Yo cojo una escopeta y lo mato”. En España, país de dualidades, de hermanos enfrentados y de pasiones desatadas, la ira es algo común. En algunos bares hasta se sirve al gusto del consumidor: la tienes caliente, de la que explota en cuestión de segundos por una mala partida de cartas; y la tienes fría, de la que te va llenando por dentro, gota a gota, hasta colmar los sentidos de rabia.
Raúl Arévalo ha rodado una película sobre la España negra, con todo su folclore, su pringue y su macabra concepción de la cultura de la muerte, siempre presente en el ambiente, conformando una ópera prima de la que presumirá orgulloso como futuro exponente del género y como una de las mejores obras de un autor novel en nuestro país, quizás desde La Noche de los Girasoles (2006), de Jorge Sánchez-Cabezudo.
El actor y aspirante a director se atreve a comenzar su película con un plano secuencia en el interior de un coche, rodado con el pulso necesario como para agarrar al espectador del cuello y no volver a soltarlo hasta el final.
Es una secuencia que muestra lo nefasto que resulta el atraco a una joyería, suceso que encenderá la mecha de toda la violencia descarnada a la que asistiremos después, tras una serie de capítulos que amenizan el montaje y presentan a los protagonistas de la historia y el contexto que los envuelve.
Contar más del argumento sería tan cruel como la naturaleza de los acontecimientos que se suceden.
La película aprovecha las limitaciones de ser rodada en formato Súper-16, característico de estudiantes y películas caseras, para mostrarse llena de ruido y suciedad, con la cámara siempre pegada a la nuca o al rostro honesto de los personajes, consiguiendo transmitir, sin obstáculos de por medio, la tremenda carga dramática que arrastra cada uno de ellos; los fogosos arrebatos de violencia que los poseen; y el reguero de sangre y sentimientos que derraman por el camino.
Si algo funciona formidablemente bien en la película de Arévalo, además de sus personajes (Antonio de la Torre, Luis Callejo, Ruth Díaz, Manolo Solo…todos merecen una crítica aparte) y su narrativa seca y tortuosa, es la catarsis.
Mostrar a un hombre destrozado por el dolor y cercenado por el paso maligno del tiempo, abandonado a la culminación de la más fría de las venganzas, y conseguir que el espectador se remueva en su asiento, lleno de contradicción y emociones primitivas, mientras asiste a las consecuencias de que se haga demasiado Tarde para la Ira.
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