Cuentan que el principal estratega de campaña del candidato a presidente estadounidense Clinton, al preparar los debates y los mítines electorales tenía clarísimo en qué debía de centrarse el mensaje del partido demócrata para ganar las elecciones y era en aquello en lo que a priori un ciudadano americano podía pensar que era el punto débil de ese partido: la economía.
Por ello cuando le llegaban propuestas de otros asesores de tratar cualesquiera otros temas como podría ser los problemas de los productores de maíz de tal estado o las reivindicaciones de tal colectivo, contestaba negativamente con un ¡Es la economía, estúpido!
Tenía claro que no debía difuminar la campaña en los mil problemas del país, sino que debía centrarse en dar una sensación clara al votante de que el candidato a presidente tenía un plan para el país.
Evidentemente, cada momento y cada campaña electoral exige su línea y creo que en estos momentos, la frase de "es la economía" debe cambiarse por "¡son los sentimientos, estúpido!”, es decir, que lo que le interesa al ciudadano en estos momentos es que los partidos le demuestren que entienden sus problemas y necesidades.
Al ciudadano cada vez le importa menos la prima de riesgo y la deuda pública, eso se supone que el político sabrá manejarlo; lo que el ciudadano está demandando es que la política lo ponga en el centro de su universo y que el mensaje que escucha le reconforte de tanto panorama gris.
Los partidos que mejor han sabido apelar a los sentimientos y necesidades de los ciudadanos son los que han obtenido mejor resultado en las pasadas elecciones, los que se han centrado en los grandes números y en el rescate del país han fracasado. El ciudadano lleva muchos años de crisis a la espalda, y ya ha perdido la paciencia.
Como empieza un nuevo año, es el momento de que todos hagamos propósitos e imagino que los políticos también harán los suyos. Además parece que hay muchas posibilidades de que vivamos una nueva campaña electoral. Veremos si los partidos han sabido analizar bien los resultados y ponen medidas para guardar sus flancos o si por el contrario repiten los mismos errores que nos han llevado a un país prácticamente ingobernable.
Los ciudadanos han sacado la tarjeta roja a "la vieja política". Los resultados de las elecciones, desde las europeas, pasando por las autonómicas, las municipales y finalmente las nacionales han seguido un patrón. Algunos no lo querían ver, pero era un desastre anunciado. Ante el nuevo año, los partidos de siempre tienen el gran reto (y la oportunidad) de convencernos que han entendido el mensaje.