L os que no nos ven con buenos ojos, desde otros lares, nos tachan de un pueblo apático, dejado, sin energías vitales para solucionar por nuestra cuenta los problemas, no sólo individuales sino también a nivel colectivo. ¿Somos de verdad un pueblo apático como nos quieren colgar?
A propósito de ello, nos viene a la memoria una anécdota ocurrida durante el gobierno del presidente Leopoldo Calvo Sotelo. Resulta que durante su mandato hubo una movilización a nivel nacional en todos los astilleros del país por las mejoras laborales, La Bazán de Cádiz, Sevilla, Vigo, etc. Y en una rueda de prensa que dio el presidente por tales motivos, hubo un periodista que le preguntó al gobernante: “Presidente, ¿y en Huelva? ¿Qué dice usted?” Le pidió el presidente que el periodista repitiera la pregunta. Y este volvió a insistir: “¿Qué me dice de los astilleros de Huelva?” Calvo Sotelo tuvo una facilidad para responder enorme con la siguiente respuesta: “En Huelva nunca pasa nada”.
¿Pudo tener algo que ver la contestación con esa apatía que sobrevuela como un fantasma sobre los onubenses? Puede que tal vez, o quizás también a otras condiciones marcadas por la naturaleza como puede ser el aislamiento geográfico, porque por Huelva no se pasa, a Huelva hay que venir, y siempre, por donde se pasa queda algo.
Este aislamiento conlleva muchos contras, porque por un lado no nos ven nada más que desde lejos, aquellos que nos tienen que ver, de oídas, o de informes interesados recibidos de los que en muchos momentos nos han gobernado, informes en algunos casos tergiversados. Y es tanta la ignorancia de nuestra tierra allende nuestras fronteras que, el propio Odón Betanzos, el que fuera director de la Academia Norteamericana de la Lengua, en uno de los muchos encuentros que tuve con el maestro me decía: “En Nueva York no saben dónde está La Rábida ni Huelva” .
En una de mis novela, concretamente la que ganó en el año de la Expo el premio Geema de Vizcaya, ‘Tras la otra cara del espejo’, quizás de forma peyorativa cito la siguiente frase: “A Huelva la lleva un golpe de mar y no se entera nadie”. Y todo parece que nos quieren hacer ver que no existimos.
Somos conocidos universalmente por el Rocío, el fandango, conceptos festivos, pero en menor escala por un pueblo emprendedor que realizó la proeza más grande después del nacimiento de Jesucristo, el descubrimiento de América, tierra esta que ha dado hombres ilustres y que en algunos casos pasaron al anonimato. Tierra sufridora que soporta estoicamente los avatares de las desigualdades y las injusticias. Puede ser la apatía una de las causas, pudiera ser, porque nadie alardea de sus defectos, aunque los tenga tan cerca, y sí de sus virtudes.
El ojo de la aguja
Apatía
Este aislamiento conlleva muchos contras, porque por un lado no nos ven nada más que desde lejos, aquellos que nos tienen que ver, de oídas, o de informes interesados
- Juan Bautista Mojarro
- El ojo de la aguja
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