El concepto científico que sustenta y origina la aparición de los mutantes, seres extraordinarios con superpoderes, no es más que una fantasiosa exageración de la realidad: La evolución genéticamente acelerada de un selecto porcentaje de la especie humana hacia una nueva clasificación biótica, una en la que los mutantes conformarían el vértice superior de la pirámide vital, lo que, teniendo en cuenta el principio ecológico de exclusión competitiva, constituiría una amenaza para la sociedad humana convencional. Con esta atrayente premisa, la primera gran saga del género (podemos considerarlo como tal) superheróico presenta su sexta entrega, “X-Men: Apocalypse”.
Dirigida por Bryan Singer, padre de la franquicia con 4 capítulos a sus espaldas, esta nueva entrega de la patrulla X adolece de ciertas muestras de envejecimiento.
La ruptura argumental que supuso la tercera entrega dirigida por Brett Ratner sigue aún patente en los empecinados intentos de Singer para devolver las aguas a su cauce, a pesar de que Matthew Vaughn ya consiguiese con “X-Men: First Class” (2011) ofrecer un reinicio esperanzador con la introducción de los nuevos personajes y el uso de un enfoque más simplista y sofisticado.
Esta vez presenciamos como Apocalipsis (irreconocible Oscar Isaac), un mutante multipoderoso que transfiere su conciencia a lo largo del tiempo, vuelve a la vida con la intención de realizar una purga planetaria digna del Nuevo Testamento, de manera que solo sobrevivan los mutantes más fuertes.
Resulta interesante la aparición de una figura divinizada en una época de inestabilidad política y social como fueron los años 80 durante la Segunda Guerra Fría, los símiles que se establecen a lo largo de la película con las sagradas escrituras y como Singer las reinterpreta para adaptarlas a su universo mutante.
El principal problema radica en lo desdibujados que aparecen en él la mayoría de personajes protagonistas de un reparto coral descontrolado y parcialmente desaprovechado, a excepción de alguna reincorporación, como las de Jane Grey (Sophie Turner) y Cíclope (Tye Sheridan).
Pese a todo, da la impresión de que si el universo cinematográfico de "X-Men" no tuviese sus cimientos sumidos en el más profundo apocalipsis, sería capaz de configurar una interesante réplica al monstruo predilecto de Marvel (Los Vengadores), pero hasta ahora, la repetición y el exceso innecesario han cubierto de sombras los centelleantes momentos heroicos que han acontecido en sus últimas películas.
La labor que realizó Matthew Vaughn en 2011 invita a pensar que otro enfoque más personal y contenido es posible, más aún ahora que Singer ha conseguido zanjar su creación tras esta obra con aroma a punto y aparte. Tan solo queda esperar ansiosos el diluvio que dé a estos mutantes su génesis definitivo.
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