Medio centenar de toxicómanos busca un hueco en la sociedad
El 85% de los que pasan por este programa de alta exigencia no vuelve a caer
Siguen las terapias del programa base: acogida, comunidad terapéutica y reinserción social
En los últimos años se ha pasado del ?yonki? de mala vida, al adicto perfectamente integrado
Treinta menores tratan de rehabilitarse de sus incipiente coqueteo con las drogas
Hace dieciocho años nació Proyecto Hombre, una institución con el objetivo de ayudar a toda una década que había caído en las garras de las drogas. Entonces había demasiado desconocimiento sobre los males de las adicciones y sus terribles consecuencias. El prototipo de las primeras víctimas que pasaron por estas instalaciones que aún hoy siguen intactas y envejecidas en el corazón de Lealas a la espera de su traslado era muy común: toxicómanos con un elevado grado de dependencia, sobre todo a la heroína y cocaína e inmersos en un laberinto de difícil salida. Hoy el laberinto sigue estando ahí, pero la sociedad ha pasado de los “enganchados de mala fama” con muestras evidentes de su deterioro físico y psíquico, al nuevo perfil del drogodependiente: politoxicómanos, adictos a la cocaína, la heroína, hachís, el alcohol, el éxtasis, el tabaco, las nuevas tecnologías y un largo etcétera. Desde Proyecto Hombre “hemos sabido adaptarnos a esas nuevas realidades”, asegura su presidente, Luis Bononato.
La prueba de haber tomado conciencia de esta problemática que aparece cada vez a edades más tempranas son los diversos programas de atención que facilitan a sus usuarios. El principal, el programa base, para personas con mucho tiempo de consumo. Proceden de núcleos desestructurados, no están insertados laboral ni socialmente, “el perfil de siempre”, describe, que se divide en tres fases. La primera de acogida, de carácter ambulatorio, y donde se trabaja la motivación al tratamiento y la estabilización de la conducta. Esto es, que vuelvan a recuperar su autoestima, la confianza en sí mismos. Esta primera fase se caracteriza por ser la más dura de todas, ya que el drogodependiente debes retroceder y echar la vista atrás para analizar el por qué de su adicción, la manera en la que un día probó su primera dosis, el primer canuto, que le llevó al segundo, a un tercero, quizás por frecuentar malas compañías...
El usuario debe ir superando fases de manera escalonada. Una vez que ha pasado con éxito la primera, pasa a la segunda, su estancia en la comunidad terapéutica, el alma mater de Proyecto Hombre. Es un ejemplo claro de convivencia donde debe respetar unas normas, un reglamento interno. En las asambleas matinales organizan las actividades de trabajo (domésticas, educativo-culturales y terapéuticas) y exponen al grupo sus problemas. El último paso de este proceso de deshabituación de las drogas es una fase de reinserción socio-laboral. Los que llegan hasta el último eslabón de la cadena saben que están a punto de volver a la vida normal y miran al futuro con optimismo, habiendo alcanzado ya una meta importante. Antes de marchar, intentan transmitir sus experiencias a los que comienzan este proceso de “desenganche” y rehabilitación de alta exigencia con de notables resultados. “Es duro, pero no queremos engañar a la sociedad haciendo un programa light. El 85% de los que vienen aquí no recaen”, apunta. En estos momentos, un total de 51 personas son las incluidas en el programa base y sus tres vertientes (acogida, comunidad y reinserción), mayoritariamente hombres.
La experiencia es un grado
Ricardo asume en la recta final de su tratamiento el rol de ser un ejemplo a seguir para sus compañeros que comienzan el tratamiento. Reunidos en terapia de grupo, conversan sobre sus debilidades y la manera de afrontarlas. Trabajan la motivación al cambio, lo que significa dejar las drogas a un lado, “analizando todo lo que ganarían si lo hicieran, qué factores influyen en mí. Eso les crea la necesidad de saber más”, señala Bononato. Ricardo habla de los comienzos, “del apoyo de mis compañeros, porque esto es una familia”. A las puertas de su rehabilitación total del alcohol, “me motiva acordarme del pasado, me ayuda a seguir adelante. Me pregunto siempre ¿he conseguido todo esto yo solo?.Cuando estoy de bajón sólo tengo que montarme en el pasado y me levanta la autoestima del tirón”. Ya recuperado, tras pasar la primera fase ambulatoria y las otras dos de reinserción social, dice estar satisfecho por haber superado los obstáculos y mira la vida con satisfacción: “tengo muchos planes de futuro”.
Junto a Ricardo, que lleva más de un año, el resto de compañeros que deben tomar ejemplo de él se sientan a su alrededor para escuchar atentos sus explicaciones. Cada uno tiene sus motivos para entrar en Proyecto Hombre, los hay que llevan varios meses, días e incluso horas. “Hemos venido a cambiar de vida”. En el grupo hay también diferencia de edades. Desde los cuarenta a un chico de veintidós, que decidió venir a esta institución cuando tocó fondo. “No puedo estar con las drogas ni sin ellas”, explica.En total, 51 personas son las atendidas en el programa base en estos momentos.
