Luis Miguel Morales | Cada uno cuenta la feria según le va. ¿Te imaginas, Quique que el que cuenta las bondades y nos hace creer que todo ha salido a pedir de boca ni tan siquiera ha pisado el albero? ¿Que el que se autohomenajea y se autopiropea por lo que, según él, lo ha bordado, no encuentra mayor reparo ni vergüenza en vanagloriarse por haber hecho lo que se supone es su obligación?
Así nos va y así nos luce el pelo en este pueblo. El Puerto sigue sin tener suerte con sus gobernantes. Sonrojante es que los responsables políticos (y públicos, que no se nos olvide) salgan a la palestra para hacer un balance cuando casi ninguno de los presentes se han dignado a dejarse ver en ninguna de las procesiones, clama al cielo. No se han dignado.
El puente festivo es demasiado tentador como para resistirse a descansar y desconectar. Los estudios, las valoraciones y las asambleas, ya saben, cansan muchísimo. ¿Que es lícito? Sí, pero también es de obligado cumplimiento estar a la altura. Si no, no es justificable ni serio comparecer y hablar de “balance positivo”.
¿De qué balance me habla? ¿Del nuestro o del suyo? Explícamelo, amigo Quique, que ya sabes que de esto tampoco entiendo mucho. ¿Sorprende? ¿Cómo va a sorprender cuando se menosprecia y se ningunea una a una todas y cada una de nuestras tradiciones? Que un foráneo la defienda mejor que sus dirigentes habla por sí solo.
Ya nos pasó con la Patrona, la misma que se votó en contra para concederle la Medalla de la Ciudad y con su festividad y el tijeretazo dado. Sí, los recortes no entienden de derecha o izquierda. ¿Cómo se va a gastar en flores lo que con ello, supuestamente, arreglamos los innumerables problemas que tiene la ciudad?
Ya se dio el cante con la entrega de coronas de los Reyes Magos al celebrarlo en un lugar inhóspito e incalificable. Como indescriptible y deleznable fue la actuación de la mujer barbuda. O la proclamación de Coquineras. Otro momento a guardar en las retinas.
El nivel está llevando a competir seriamente con cualquier verbena de pueblo. Y de pueblo malo. O de barriada de los años ochenta. El Puerto no se merece tanto descalabro ni peores gestores. El Puerto debe tener mejores y más categoría en sus dirigentes. En todos, eh. En los que gobiernan y en su oposición.
En los que estaban y en los que están. Llueve sobre mojado. Y siempre para el mismo bando. Casualidades que diría el ingenuo.
Cuando desde el sectarismo se vilipendia y se desprecia, la Semana Santa ha tenido el trato que se esperaba. En la presentación del pregonero acude en representación municipal el edil de Turismo. Tal cual. Sí, sí. Han leído bien. El concejal de Turismo. Porque hay que vender la ciudad como marca y como imagen.
La misma que sin distintivo ni faldones ni banderas ha lucido su primer templo, la Basílica. Ya el Vía Crucis retrató la escasa o el nulo interés que despierta ella en el equipo de Gobierno. Ninguno. Ellos gobiernan para su gente. Para los suyos. Para una parte, que no para una mayoría.
El desprecio y las excusas se acaban, así como la paciencia. La ineptitud ya no encuentra más cinismo en cada justificación del que se dice buscar lo mejor y lo más conveniente. Decir una y hacer su contrario.
El señor Antonio Fernández sí fue fiel a sus principios. Su ausencia fue justificada y argumentada. Otra vez dio categoría en su proceder. Ni un sólo miembro del Consejo Local de Hermandades en la mesa en ese absurdo, estéril y hueco balance realizado. ¿Para qué? ¿Qué credibilidad se tiene cuando se quiere vender lo contrario a lo realizado? ¿Para qué tanto paripé?
No sé si me representan, no sé si dan vergüenza por discriminar un sentir y por ir en contra de lo nuestro. Los gobiernos del cambio buscan hallar la desafección con la ciudadanía (palabra fetiche), la misma que en su ideal desea la participación para que todos sean oídos. A ver si se enteran de una vez que para ser respetados hay que respetar. ¿Oído cocina?
Que no apruebo este balance, ni los de estos ni los anteriores, querido Quique… que Dios nos coja confesados.
Quique Pedregal | En primer lugar, Luismi, me gustaría definirme en esta materia. Soy cofrade, que no capillita. Es decir, la forma de despreciar al creyente en su faceta semanasantera es decirle que es capillita.
Un capillita sería algo así como un espectador de pasos en la calle, besamanos, cultos y demás, pero que actúa, precisamente, de eso: de mero espectador. No aporta nada en realidad, más allá de hacer bulto en días determinados.
El capillita muere con la imagen del Señor, ve erizar sus vellos con un solo de corneta o cangrejea delante de un palio, pero no se acuerda de Él el resto del año, ni se sienta frente a Él, ni procura imitarle en su vida, normalmente alejada del amor al prójimo. Eso más o menos, a mi entender, es un capillita.
Luego estamos los cofrades, que primero somos cristianos, ya que si una palabra excluye a la otra ya no valdría el binomio. Pues los cofrades, además de hacer algunas de las cosas que hacen los capillitas (emocionarnos delante de un paso, disfrutar con el olor a incienso, experimentar un cosquilleo en esos días, mirar extasiados a los ojos de una Virgen…), sabemos que lo que vivimos es una experiencia de amor y que debemos reflejarlo en el otro. Y en esto… ¡¡qué cantidad de veces metemos la pata!!
Por eso me apena que nuestros representantes políticos no estén a la altura. Y ojo, valoro positivamente la congruencia de Izquierda Unida que decide no asistir a la tribuna oficial porque inciden en la separación entre la Iglesia y el Estado. No lo comparto, pero no lo critico.
Y mira, Luismi, no me gusta que el PP utilice este asunto. Ni me gusta que solo tres representantes del equipo de gobierno se dignen a presidir la Carrera Oficial, amén de Ciudadanos.
Señores míos, las creencias de los portuenses son temas muy serios. Las tradiciones cristianas de nuestra ciudad se sustentan en devociones, encomiendas y formas de vida. Hagan el favor de no jugar con lo íntimo de cada persona. Que el tiempo pasa rápido y hay cosas que no se olvidan.
Que los 25 concejales de nuestra corporación representan a todos los portuenses, incluso a los que no han votado. Lo que yo te diga.