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El Loco de la salina

Las tarjetas opacas

¿Podrá alguien extrañarse de que el jodido ciudadano los mande a tomar nota?

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Está el manicomio revolucionado. No paran los locos de decir cosas muy desagradables contra los políticos, banqueros, sindicalistas y demás personal de distinto pelaje, cuando se han enterado del tema de Caja Madrid y sus tarjetas opacas. No había oído cosas tan groseras desde que iba al Marqués de Varela a escuchar las lindezas con que algunos energúmenos obsequiaban a los árbitros. Vamos a ver.

Esos señores se han gastado miles de euros tirando de la tarjeta que les regalaron un día y que ellos aceptaron con la responsabilidad que conlleva manejar dinero público. Y las llamaron opacas, porque al parecer estaban convencidos de que la transparencia lo único que trae son disgustos. Hubo un momento en que les aseguraron que aquí no hay problema, que ellos se merecían mucho más, que en qué mejores manos iban a estar las tarjetitas que en las manos de vosotros que sois de los nuestros...

Algunos han invertido, vamos a llamarlo así por no llamarlo de otra manera más burda, más de 400.000 euros, a costa del plástico y del pueblo. Eso no soy capaz de sacarlo yo ni tirándome todo el mes amarrado al cajero y con un tic nervioso en la mano. De modo que nada más que oigo críticas, quejas, lamentos. Y además los insultos van desde chorizos a otras palabras que el mismo pudor me impide poner aquí. Los locos se hacen muchas preguntas. ¿Tan multimillonario es este país, que aguanta estoicamente un saqueo tras otro sin que aquí pase nada? ¿En qué cueva vivimos? Pues vivimos en un país en el que manda el clientelismo, el choriceo, el vandalismo de guante blanco y corazón negro, el oportunismo cutre de los que se han propuesto vivir de escándalo a costa de los demás imbéciles que habitan estas tierras.

El problema no es que los ladrones roben, que para eso están, sino que nos está robando en la cara una legión de políticos y de sindicalistas, a los que no se les cae la cara al suelo de vergüenza sencillamente porque carecen de ella. Estos son precisamente los que el partido o el sindicato amamantó en su día y les ofreció techo y cama. Entonces eran manejables para la causa, pero ahí los tienen ahora creciditos y monstruosos. Cuando alguien comenta que no todos son iguales, yo me pregunto que dónde están los buenos, si todos los días aparecen casos nuevos que superan en rapiña a los anteriores.

Aquí todo se entierra en el olvido. Igual que los muertos de nuestra guerra incivil. Para nuestra desgracia, porque en el extranjero no se pueden explicar que miles de españoles sigan enterrados sin identificar en las fosas comunes. Como se enterrarán también las tarjetas opacas dentro de muy poco y aquí no ha pasado nada. No basta ahora con salir a pedir perdón y a otra cosa mariposa.

Primero, estos parias tienen que devolver nuestro dinero, cosa al parecer imposible, si no hay nadie que los ponga a hervir. Segundo, ¿quiénes son los responsables de haberles dado a los bancos tantísimo dinero como se les dio para que hicieran estas tropelías sin ningún control? Tercero, ¿con qué antecedentes tan podridos se afrontan unas elecciones en las que volverán a vendernos humo podrido? ¿Podrá alguien extrañarse de que el jodido ciudadano los mande a tomar nota?

No quiero que se me suba la tensión y les cuento un chiste de Josele. Un niño le dice al padre: Papá, ¿por qué no denunciaste que te robaron la tarjeta del banco? Hijo mío, porque he comprobado que el ladrón gasta mucho menos que tu madre.

En fin, vamos a ser optimistas. Ya verán ustedes cómo ahora todos van devolviendo sus tarjetas y el dinero que con ellas sacaron. Y lo harán prontito, como ya lo han hecho algunos que si tuvieran algo más de vergüenza se iban al campo lejos de la civilización para que no pudiésemos verlos más. Encima todos estos ladrones tienen la gran fortuna de vivir en España. En otros lugares no muy lejanos seguramente les hubieran cortado las manitas para que no pudieran utilizar nunca más las famosas tarjetas opacas.

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