El repunte de los menores
El diagnóstico se realiza a través de una entrevista, donde conocer el perfil de cada drogodependiente, sus circunstancias personales. Dependiendo de los resultados se deriva a un programa u otro. La edad no es un condicionante al cien por cien, explica Bononato, para que una persona vaya a una terapia u otra. De hecho, hay chicos de veinte años que no son incluidos en el Programa Joven porque su consumo es arraigado, llevan muchos años de dependencia y son derivados al programa de adultos. “Queremos transmitir el mensaje de que atendemos a personas totalmente normalizadas”, señala.
Precisamente Bononato alerta de que se ha disparado el número de jóvenes que cae en las redes de las drogas. Del coqueteo pasan al consumo eventual y regular. Suelen acudir al centro acompañados de sus padres, pero también hay algunos que lo hacen de manera voluntaria, aunque son los menos. “Son los más inteligentes, porque se paran a pensar, ¿qué hago yo así a esta edad?. En el primer caso, cuando los progenitores no pueden con sus hijos , Proyecto Hombre trabaja con las familias de forma activa dentro del proceso de rehabilitación, actuando como protagonista y coterapeuta. Bononato sostiene que el aumento alarmente de menores adictos a las drogas se debe, entre otros factores, a la no existencia de “un modelo educativo con el que los jóvenes sepan dónde están los límites y las normas”.
—Datos de marzo—
Programa base
Dividido en tres fases: acogida, comunidad terapéutica y reinserción social y profesional. En total, 51 personas. Dirigido a consumidores de larga duración de entorno desestructurado.
Proyecto Joven
Atiende a jóvenes de entre 12 y 21 años con problemas de conducta, consumo incipiente o esporádico, fracaso escolar y problemática familiar. En total, diecinueve jóvenes.
Proyecto Joven Reforma Juvenil
El objetivo es tratar a menores infractores sujetos a medidas judiciales a través de un convenio con la Dirección General de Reforma Juvenil. En estos momentos conforman este programa en Jerez siete jóvenes. En Cádiz son atendidos otros cuatro jóvenes.
Programa de cocaína
Programa de deshabituación de cocaína. Desde Proyecto Hombre atienden a 31 personas. Son personas socialmente “integradas”, que compatibilizan su adicción con su vida laboral, familiar y social. Esta percepción social mantiene la invisibilidad de una adicción, que cada día va ganando posiciones, incluso con los más jóvenes.
Programa de protección de menores
Tres jóvenes al amparo de este programa de protección. Menores con diversa problemática social.
Programa de prisión
El objetivo es salir lo antes posible de la cárcel: la libertad como forma de incentivar la necesidad de rehabilitarse. Motivación para la abstinencia y los recursos para afrontar situaciones de riesgo y preocupación por la salud. El programa trabaja en el centro penitenciario Puerto I (1 interno); Puerto II (43 hombres); Puerto III (113 usuarios: 91 hombres y 22 mujeres); en la cárcel de Botafuegos, en Algeciras (17 hombres y otros ocho en el módulo libre de drogas).
Complementariedad
Se trabaja con las familias. Los pacientes disponen también de casas de acogida. Se incluyen programas de metadona y patología dual.
begopikos@gmail.com
La prueba de haber tomado conciencia de esta problemática que aparece cada vez a edades más tempranas son los diversos programas de atención que facilitan a sus usuarios. El principal, el programa base, para personas con mucho tiempo de consumo. Proceden de núcleos desestructurados, no están insertados laboral ni socialmente, “el perfil de siempre”, describe, que se divide en tres fases. La primera de acogida, de carácter ambulatorio, y donde se trabaja la motivación al tratamiento y la estabilización de la conducta. Esto es, que vuelvan a recuperar su autoestima, la confianza en sí mismos. Esta primera fase se caracteriza por ser la más dura de todas, ya que el drogodependiente debes retroceder y echar la vista atrás para analizar el por qué de su adicción, la manera en la que un día probó su primera dosis, el primer canuto, que le llevó al segundo, a un tercero, quizás por frecuentar malas compañías...
El usuario debe ir superando fases de manera escalonada. Una vez que ha pasado con éxito la primera, pasa a la segunda, su estancia en la comunidad terapéutica, el alma mater de Proyecto Hombre. Es un ejemplo claro de convivencia donde debe respetar unas normas, un reglamento interno. En las asambleas matinales organizan las actividades de trabajo (domésticas, educativo-culturales y terapéuticas) y exponen al grupo sus problemas. El último paso de este proceso de deshabituación de las drogas es una fase de reinserción socio-laboral. Los que llegan hasta el último eslabón de la cadena saben que están a punto de volver a la vida normal y miran al futuro con optimismo, habiendo alcanzado ya una meta importante. Antes de marchar, intentan transmitir sus experiencias a los que comienzan este proceso de “desenganche” y rehabilitación de alta exigencia con de notables resultados. “Es duro, pero no queremos engañar a la sociedad haciendo un programa light. El 85% de los que vienen aquí no recaen”, apunta. En estos momentos, un total de 51 personas son las incluidas en el programa base y sus tres vertientes (acogida, comunidad y reinserción), mayoritariamente hombres.
