En el decenio de los setenta, en la Avenida de la Independencia de Zaragoza, los troskistas pusieron unas pintadas en las que podía leerse con inocente contundencia: ?¡Fuera coches!?...
En el decenio de los setenta, en la Avenida de la Independencia de Zaragoza, los troskistas pusieron unas pintadas en las que podía leerse con inocente contundencia: “¡Fuera coches!”. Hoy, el líder de la izquierda española cree que una de las maneras de salvarnos de la crisis es comprar más automóviles y va a promover ayudas para que dejemos los actuales vehículos en la chatarra y compremos uno nuevo. Antes de ello, Marcelino Iglesias, uno de los más prudentes y sensatos presidentes autonómicos, ya había preparado una reunión entre el presidente de la General Motors y el ministro de Industria para tratar de salvar la factoría de Figueruelas.
Si hubiese que llevar a cabo un símbolo económico de este tiempo sería el de un ciudadano habitando en un piso sobre el que pesa una hipoteca, con plaza de garaje, ocupado por un automóvil del que quedan pendientes varios plazos por pagar.
Por si acaso no se ha entendido bien, el presidente del Gobierno ha instado a que nos compremos un piso, antes de que suban los impuestos que castigarán la pretensión de querer ser propietario de los escasos metros en los que duermes. Inmediatamente después aseguró que quería cambiar el modelo productivo ¡¡¿¿??!! Mientras cambiamos el modelo productivo vamos a rebañar los últimos ahorros para que el sector del automóvil y el de la construcción dejen de tener pérdidas. Claro que si dejan de tener pérdidas, fliparemos de nuevo con el antiguo modelo de producción y ya no habrá necesidad de cambios, porque habremos reflotado el tradicional modelo productivo. El cielo está enladrillado, quién lo desenladrillará, etcétera.
No me extraña que, junto al lago del parque del Retiro, haya aumentado el número de echadoras de cartas. Entre la cartomancia, el Fondo Monetario Internacional, la astrología y el Banco Mundial cada vez existen menos diferencias.