Cuando aquello de la mili, durante las tediosas teóricas de la tarde los suboficiales nos instruían en cosas tan interesantes como que la mejor manera de degollar a un centinela es tirando del casco hacia atrás para rebanarle el gaznate con tajo firme y certero. A veces nos hablaban de cómo había que lanzar las granadas para causar más daño o nos recordaban que la obligación del prisionero es intentar la huida. Sentía correr por mis manos la sangre de otro pelao como yo, pero tragaba saliva y hacía como que atendía a unas consejas tan conspicuas como sangrientas. Después dirán algunos que Juego de Tronos…
Pues igual que en tiempo de guerra el preso tiene el deber de escapar, en política los de la oposición están obligados a buscar el modo de echar al que gobierna, pillar la vara y robarle la silla. Es lo que tienen las democracias, que te pueden quitar en cualquier momento: los perdedores solo sueñan con sumar once y poner en la calle a los que mandan.
Olvidado ya el aroma a buenrollito chanelón de la investidura y con Toti E-Xi-Gien-Do las cuentas del ayuntamiento, tal vez sea ahora cuando Maripaz empiece a comprender lo inmensa que es la soledad de gobernar en minoría: solo 7 concejales de 21 y los siete pendientes de un hilo: viviendo en un ay del que pueden despertarse a cogotazos a poco que la oposición encuentre el modo de sumar 11.
Todo presagia que el gobierno del PP acabará desmoronándose en cuanto la tropa olvide heridas, pase de denuncias y afrentas y decida poner fecha de caducidad al sueño de quien ganó las elecciones sin más estabilidad que la que da el saber que los Otros se llevan tan mal entre sí y se tienen tantas ganas, que, de momento, no les va a resultar nada fácil ponerse de acuerdo para cambiar de alcaldesa. Y eso lo saben todos.
El ayuntamiento ha quedado de tal modo, que si bien es cierto que Maripaz lo tiene delicado, por decirlo suave, no es menos verdad que los Otros, con las pésimas relaciones personales que los distingue, lo tienen si no imposible, sí muy complicado para montar una moción de censura. Mucho me temo, pues, que por grandes que sean las ganas de quitarla, la oposición seguirá anclada en la preferencia de que siga Maripaz en minoría antes que rifarse la alcaldía entre ellos. Es lo del gitano y el guardia. Recuerda: dijo el juez: De lo que pidas, el doble para él. A lo que el hermano calé respondió que le sacaran un ojo…
Los primeros movimientos de la alcaldesa destilan modales versallescos, mucho raso, chanel y respeto cortés por todos, incluidos los que no alcanzaron el 5%. Y no es poco. Maripaz sabe que los demás se pueden permitir exabruptos y salidas de tono que a ella le están vedados; Maripaz sabe que un solo error, un solo feo, un desplante menor y acabará dando alas al 11 que la deje en la cuneta.
O sea que mientras la alcaldesa juegue la baza del exquisitismo en el trato y dispense mimitos suavones y sepa dar sitio a todos desde el “habla bien y piensa mal”, los Otros no se meterán en aventuras y la dejarán hacer, y más cuando se sabe que las propuestas que se llevarán a pleno son lo bastante sensatas como para que la oposición se lo tenga que pensar.
De ahí que al PP le urja sellar una declaración de mínimos que amarre a los cinco partidos en cuestiones con las que no queda otra que estar de acuerdo. Una carta de buenas intenciones que deje en evidencia a cualquiera que no firme. Nada ideológico. El paro, las carreteras, los tres parques naturales, el patrimonio histórico, un nuevo mapa escolar, el PGOU, el casco histórico, la rehabilitación y recuperación de monumentos de valor incalculable, desahucios, ayudas a los más necesitados, museo municipal, cuentas cristalinas, turismo de hotel que se sume al de calle, Ronda Patrimonio de la Humanidad…
La alcaldesa está segura de que el que diga no a propuestas tan sencillas acabará a los pies de la tropa que esta vez espera algo nuevo. ¿Por eso, entonces, que su primera sentada fuese con el movimiento vecinal? Todo un guiño. Versalles. Chanel, ya digo.