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Emotivo Pregón el ofrecido por el periodista Fermín Anguita.

¡Qué gentío se mueve en esta mañana radiante!. La mismísima Puerta de Granada parece que se ensancha para que corra por esta calle el caudal de alegría que inunda este hermosísimo pueblo que alfombra sus calles con amores y suspiros. ¡Cuanta gente!, ¡Cuántos aplausos!, ¡Qué murmullo!...

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  • El Cartel de la Agrupación de Cofradías, recoge los pies del Stmo. Cristo de la Buena Muerte. -
Pregón:

Querido amigo.

Me ha pasado algo de lo más extraño.
Algo me oprime por dentro y no se explicarlo.
No terminado de amanecer, aún. Me despertó una brisa dulce y salada, el arrastrar de las pequeñas olas… Me despertó este precioso silencio.
No se ni como ni cuando quedé dormido sobre este colchón de arenas grises y templadas, ni siquiera se si anoche se me ‘fue la mano’ y bebí demasiado…
¡Qué tremendo dolor de cabeza!...
Pero no. No estoy de resaca, por Dios… Siento en mi interior un gozo tremendo y al mismo tiempo unas ganas enormes de echarme a llorar.

Querido amigo, desperté extasiado ante la visión del horizonte de mar que se dibujaba en este sur… porque creo que estoy en el sur…. En este sur que el sol saludaba iluminando tres curiosos peñones.

El último de todos se adentra en el mar como un náufrago solitario. El segundo de ellos parece inclinarse como una linda sirena que de él se hubiese enamorado… El tercero, el tercero es enorme, impresionante… Es, como explicarte, como un trozo de montaña que hubiese venido rodando hasta quedar anclado en la misma orilla de esta playa de mansedumbre y el agua tan clara que parece un lago. Este peñón me inquita y a la vez me atrae, y en esta mañana que despunta se me antoja como un libro abierto donde miles de años de la historia de la humanidad me estuvieran pasando ante los ojos.

¿Dónde estoy?. ¿Qué hago yo aquí?.
¿Cómo se llama esta playa, este lugar, estos peñones…?

La gente me mira. Tengo hambre, no hay nada de comer en mi mochila… ¡mi mochila!... No me falta nada, no me han robado. Es cierto… Vengo de lejos. Huele a primavera… A primavera. ¿Pero, donde estoy?... ¡Qué hermoso lugar!. Cuantas palmeras…. ¿Dios mío, has visto eso…?... En lo más alto del Peñón hay una Cruz.

Una Cruz


Señor cura párroco
Señor presidente de la Agrupación de cofradías y hermandades de Semana Santa
Señor alcalde
Queridos cofrades, mis queridos amigos.
Admirada compañera y presentadora, gracias por regalarme hoy tu tiempo en un día tan especial para ti.


¡Qué gentío se mueve en esta mañana radiante!. La mismísima Puerta de Granada parece que se ensancha para que corra por esta calle el caudal de alegría que inunda este hermosísimo pueblo que alfombra sus calles con amores y suspiros. ¡Cuanta gente!, ¡Cuántos aplausos!, ¡Qué murmullo!... Dicen que todos quieren verle la cara a la Reina de los cielos, cuentan que se acabó su llanto y que se ha vestido de azul para anunciarle a su pueblo marinero que El no ha muerto, que ha vuelto glorioso y resucitado… Y ha regresado aquí, ha ocurrido aquí el más grandioso y eterno de los milagros… No puedo, sino, quedar embargado ante lo que hoy están presenciando mis ojos, lo que hoy ve mi alma… Tu brazo se eleva al cielo, y Ella, mientras, la candidez de su sonrisa me regala como un Triunfo de los amores que encierra la increíble inocencia de su mirada… No hay sepulcros que valgan en esa última mañana… Ni tampoco llantos, ni desolación del alma… Fijaros en esa esquina y veréis como llega Ella y su preciosa estampa, luciendo el Triunfo en el brillo de sus ojos… Ojos que nunca podré olvidar, espléndida y dulce embajadora de la eternidad. ¡Qué guapa te veo esta mañana tan inmensa!....

