Abengoa avanza, más lento de lo que se preveía y con modos tan peculiares como ha venido mostrando durante sus 75 años de trayectoria, en la negociación de un acuerdo con todos sus acreedores para evitar ir a concurso como muy tarde el 28 de marzo, cuando acaba el plazo de cuatro meses de preconcurso en que se encuentra. Esta semana ha presentado el segundo pilar de este acuerdo, tras el plan industrial: el plan financiero. Con estos dos documentos, la consultora KPMG elaborará un plan de viabilidad global que habrá de discutirse por todas las partes y, si hay consenso, presentar al juez para que lo valide y se levante el preconcurso. En medio de esta delicada situación financiera, la compañía ha comunicado además el fallecimiento de José Luis Aya Abaurre, hijo de uno de los fundadores de la compañía y que en los últimos meses se había significado por su postura crítica con el expresidente durante 25 años, y aún hoy presidente de honor, Felipe Benjumea.
La información filtrada hasta ahora, ya que oficialmente la banca no quiere dar a conocer los detalles del plan, puede dividirse entre lo que la empresa propone y lo que pide a cambio. En lo que a la primera parte se refiere, Abengoa ha transmitido verbalmente -no hay un documento por escrito como tal- a sus acreedores que les propone quedarse con una deuda de 3.000 millones sobre el total actual de 9.000 millones. En las vías para esa reducción surgen versiones contradictorias: podría ser cambiando esos 6.000 millones de bancos y bonistas por acciones de la empresa, que acabarían así teniendo en torno a dos tercios del capital.
Pero también se baraja que parte se capitalice como acciones y otra parte se condone mediante quitas. Esta última opción es la que se rechaza por parte de la mayoría de bancos, agrupados en el G-7 y que lidera Santander, el mayor acreedor (1.550 millones). Una de las opciones maximalistas sobre la mesa es que se perdone hasta el 70% del pasivo, escenario poco probable en cualquier caso.
Accionistas
Además, la empresa ofrece desinvertir en activos por un total de 2.500 millones para apoyar esos planes de reducción de la deuda.
Antes de entrar en lo que la compañía que preside José Domínguez solicita, es relevante también señalar que fruto de esa conversión de acciones en capital, una parte de ese grupo de bancos quiere que las cinco familias que hasta ahora controlan la mayoría del capital (57%) se diluyan lo máximo posible. El rango de participación más bajo contemplado para IC, la empresa patrimonial que agrupa los intereses de esas cinco familias encabezadas por los Benjumea en Abengoa, es del 3%.
También hay 50.000 accionistas minoritarios, entre ellos inversores individuales, institucionales y bonistas que ya han cambiado deuda por acciones en los últimos meses.
Pero, en paralelo, y para cumplir el plan de negocio que estima que Abengoa logrará unos ingresos de en torno a 4.500 millones, desde los 7.151 millones de 2014, la compañía también pide nuevas inyecciones de liquidez. En los nueve primeros meses del pasado año -últimos datos disponibles- los ingresos alcanzaron los 4.872 millones.En concreto, la empresa asegura que necesitará en torno a 1.600 millones de euros para seguir operativa hasta final de 2017. El plan de reestructuración que eventualmente se pacte deberá desarrollarse precisamente en los dos próximos ejercicios fundamentalmente.
En lo más inmediato, la empresa necesita 165 millones para poder pasar el mes de febrero. Una aportación de liquidez que se suma a la recibida a final de 2015 por parte de los bancos y que aún no está claro quién va a poner encima de la mesa y en qué condiciones. La banca pretende que sean los bonistas, pero las condiciones de alta rentabilidad (hasta el 25% de interés) que exigen es el punto clave de desencuentro.
Mientras tanto, la plantilla de la sede central de Palmas Altas en Sevilla vive con absoluta incertidumbre su futuro. Son cientos los empleados, según fuentes internas, que no tienen apenas carga de trabajo actualmente y temen por su empleo. La empresa ya ha prescindido de casi mil empleos desde el inicio de la crisis y el plan industrial presentado a los acreedores recoge que la futura Abengoa tendrá sólo 9.000 empleados, sobre los 28.600 que tenía a final de septiembre, última cifra oficial.
Entretanto, Abengoa sigue vendiendo algunos activos para lograr oxígeno a corto plazo, como un edificio en Madrid o parte de una planta solar en Abu Dhabi. La mayor división en venta es la de bioenergía, que acumula cientos de millones de euros en pérdidas y por la que la expectativa de Abengoa es lograr unos mil millones.