Y el amor nos lleva al segundo pilar. Paralelamente a construir una base de afecto, cariño, empatía o de preocupación por los demás, existe la necesidad de formar parte de un núcleo donde la confianza se potencie para lograr mejores resultados académicos y personales.
La autoestima, la seguridad en uno mismo y en sus capacidades se forjan a base de motivación, y de un respeto absoluto a la individualidad de cada uno.
Si partimos de la base de que nos aceptamos, nos queremos y nos respetamos no cabe duda que también hemos de ser capaces de tener la suficiente fe en las habilidades que poseemos y así poder potenciarlas a nuestro antojo para sacar el máximo beneficio de las herramientas que hoy por hoy poseemos.
Para ello es vital librarnos de las barreras mentales que a veces las personas nos obcecamos en auto-imponernos tan solo por el hecho de que otros dicen u opinan sobre nuestra manera de vivir.
Lo valiente y difícil es tener el coraje de ser uno mismo, de sentirse libre de cadenas sociales o familiares que nos limitan o nos definen.
La osadía de ser capaz de vivir a nuestra manera no es una labor sencilla ni mucho menos pero merece la pena sin duda alguna, como todas las cosas importantes.
La autonomía, la independencia, seguridad o autoestima son conceptos relevantes para nuestro desarrollo como adultos.
El aliento que requiere el niño para alcanzar sus metas por parte de los adultos es primordial para que crezca en él la autoestima pertinente.
Y aprendemos todo esto también en base a errar, a cometer la equivocación que nos enseñó el verdadero camino a escoger.
Porque no hay mejor recorrido que aquél que nos muestra el aprendizaje de los fallos del pasado.
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