Mis pasos no se detienen en esta ciudad que se entretiene a si misma acicalándose cada mañana, peinando sus callejuelas con bocanadas de aires ancestrales y perfumándose con los aromas afrutados de este permanente verdor que la rodea… Todo ello en la vorágine de una larga semana en la que mañanas, tardes y noches se confunden en una amalgama de colores, de sensaciones, de sentimientos y de mucha, mucha, muchísima devoción… Tanta que al toparme contigo, en la calle clavelitos, adivino en tu ímpetu juvenil una tremenda desazón y nerviosismo. Irás cubierto, pero el público adivinará en tus ojos la entrega total y el amor que te desborda portando cada Jueves Santo a tu Nazareno; sois muchos… Cada uno con su manera de ser, pero todos parejos por la ‘igualá’ del cariño tan grande que le tenéis al Cristo de Sánchez Mesa, a Jesús cuyos cabellos quieres acariciar, a Jesús cuya manera de mirar te tiene tan absorto que en el silencio de tu esfuerzo le prometes volver el año que viene, como todos cuantos os metéis bajo los varales de ese gran lienzo de rojo y dorado que dibuja el cariño encerrado en tantos años de devoción… Cada vez que pasa el Nazareno por cualquiera de tus calles, bello pueblo de tierra y mar, las paredes se estremecen y algo inmenso se anuncia en el aire. Todos quieren llevar tu expresión grabada en el alma y beber del desbordante amor que derraman tus ojos cuajados de dolor y pena. Todos llevamos un nazareno en nuestro interior, Señor no te miento… Y me sabrán a poco los instantes de esta pasión desbordada que esta ciudad de luz prepara para servir de marco a tu sufrimiento de siglos… ¡Todos a ayudarle a portar su cruz!.... ¡Todos a una con él para aliviar este horrible tormento!... Nazareno, que tú siempre seas, cada mañana, mi primer aliento… Por muchos años que pasen…

Años que no pasan en balde, años de querencias acumuladas que suman amores para ir bordándolas, paso a paso, sobre la dulce caída de tu manto. Tus manos se extienden cada viernes santo, desde la otra orilla de esta preciosa ciudad… Una roza con sus dedos San Sebastián y la otra deja caer pétalos de sangre sobre la mismísima Carrera… Y te llamaron Piedad, mi virgen viajera cuya legión de fieles la trae, la arropa, la acompaña…. La llora, para que en esa romería de penitencia, mientras cien hombros la portan, se de cuenta su pueblo de que la Misericordia es una paloma que ha venido a posarse sobre Tu hijo muerto, Señora, en esta maldita hora…. Vaya lección de precioso quehacer cofrade, que emoción y belleza; cuantos destellos dorados nos atraviesan a todos el mismísimo sentido…PIEDAD…. Qué palabra tan grande para bordar en oro en estos tiempos… ¿Me dejas, señora, limpiarte las mejillas; me permites dejar lozano tu rostro nacarado…?. Es que no quiero verte llorar más….

Misericordia, Señora. Si El ya no puede darnos nada. El se nos ha ido… ¿O todavía estamos a tiempo?... No podía imaginar su sufrimiento hasta que lo vi pasar, entre suspiros femeninos, en esta noche extraña de Miércoles Santo… ¡Quince años…. Quince años!.... Lo que me decía aquel hombrecillo me resultaba raro, ¿Quince años de qué?.... ¡Del Cristo!... Claro… ¡la Magdalena, la Magdalena!....Pronto adiviné que este hombre no estaba del todo bien, sonreía mientras veía pasar a Jesús caído e intentando levantarse bajo el peso de la cruz. El hombre sonreía pero su corazón lloraba. Y yo lloré con él, pues la realidad me dio un guantazo en ese momento cuando comprendí lo injustos que somos al llamar ‘tonticos’ a quienes sonríen cuando ven pasar a nuestros Cristos y vírgenes… ¿Tonticos quienes, los limpios de corazón, los que no tienen entendimiento pero sí un alma que no les cabe en el cuerpo?. ¿No será que los tontos son otros, aquellos que lucen su devoción como si fuese la condecoración de un ejército…?. Me quedo con mis tontos, los que no se pierden ni se perderán nunca una procesión… Me quedo con este tontico que una noche fría sonrió al Cristo del Perdón y como premio recibió todo el Consuelo del Mundo… Y me quedo con él porque estoy seguro de que el Señor lo miró de reojo y además le regaló un guiño, disimulando, mientras la Verónica le limpió su bendito rostro… Dios bendiga a estos seres excepcionales que llamamos tonticos… ¿Pero es que no nos da vergüenza?

