Aunque a más de uno pueda parecerle mentira, me alegré el pasado miércoles de la victoria en Roma del FC Barcelona en la final de la UEFA Champions Ligue, y destaco el detalle porque no es nada habitual que un madridista de nacimiento como yo, que de patriotismo no hace ni ha hecho gala casi nunca, ni siquiera durante el servicio militar, pueda sentirse feliz por los éxitos culés, aunque, desde luego, no tanto como para dar saltos.
En realidad, y si mal no recuerdo, es la primera vez. Claro que también es verdad que no me quedó más remedio, visto lo visto, y que no me di por contento, por no decir resignado, hasta poco antes de la finalización del encuentro, cuando todas las esperanzas de un par de milagros, la señalización de un penalti inexistente, por ejemplo, en el minuto 88 y una falta peligrosa al borde del área en el 90, o viceversa, a favor de los diablos rojos, como la cosa más normal del mundo, habían terminado ya esfumándose.
La superioridad del equipo catalán fue manifiesta a lo largo de todo el partido frente al Manchester y lo ha sido también a lo largo de toda la competición. Se hizo, por tanto, justicia y Guardiola, que, además, es un tipo que cae bien, y sus chicos se llevaron la Copa con todo merecimiento.
Ya que no pudimos ver meter un par de goles a Cristiano Ronaldo, futuro jugador merengue, si Dios, o Florentino en su defecto, así lo quiere, al menos vimos al capullo de Sir Alex Ferguson jodido y eso para los que tenemos el corazón blanco no tiene precio, que con el club de nuestros amores se ha ensañado el manager escocés cada vez que le ha venido en ganas.
Que el Barça haya sido el primero en lograr el triplete en la historia del fútbol español no resulta fácil de digerir para los que somos sin medias tintas seguidores del Madrid y por eso este último mes, desde el humillante 2-6 del Bernabéu, ha sido para nosotros prácticamente un calvario, un suplicio continuo que no habríamos podido sobrellevar como lo hemos sobrellevado si no hubiera sido por la ilusión y el entusiasmo que nos ha transmitido el próximo regreso del propietario de ACS a la presidencia de la entidad de Concha Espina.
Entretanto no nos queda más que aplaudir al Barcelona por su hazaña de esta temporada y reconocer la talla no sólo futbolística sino humana de algunos de sus jugadores, entre ellos Xavi, Pujol, Inhiesta, que son el alma del conjunto blaugrana. La campaña que viene, con una plantilla reforzada y renovada, seguro que el Real tendrá oportunidad de tomarse la revancha. Espero.