 26 de diciembre de 1910 Magdalena Nile del Río, que en la noria del éxito se asentaría como Imperio Argentina. Tan artísticamente la bautizó el Premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente, tras escucharla y compararla con las dos grandes estrellas musicales del momento, Pastora Imperio y la Argentinita. Esta última fue precisamente la madrina artística de Malena en su debut en el Teatro Romea de Madrid, en 1924, a raíz de la gira artística que sus padres, el guitarrista Antonio Nile y la bailarina Rosario del Río, realizaban por España.
Imperio Argentina protagonizó su bautismo cinematográfico en 1927, cuando el director Florián Rey la selecciona para interpretar el papel de la “Hermana San Sulpicio”, película inicialmente en versión muda, basada de la famosa novela de Armando Palacio Valdés. En 1928 viaja a Alemania, donde rueda “Corazones sin rumbo”, cinta hoy extraviada de la que solamente se han podido recuperar unos pocos metros. En 1930 protagoniza “El profesor de mi mujer” y, en 1931, “Cinépolis”. Ese año le fue muy prolífico cinematográficamente, pues también rodó “Noche de bodas”, cuya canción “Recordar” lanzó a Imperio a gran estrellato. De aquel año data asimismo el cortometraje “El cliente seductor”, que protagonizó junto a Maurice Chevalier.
El salto a la fama en Hispanoamérica llegó en 1932, cuando Imperio rodó con Carlos Gardel los films “La casa es seria” y “Melodía de arrabal”. Por entonces viaja a Alemania, donde es presentada al canciller Hitler, quien le propone que interprete una biografía de Lola Montes, la bailarina irlandesa. En su lugar, Imperio rodó una versión española de “Carmen”. En 1935, de regreso a España, rueda “Nobleza baturra” y la versión sonora de “La hermana San Sulpicio”. En esta parte de la década protagoniza también las películas “Morena Clara” y “Carmen la de Triana”. De los años 40 destacan “Goyescas”, “La maja de los cantares” y “La copla de la Dolores”. Tras el rodaje de “Café cantante”, en 1951, el cine no le abre sus puertas hasta 1966, con “Ama Rosa” y “Con el viento solano”. El año 1986 cierra su ciclo cinematográfico, tras los films “Tata mía” y “El polizón de Ulises”.
Durante todos esos años, salvo algunos, alternó el cine con las actuaciones musicales en directo. Paulatinamente, dada la edad, fue abandonando los escenarios, aunque su fama jamás se apagó. En el 2001 publica sus memorias bajo el título “Malena clara”, que escribió el dramaturgo Pedro Villora.
El 22 de agosto de 2003 Malena apagó sus focos. Sus restos reposan en el cementerio de Benalmádena, donde vivió por años en la calle que lleva su nombre. Pero fue Torremolinos su última morada. Aquí escribió la página postrera de la vida. Otras figuras prominentes del firmamento musical encendieron aquí la vela sempiterna de la memoria. Y es que en Torremolinos se abre una senda florida que conduce a las estrellas…
Imperio Argentina en el recuerdo
(Poema de Jesús Antonio San Martín)
Aquel veintidós de agosto
se apagó el sol de Malena
y el arte murió de pena
en valle oscuro y angosto.
Se fundieron las guitarras
aquella triste jornada,
no alegraron la alborada
los cantos de las cigarras.
Todo fue noche aquel día,
todo silencio profundo,
dejó de entonar el mundo
su trillada melodía.
Extinguióse hasta la brisa
que volaba tan risueña
por la costa malagueña,
donde borró su sonrisa
la reina de las canciones;
el mar gemía en la arena
y el sol lloraba su pena
detrás de los nubarrones.
De otoño vistió el verano,
de recio saco y ceniza,
y al punto casi agoniza
aún sin espigarse el grano.
Los árboles, angustiados,
desparramaron sus hojas:
un mar de lágrimas rojas
inundó los gualdos prados.
Quebraron los manantiales
y, huérfano de agua el río,
en el albor el rocío
no iluminó sus cristales.
La música de los trinos
no alegró con su donaire
aquella mañana el aire
feliz de Torremolinos.
Aquí, en la eterna estación,
se paró el tren de la vida:
ella por siempre aquí anida,
aquí entona su canción.
Siempre viva en la memoria,
Malena Nile del Río
tiene aquí su poderío,
del pueblo es suspiro y gloria.
Ella, la estrella granada
de la sonrisa divina,
la gran Imperio Argentina,
brilla en esta tierra amada.
Sus recuerdos genuinos,
sus ensueños e ilusiones,
sus ayeres y pasiones,
viven en Torremolinos,
en ese sacro recinto
de su museo glorioso:
su fulgor majestuoso
jamás ha de verse extinto.
Duerme aquí su voz el piano
que con faustas vibraciones
despertó las emociones
de todo alegre paisano.
La virginal escultura
de su baturra nobleza
sinónimo es de grandeza
y homónimo de dulzura.
De su universal andanza,
aquí y allá, en el museo
se hace monarca el trofeo
y deidad la remembranza.
Es imposible expresar
con la palabra adecuada
la nostalgia acumulada
en este excelso lugar.
Aquí duerme la ilusión,
en la cuna del ayer
de aquella insigne mujer
que aún despierta admiración.
Gracia y arte fue del cante,
diosa de la gran pantalla;
pocas alcanzan su talla,
pocas su porte elegante.
Imperio la bautizó
don Jacinto Benavente
y ella consecuentemente
su bandera al cielo izó,
y de la inmensa Argentina,
la tierra donde nació,
nombre de plata escogió,
aunque de oro fue su mina.
Fue nuestra Morena Clara
y la Hermana San Sulpicio,
de su deslumbrante oficio
ella fue estrella preclara.
Ella, Carmen la de Triana,
la Maja de los Cantares
que en melodiosos altares
levantó su atarazana,
que con el viento solano
se alzó cual regia paloma,
su cetro hoy de nuevo toma,
su gloria no pasa en vano.
Allá, junto a las estrellas,
el cielo se hace cantor
para entonar del amor
las melodías más bellas.
Toda una orquesta de soles
acompasa con dulzura
su esplendente partitura
aureolada de arreboles.
Malena Nile del Río,
la gran Imperio Argentina
que con sonrisa divina
y voz prodigiosa y brío
conquistó los corazones
desde el glorioso proscenio
donde exhibiera su genio
y despertara emociones;
Malena, nuestra Malena,
que elevó el canto a la gloria
y abrió ventana en la Historia
y en nuestras mentes resuena
y hace olvidar toda pena;
ella, la que hizo del arte
su corona y estandarte,
nuestra querida Malena,
reciba sin condiciones
hoy, de sus admiradores,
del recuerdo los honores
y cosecha de ovaciones.