¡Avergonzaos….! Parece decirnos el viento… La noche es oscura, pero él va con los brazos abiertos. Está rezando, orando, clamando, pidiendo e implorando por todos menos por él. Las palmeras de este pueblo parecen mecidas por aleteos de ángeles y el aire esparce aromas de mar desde Velilla hasta el corazón mismo de la antigua sexi. Su mirada se pierde en las brumas de esta noche de abril y casi se me antoja una aparición, algo irreal, cuando ese altar que camina entre las gentes representa ante mis ojos el Misterio del Huerto. ¿Imagináis la escena en un lugar perdido de vuestra fértil vega tropical?. ¡Qué grandeza!... Más hombros para que tu plegaria se extienda por todas las calles de la devoción que te espera… Vaya lección costalera… ¡Avergonzaos!, parece decir la noche. Y así es, hemos de agachar la cabeza porque estamos traicionando cada día la lección que cada Lunes Santo nos da, la lección que nos regala… Así que esta noche tiene que ser distinta, y cuando caminemos con él, le pediremos al Ángel que le diga al oído que nos de una nueva oportunidad para ser de nuevo sus hijos… Y ahora llévanos, capataz, al huerto de los corazones limpios.

Y limpio tiene que ser su corazón. Este nazareno que no conozco y que pasa junto a mí sin desviar la vista. Tiene que ser joven, de unos veinte o veinticinco años. Los justitos para arrimar el hombro al varal… Pero él ha escogido la soledad del nazareno, el recogimiento bajo el capillo, el acompañamiento consigo mismo… La ofrenda de la cera en vez de un puesto seguro bajo la almohadilla de ese impresionante monumento caoba desde el que supuran las heridas de un crucificado que llevas guardado, bien dentro, durante todo el año. Nadie sabe que estás ahí, en las filas, mientras se abre la iglesia del Salvador de para en par para que Cristo, en su agonía, colme de amor a un pueblo entero que lo espera extasiado mientras pronuncia su nombre: Buena Muerte. ¿Qué pinta un joven como tú alejado del paso?, ¿Qué amores o desamores te tienen tan enfadado con ti mismo para querer estar tan solo en esta tarde de sol eterno de Jueves Santo?. Nadie reparará en ti, nadie, salvo yo, se hará preguntas sobre un penitente del montón, uno más que forma parte del cortejo…. Un hábito más, un número… Lo que nadie sabe es que una bendita noche San Juan te tendió la mano sin que tú te dieras cuenta, y que tu Cristo… Ese Cristo que te contempla tras veinticinco años de historia y cuya foto te acompañó tantas noches de tormenta interior, ese Cristo fue tu tabla de salvación durante tu largo año de agonía, durante el año en que te batiste en lucha contigo mismo para expulsar la muerte de tus entrañas, de tus venas, de tu mente…..Hoy, si vas solo y vestido de nazareno muchos metros por delante de tu Cristo, que nadie se engañe, pues seguro que él te tiene a ti muy al ladito de su cuerpo herido… mientras la Amargura de su bendita madre se convierte en bálsamo para aliviar tanto sufrimiento como has vivido. Y esta noche, cuando la procesión se encierre, sentirás orgullo de ti mismo ante tu Cristo de la Buena Muerte, ante el que proclamarás tu promesa de ser buen hijo, quien sabe si mañana un mejor padre y un ejemplo para los que –como te pasó a ti- un día estén completamente perdidos. Tu, un día que creíste haber perdido para siempre a tu familia, a tus amigos, hoy vuelves a sonreír y a llorar bajo el capillo….