La experiencia es un grado
Ricardo asume en la recta final de su tratamiento el rol de ser un ejemplo a seguir para sus compañeros que comienzan el tratamiento. Reunidos en terapia de grupo, conversan sobre sus debilidades y la manera de afrontarlas. Trabajan la motivación al cambio, lo que significa dejar las drogas a un lado, “analizando todo lo que ganarían si lo hicieran, qué factores influyen en mí. Eso les crea la necesidad de saber más”, señala Bononato. Ricardo habla de los comienzos, “del apoyo de mis compañeros, porque esto es una familia”. A las puertas de su rehabilitación total del alcohol, “me motiva acordarme del pasado, me ayuda a seguir adelante. Me pregunto siempre ¿he conseguido todo esto yo solo?.Cuando estoy de bajón sólo tengo que montarme en el pasado y me levanta la autoestima del tirón”. Ya recuperado, tras pasar la primera fase ambulatoria y las otras dos de reinserción social, dice estar satisfecho por haber superado los obstáculos y mira la vida con satisfacción: “tengo muchos planes de futuro”.
Junto a Ricardo, que lleva más de un año, el resto de compañeros que deben tomar ejemplo de él se sientan a su alrededor para escuchar atentos sus explicaciones. Cada uno tiene sus motivos para entrar en Proyecto Hombre, los hay que llevan varios meses, días e incluso horas. “Hemos venido a cambiar de vida”. En el grupo hay también diferencia de edades. Desde los cuarenta a un chico de veintidós, que decidió venir a esta institución cuando tocó fondo. “No puedo estar con las drogas ni sin ellas”, explica.En total, 51 personas son las atendidas en el programa base en estos momentos.
El repunte de los menores
El diagnóstico se realiza a través de una entrevista, donde conocer el perfil de cada drogodependiente, sus circunstancias personales. Dependiendo de los resultados se deriva a un programa u otro. La edad no es un condicionante al cien por cien, explica Bononato, para que una persona vaya a una terapia u otra. De hecho, hay chicos de veinte años que no son incluidos en el Programa Joven porque su consumo es arraigado, llevan muchos años de dependencia y son derivados al programa de adultos. “Queremos transmitir el mensaje de que atendemos a personas totalmente normalizadas”, señala.
Precisamente Bononato alerta de que se ha disparado el número de jóvenes que cae en las redes de las drogas. Del coqueteo pasan al consumo eventual y regular. Suelen acudir al centro acompañados de sus padres, pero también hay algunos que lo hacen de manera voluntaria, aunque son los menos. “Son los más inteligentes, porque se paran a pensar, ¿qué hago yo así a esta edad?. En el primer caso, cuando los progenitores no pueden con sus hijos , Proyecto Hombre trabaja con las familias de forma activa dentro del proceso de rehabilitación, actuando como protagonista y coterapeuta. Bononato sostiene que el aumento alarmente de menores adictos a las drogas se debe, entre otros factores, a la no existencia de “un modelo educativo con el que los jóvenes sepan dónde están los límites y las normas”.
—Datos de marzo—
Programa base
Dividido en tres fases: acogida, comunidad terapéutica y reinserción social y profesional. En total, 51 personas. Dirigido a consumidores de larga duración de entorno desestructurado.
Proyecto Joven
Atiende a jóvenes de entre 12 y 21 años con problemas de conducta, consumo incipiente o esporádico, fracaso escolar y problemática familiar. En total, diecinueve jóvenes.
Proyecto Joven Reforma Juvenil
El objetivo es tratar a menores infractores sujetos a medidas judiciales a través de un convenio con la Dirección General de Reforma Juvenil. En estos momentos conforman este programa en Jerez siete jóvenes. En Cádiz son atendidos otros cuatro jóvenes.
Programa de cocaína
Programa de deshabituación de cocaína. Desde Proyecto Hombre atienden a 31 personas. Son personas socialmente “integradas”, que compatibilizan su adicción con su vida laboral, familiar y social. Esta percepción social mantiene la invisibilidad de una adicción, que cada día va ganando posiciones, incluso con los más jóvenes.
Programa de protección de menores
Tres jóvenes al amparo de este programa de protección. Menores con diversa problemática social.
Programa de prisión
El objetivo es salir lo antes posible de la cárcel: la libertad como forma de incentivar la necesidad de rehabilitarse. Motivación para la abstinencia y los recursos para afrontar situaciones de riesgo y preocupación por la salud. El programa trabaja en el centro penitenciario Puerto I (1 interno); Puerto II (43 hombres); Puerto III (113 usuarios: 91 hombres y 22 mujeres); en la cárcel de Botafuegos, en Algeciras (17 hombres y otros ocho en el módulo libre de drogas).
Complementariedad
Se trabaja con las familias. Los pacientes disponen también de casas de acogida. Se incluyen programas de metadona y patología dual.
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