El respeto a la vida
No se si ustedes se habrán preguntado alguna vez a quién interesa tanto y por qué lo de ampliar los supuestos de despenalización del aborto, sus ventajas reales y lo que supone tan horrenda matanza...
Yo les aseguro que llegar a convencer al pueblo de que la libertad de una mujer exige que pueda disponer de su cuerpo hasta el punto de matar a la criatura que lleva dentro requiere esfuerzos muy singulares; e incorporar esta práctica a la legislación de un país es aún más difícil y requiere más sutiles y costosas industrias.
Les digo esto para que vean que existe mucho, muchísimo interés en que nos hagamos a la idea de que eso forma parte de la justicia. Cualquier animal se cuida muy mucho de salvaguardar sus embarazos y de criar a sus crías. Somos nosotros los únicos capaces de descuidarlas hasta el punto de matarlas legalmente en el vientre de sus madres.
La siguiente pregunta es inmediata: ¿Por qué ese afán de conducirnos a tan animalesca decisión, con el esfuerzo que a nivel internacional hay que realizar para poder justificarla entre el pueblo? Son cuestiones que no podremos saber con certeza porque desconocemos las intenciones perversas que mueven a esos señores, dueños de las riquezas de la Tierra, que controlan esto de la globalización. Yo sí estoy convencido, desde luego, que se tata de ese neomaltusianismo que reina en tales esferas y que se piensa imponer por las buenas o por las malas en el mundo.
Se nos predica por activa y por pasiva que la vida de una persona es un bien supremo y que nadie puede atentar en su contra salvo en dos casos: en el que contemplamos hoy del aborto y en el de la eutanasia que acabará siendo, claro, la fórmula para llegar a aquella brutal práctica que ya estrenó el señor Hitler de eliminar a los ancianos, a los enfermos, a los perversos sexuales y, en fin, a todos aquellos que no tengan una capacidad de servicio a la comunidad (es decir, a sus dueños). Y, sin embargo, se decreta que cualquier madre en periodo de gestación puede decidir la muerte de su hijo (el peor crimen, porque es el ser más indefenso y de la peor manera, porque corre por cuenta precisamente de la persona que está destinada a cuidar a esa criatura débil y desamparada). Ahora se pretende que una chica de 16 años pueda decidir ese crimen sin siquiera consultar a sus padres: y no puede, en atención a la salud de su cuerpo, comprar cigarrillos o licores.
Quieren hacernos ver que se respeta la vida humana; y llevan ya décadas gastando fortunas inconmensurables en una propaganda que nos lleva a esos crímenes horrendos.
Otrosí, se invierten cantidades fabulosas en la protección de los animales a los que decretan estar “en vías de extinción”; y mueren en España, al año, casi cien mil niños antes de ser alumbrados; y millones de niños en todo el mundo mueren por falta de alimentos. Todas estas contradicciones han de tener una explicación y una dirección, porque está claro que los señores el dinero no lo tiran: por el contrario, lo cuidan muy afanosamente. ¿Qué nos importan a nosotros eso animales que están en “vías de extinción”, mientras haya hambre que mata en el mundo (con preferencia a niños indefensos) y mientras se esté consintiendo en el ominoso crimen de niños nonatos?
La realidad es que la mayoría de esos animales no están en tal “vía de extinción” porque algunos existen a millones en el mundo; además de que su extinción nos debe de resbalar. Porque desde que el mundo es mundo hay especies animales que desaparecen y se agotan; y que son sustituidas de inmediato por nuevas especies que vienen a ocupar sus funciones. No así el ser humano: su extinción sí sería una catástrofe universal. Y os aseguro que vamos por el camino más sencillo para cargárnosla.
¡Ay de mí, si se me ocurre atentar contra la vida de un animalillo de los que se nos extinguen! ¡Ay, si tengo la osadía de arrancar elevada por los listos a la categoría de “endemismo”! Seguramente pagaré mis culpas con cárcel; amén de enjundiosas multas con las que se refuerzan las alcancías del poder. ¿Me explicará alguien estos sinsentidos?
¿No es hora, por tanto de que nos ocupemos de saber a quién y por qué interesa esta matanza progresiva de seres humanos?
Las decisiones que ellos dicen que toma el pueblo por sí mismo, porque han votado un sí ciego a su legalización, son, como siempre, la última escala de sus deseos. Observad: en los países en los que la decisión popular ha sido negativa y no se ha permitido el aborto, serán preguntados una y otra vez en consulta popular hasta que consigan el convencimiento de las masas. En el momento en que consiguen una respuesta positiva, ya no vuelven a pedir el consenso: y las sucesivas ampliaciones de plazos y circunstancias para la despenalización, las toman por su cuenta, sin consulta alguna.
Realmente, la humanidad camina por cauces que nos llevarán a la más despiadada de las barbaries. Y, a partir de ciertos límites, sin posibilidad de vuelta atrás.
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