Perdidos… Es imposible no extraviarse. El verde invade las calles y plazuelas de este pueblo tan blanco. Se extiende como un suspiro largo, como un algo que te sube desde el estómago, como una inquietud. ¿A que se debe que esté tan nervioso?
María corre ajustándose los guantes cortos de encaje. No le falta de nada, ni su rosario, ni su peineta, ni su mantilla. Cuesta arriba la puerta de Granada tiene tela con los tacones… Nerviosa como ella misma, emocionada como una novia y feliz como una colegiala. Gente, más gente, mucha gente… ¡Qué gentío esta tarde!. ¿Pero qué pasa aquí hoy?. El pueblo entero suena a cornetas, retumba a tambores, huele a preciosa devoción verde… Sale ‘la capitana’ como diría mi amigo Dani, hoy voy a ver a LA ESPERANZA. Todo se trastoca en esta hora de embrujo y pasión, de bendita locura cofrade y de sueños vestidos de verde. ¿Qué contarte pues, de ese instante? sino que navega la Señora bajo un dosel de clamores, alfombrada su pena por macizos de flores… ¡Madre mía de mi alma… qué visión…!Que estampa tan bonita la de ese retablo de plata y verde que echa a andar a la calle para cobijar su llanto. Entre tanto arrebato, música, palmas, vivas, júbilo y olor a SEMANA SANTA, la Esperanza va a pasearse por un pueblo que la espera enamorado mientras el sol todavía no quiere marcharse del jueves Santo… ¿Qué es lo que tiene tu advocación que todos nos volvemos medio locos, que se nos va la cabeza cuando tu trono se lanza a navegar sobre ese mar de criaturas que te portan como si fuese la escuadra de la gloria?. Yo lo se… Como lo sabe María, que te acompañará esta noche, eres a la vez aurora y ocaso, sol y luna, terciopelo y raso… ¡Corre, María, que llegas tarde para acompañar a tu virgen marinera!. No te preocupes por tu marido ni por tu niño, de apenas un año, que ya están esperándote para verte pasar en la Carrera… ¡Corre, María… Que la Esperanza se muere de pena!....

Cuanta pena. La pena se está derramando por las almenas del Castillo. Hay un barrio entero vestido de luto… Un barrio convertido en calvario y calles trazadas como un vía crucis de dolor. El mar está tan cerca que nos trae ecos de la historia lejana de este pueblo… Pero esta noche no arribarán a tus orillas fenicios, ni romanos.. Ni desde las preciosas alturas de este barrio llegará el olor de salazones del Majuelo… Esta noche solo acudirá a su cita de cada año el más negro de los augurios. Cristo ha muerto y a la luna se le han caído los ojos y sus pestañas rozan los muros del castillo de San Miguel…. Ha corrido la voz para que se callen las voces: Están bajando al Señor desclavándole con mimo para que no despierte. Para que no despierte. Escaleras y sudarios, manos y llanto… ¿Cómo ha podido este pueblo convertir en algo bello el momento más amargo?. Desciende el cuerpo de Cristo, ayudado por su barrio, mientras se muere por dentro su madre en su desamparo… Y para que el cielo le limpie las lágrimas que va derramando, la noche empieza a correr para que amanezca temprano y te puedan llamar Reina del Alba mientras el sol le da besos a la mañana del Jueves Santo.

Esa madrugada ha sido densa y larga. El miércoles se convierte en varios miércoles y he de correr de un sitio a otro, dejándome llevar por una inexplicable emoción. Tengo ansias de belleza y de tristeza a la vez. De música y de silencios… Y me rompe el silencio el típico ´gracioso´ y muy entendido en cuestiones y pompas cofrades ¡Ja… Anda que estos… Ya les vale… ¿Es que pega aquí una procesión de silencio?. Buena banda yo les metía?!. … A este cofrade de pro se le ha debido olvidar que el recogimiento, la oración, el silencio… son nuestro mejor medio para hablar con El, para comunicarnos con El, para contarle nuestras cosas. Por eso mismo no puedo, por menos, que rendirme a la magia y a la preciosidad de una procesión sencilla y humilde, pero con tal carga de fe y de respeto que su presencia en las calles es un acto de purificación; un acto de generosidad cristiana, de valor y de perseverancia. Cristo ha expirado en la noche sexitana; se nos ha ido en un suspiro con olor a lirio… Si de verdad, cofrade de pro…. Crees que a esta procesión le hace falta una banda, vete a las filas cubierto y escucharás la banda sonora de tu corazón, justo en el preciso momento en que Cristo pase a tu lado y te de su bendición; y en el silencio de su tránsito le de consuelo a los que, aún sin amarlo…. Lo necesitan tanto….

