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Sábado 16/11/2024
 
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Lo que queda del día

Llamar la atención

La realidad del Ayuntamiento es la que es, y toques por donde toques termina infectándose un tejido diferente al que has intentado sanar

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Me ha llamado la atención la entrega con la que socialistas y populares han vivido la celebración de las elecciones en las barriadas rurales del pasado domingo, como si hubiera en juego mucho más que la designación de los representantes vecinales que actuarán de enlace con el Ayuntamiento durante los próximos cuatro años. De hecho, han encontrado el terreno expedito para reducirlo a un mero pulso electoral como en los mejores tiempos del bipartidismo, puesto que ni Ganemos Jerez ni Ciudadanos respaldaron candidato alguno, e Izquierda Unida lo hizo en una sola barriada, Cuartillos, y además ganó.
En este sentido, el PSOE ha afrontado la cita casi como un reto personal: presentó candidaturas en 13 de las 16 barriadas, frente a las 7 del PP. Y, como era de esperar, rebasó en el cómputo global a los populares por un resultado de 6-3, muy parejo a la proporcionalidad con la que comparecían en las urnas, y que recompensaba el esfuerzo en forma de titular, aunque en el fondo, más allá de reivindicar su protagonismo en la zona rural, sólo haya servido de precalentamiento de cara a las elecciones generales.

Yo, en cualquier caso, estaría preocupado, ya que la auténtica noticia de la noche no fue que el PSOE doblara al PP, sino que la suma de los votos a candidaturas independientes, que se impusieron en seis barriadas -tantas como los socialistas-, superara a la obtenida por las del PSOE. Y eso llama mucho más la atención que el empeño puesto en los comicios y el resultado frente al PP: el garante de las siglas tradicionales consumido por el descreimiento.   

Al PSOE, es evidente, le puede la urgencia. Incluso a Susana Díaz, entregada por entero a la campaña y a la necesidad de preservar el segundo puesto por encima de todo. La maquinaria ya está en marcha. Ha sido el primer partido en hacerlo: ha desvelado su eslogan, ha identificado al adversario y ha definido los mensajes -el primero, las pensiones, por supuesto-, aunque no sabemos cuántas veces más, hasta el 26J, volverá a caer en la trampa de Podemos, que sigue siendo Podemos por mucho que reivindique a Anguita y haya iniciado la interesada travesía-digestión en coalición.

En esta moviola electoral, no obstante, ya han sucedido cosas diferentes, aunque probablemente para que todo siga igual. De momento, las listas casi lo son, al igual que los programas, con lo que todo puede quedar reducido al espectáculo, que es donde se va a dirimir el futuro del país, en función de las audiencias, que no de las ideas, y en continua retroalimentación. Nos hemos acostumbrado a vivir en el disparate, e incluso a justificarlo, como ocurre con las constantes alusiones a Venezuela, en la que PP y Ciudadanos han encontrado un filón, o con las estudiadas salidas de tono de los intocables alcaldes podemitas, comenzando por el de Cádiz y acabando por la de Barcelona.

En ambos casos, el PSOE ha procurado quedarse al margen, aunque no lo hiciera cuando apoyó las investiduras de los que hoy reniega. Eso sí, con el arrebato de sinceridad y tradicionalismo político con el que ha emprendido la campaña tendrá difícil mantenerse en pie frente a las prácticas de este tiempo nuevo, que éste sí que lo es -y cualquier diría que para peor- y no el que promulgaba la secretaria general andaluza de los socialistas hace más de un año.

También el PSOE promulgó un “tiempo nuevo” hace un año cuando asumió el gobierno de la ciudad, pero la realidad se empeña en desmentir las mejores voluntades. La realidad del Ayuntamiento es la que es, y toques por donde toques termina infectándose un tejido diferente al que has intentado sanar.

El PP lo tuvo claro en el fondo, pero se equivocó en las formas. Al PSOE le está ocurriendo al revés: lo está intentando de todas las formas, pero en el fondo ha descubierto la dificultad de concretar el equilibrio necesario, desde el momento en que en vez de interlocutores se encuentra con pitos, petardos y pintadas. Al PP también le pasó, y no por ello es cuestión de acostumbrarse, pero hay límites que uno no puede aceptar que se traspasen, y esta semana ha ocurrido, como si no hubiese otra forma del llamar la atención.

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