Este pueblo se estrecha en la intimidad de las procesiones; se repliega para darse el gusto de poder orar en torno a sus imágenes, comprimiendo historia y presente; la tradición y la evolución cofradiera. Pueblo de costumbres y pueblo abierto a las formas y maneras que se adoptan como propias y se aderezan con la impronta y la genialidad del espíritu creativo de la antigua Sexi. Yo no se, de verdad, como y en qué momento me quedé prendado de sus ojos, de su rostro de joven madre que tan sublime vestimenta luce en esa tarde en la que aún no hay lugar para lágrimas, en la que aún y a pesar de lo que ya ocurre aún mantienes la esperanza en que no pasará lo peor. Paso de indudable regusto cofrade y exquisito andar costalero para aliviar el temor de esta princesa celestial que nos enamora y que nos arrastra tras ella en su caminar por las estrecheces de este caserío. ¡Dígame, abuela…. ¿Cómo se llama esa preciosa Señora?!. … Es la virgen de la Salud, joven… ¡No ve que cara tan lozana!.
Y así debe ser, así tiene tanta prisa por encontrar al que llevan preso más adelante, al que quiere curar antes que le sangren las heridas, al que quiere tumbar en su regazo, antes de que le quiten la vida… Le arrancan los ropajes y Ella llora más todavía, lo azotarán y su Madre querrá cambiarse por él para que el fruto de sus entrañas no pase por el calvario que se anuncia en el horizonte de la pasión. Los costaleros y las costaleras sudan y sufren; pero esta noche dormirán con la sonrisa pintada en los labios, porque llevarán en sus corazones bien grabada la lección de compañerismo que siempre regalan el respiradero y los faldones… ¡Cuanta amistad se ve, se palpa, se mete por los poros de la piel!.
¡Semana Santa no es Semana Santa si el amor no corre sin tapujos ni prejuicios!. Habrá tantos pequeños y hermosos momentos que al cabo de los años no nos cabrán en el corazón…
Aunque Ella, esta noche, se ha quedado sin él. No quiero ni mirarla a la cara para no herirla más. Lo ha perdido todo, todo, dejándola en la más absoluta soledad y amparada únicamente en una madrugada negra y oscura, silenciosa y casi tenebrosa…. Y, a pesar de todo, sigo viéndote hermosa. Todo aquel que camina con ella está presente al mismo tiempo en este tremendo velatorio en el que se han apagado hasta los llantos, ocultos pro el arrastrar de pasos por el empedrado. Es muy tarde, muy tarde. El cortejo avanza y la Soledad está cada vez más desgarrada mientras El es solo un cuerpo muerto, apagado para siempre, maltratado, abandonado a su suerte, amoratado y cubierto de sangre seca… Y, sin embargo, de su última expresión brota la misericordia como legado y testamento para la humanidad. Aún hay gente en estas calles. Huele a mar y esta noche las palmeras no se mueven….
Que el relente no mancille su cuerpo, ni la brisa intente colarse con las heridas. Que su sepulcro de cristal lo aísle, si puede ser, del mundo que tanto lo ha despreciado. Todos lo hemos despreciado, y lo hacemos día tras día ignorando a los demás, como si también estuviesen detrás de un cristal. Quiero en este momento que ese sepulcro sea una fortaleza, para que no sepas lo mal que lo hacemos y cuanto destrozamos a cada minuto los principios más elementales de la caridad y comprensión humana… ¡Papá… porque llevan a ese Hombre metido en una caja de cristal!... Para que podamos ver mejor el daño tan grande que le hemos hecho…

Un daño que está matando lenta e inexorablemente a quien más le quiso en este mundo, a quien lleva clavados mil puñales atravesándole el corazón, a la Señora de la noche cofrade sexitana, al bastión de la devoción más grande de esta tierra y al símbolo mariano de la fe y el amor sin límites: La Virgen de los Dolores. Te veré más veces en la calle, esta Semana Santa, pero esta noche de Jueves solo siento ganas de darte un grito de ¡Madre! y caminar guiado por las estrellas que luce tu manto de negro presagio. Déjame posar mis manos sobre tus hombros, o sujetar tu palio… Déjame recoger tu pañuelo o colocar una flor en tu paso… Déjame ser tu portador, caminar descalzo, llevar una vela para ir abriendo camino en esta oscuridad tan horrible que se ha adueñado de mi corazón cansado. Dolores de madre, dolores de Jueves Santo, dolores te gritan las gentes que acuden al amparo de tu llanto… porque has sido, eres y serás el refugio de un pueblo entero que esta noche, de verte sufrir, está llorando.

“¿Qué pasa, Manué, te va a dar algo?. Cada año que pasa te pasa lo mismo. Y eso que aún no son las nueve y media de la noche. Mira que te ha dicho el médico que no hagas tonterías, que te va a dar un jamacuco con la tensión. Mira Manué… No me des una irritación que nos volvemos… eh… Como se entere el niño vamos a tener tonterías.. Y mu gordas….”
Pero Manué no atiende a razones. Como tantos otros que vienen desde todos los pueblos de la comarca, tiene el Martes Santo ‘pillado’ en el calendario. Y no valen ni jamacucos, ni tensión, ni ‘puñetas al sol’. Manué lo dice muy claro… “¡Hoy manda el Cristo!”. ¡Y vaya que manda el Cristo, y qué Cristo!. Yo no salgo de mi asombro. Qué precioso jaleo, qué hermoso bullicio, que gente tan entregada, tan enamorada de un Cristo, que gente tan comprometida, tan sentida, tan inmensamente feliz, tan emocionada. Esta gente no se oculta para llorar, llora cantando y cantando sale y regresa El Cristo de los Gitanos, el Cristo amarrado a la columna. Mira, Manué, esta noche es tuya y él procurará que no te de algo malo. Vete y camina junto a él y verás como nada te cansará…. Y que esta noche no le falten hombros, ni mantillas, que no paren de cantarle, que no se acabe este fervor y esta multitud, que no termine nunca este pueblo de gritarte por bendito que eres y por el arte que esta noche está empapando el aire… ¡Ole tu bendita estampa!, ¡Ole tu morena cara!, ¡Ole tu melena!, ¡Ole tus andares!. ¡Ole… -Y que la Virgen me perdone…- Hasta la madre que te tuvo de sus entrañas!...

¡Y, ahora Manué, cántale una saeta… que están esperando para tocarte las palmas todos los ángeles del cielo!.

Ángeles, deben ser ellos los que tienen todo este jaleo armado. Hay tanta luz que no veo y asomado a la baranda del Altillo me quedo extasiado mirando un mar cercano y lejano, plateado y que me susurra historias ancestrales, que me cuenta momentos inolvidables de una preciosa noche de verano en que una pequeña imagen se lleva, mar adentro, el cariño de todos los habitantes de este pueblo y los convierte en extraordinarios fuegos artificiales… ¿Porqué soy tan feliz aquí?... ¿Porqué me tiene tan enamorado este sitio?... ¿Cuánto sol, cuanta luz?. Algo bueno va a pasar porque repican las campanas de la Encarnación… Yo quiero correr hacia allá, yo quiero dejarme crecer una barba larga y bien oscura, yo quiero llevar hábito y faraona como ese hombre o como ese otro…. ¡Mira el chavalillo que gracioso vestidito de hebreo!... ¡Y su madre también….! ¿Qué pasa ahora aquí…?.
¡Corre nene que este año salimos, que este año no llueve, que este año nos vamos con ‘la borriquita!.
¡Y yo también!. ¡Qué alegría me da verte, Señor. Yo que no se que me pasa y que creí verte muerto hace unos días. Yo que no se que tengo que me dio por pensar en verte herido y clavado en una cruz…. ¡Mírate ahora!, aclamado por miles de hombres, mujeres y niños… Saludado por miles de ramitas de olivo… caminando sobre un prado de flores tejido por el cariño de tus hijos. Música y más música; calor, clamor, amor y una chiquillería que intenta superar en ruido a los sones de la banda… Jesús está entrando ya…. Llega a la ciudad envuelto en un estrépito inexplicable y tan hermoso que quiero cantar, chillar, gritar alto para que en todo el mundo se enteren de que siempre prevalecerá El y solo El…. Mira este pueblo, mira que bonito está hoy…. Parece un lugar lejano, muy lejano de hace casi dos mil años… ¡Cuanta luz recibe a Jesús en la borriquita!.

Y he aquí que estoy enamorado y embriagado. He absorbido tantas emociones que solo quiero contarles a todos que este lugar es mágico y casi celestial…

Claro… No podía ser otro sitio que Almuñécar, ALMUÑÉCAR, la ciudad que te hará sentir de mil formas diferentes; el balcón cofrade desde el que se asoman todos los estilos posibles. Cuna y origen de tradiciones, de devociones, de arte y pasión imaginero. Es la ciudad que sale de casa y abarrota el centro en la mañana del Viernes Santo… Marco y momento sin límite de de la autenticidad y valor popular y religioso… Mañana de corazones encogidos y lanzas en alto… Mañana, también, de abrazos sinceros entre cofrades, entre hermanos. ¡El Paso!... Legiones romanas tomando al asalto las calles de un pueblo que se convierte en el gran escenario de una pasión siempre nueva, siempre distinta, siempre conmovedora… La Almuñécar que rompe en Semana Santa su letargo de noches de invierno repletas de ensayos, de traslados… de programas de radio que te cuentan cada semana qué se cuece en sus hermandades… De mil entradas a la web de ‘Almuñécar Cofrade’ para empaparnos de todo lo que hay, lo que se prepara, lo que se vaticina… La ciudad donde el Viernes de Dolores adquiere una impronta singular, única y de apretado sentimiento. La ciudad donde se esparce el sonido siempre envolvente de la Agrupación Musical Nuestra Señora de la Encarnación, heredera de una larga trayectoria de reconocida calidad de las formaciones musicales sexitanas. Mañanas, tardes y noches de presentaciones de carteles, del memorial que lleva el nombre, siempre presente y recordado, de Francisco Muñoz Heredia; de publicaciones semana-santeras de renombre, de la agrupación y de su querido y estimado presidente, de la carrera oficial, del maravilloso escenario de tus barrios, de tus encantos de pueblo grande, de tus horquillaros y horquillaras, costaleros, costaleras, portadores, madrinas, nazarenos… De la brisilla que se entremezcla en tus cabellos, María Magdalena… De los besamanos, de los paseos que damos imaginando el recorrido de nuestras procesiones….De cuantos amigos tengo aquí.. De una noche ya muy lejana en que soñé despierto mientras miraba Almuñécar desde lo más alto del peñón del Santo…

Comienzo a cerrar los ojos y escucho un maravilloso fondo de marchas procesionales, camino despacio tirando de las riendas para que camine la Borriquita mientras aprieto con fuerza una pequeña ramita de olivo… Alguien se acerca a mí y me susurra un poema.
No te sientas extraño
En este mar pintado de verde
Con orillas de fértil tierra
No sufras si te vas
Porque volverás siempre
En tu mente despierta
No me digas adiós
Sino abrázame fuerte
Llevándome en tu maleta
No me abandones nunca
Recuérdame mientras vivas…
Y no te olvides que me llamo… ALMUÑÉCAR

¿Almuñécar?

¿Es ahí donde estoy?. Se ve que me he vuelto a quedar dormido. ¡Como molesta el sol!.
Querido amigo….Vaya noche tan mala que he pasado. … Pero … Ahora se como se llaman los sitios. Ese es el peñón del Santo… Y aquel lejano, el de afuera… Y esta playa tan quieta es Puerta del Mar… ¿O tal vez la puerta del cielo?.
Vaya sueño tan raro que he tenido. Me he pasado un montón de días y noches de un sitio a otro, como los locos. Hasta me emocionaba y lloraba… Y me contaban historias tristes o reconfortantes; veía gentes dejarse arrastrar por las emociones, observé como barrios enteros caminaban en romería tras de imágenes….
He soñado tanto, tanto que todavía soy incapaz de afirmar, a ciencia cierta, que estoy totalmente despierto. Cogeré mi mochila y seguiré mi camino, pero dejaré aquí mi corazón.

ALMUÑÉCAR… Me la has jugado, me has embrujado con tus calles, con tus plazas, con tus tradiciones, con tus amores, con tus devaneos, con tu mar. Almuñécar, he soñado con algo que se llamaba Semana Santa… Podría creer que todo ha sido un sueño, sino fuera porque me he despertado con esto en la mano…
…. Y encima tengo unas ganas inmensas de llorar y reír a la vez.

GRACIAS AMIGOS por vuestro cariño.
Hasta siempre.

FERMIN ANGUITA FORTES

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