Volvieron los hombres-anuncio, esos que llevan colgados unos grandes cartelones que relacionamos con las tiendas de compra-venta de metales preciosos, al estilo de la madrileña Puerta del Sol. He mirado con detenimiento cómo podría llamarlos sin que nadie se sintiera molesto, porque con esto hay que tener mucho cuidado. Recuerdo las peloteras que históricamente se han montado porque los ópticos se autodenominaban oculistas. Era nombre reservado a los médicos especialistas que, fundamentalmente, realizaban la misma función que los diplomados, con las mismas lentes metálicas donde se iban superponiendo cristales hasta que éramos capaces de leer las letras menuditas proyectadas en la pared, pero yo estoy de acuerdo en que la práctica no hace al profesional. La práctica solamente, claro. Ni que decir tiene que fueron proverbiales las “pajarracas” en esto del periodismo. Yo pertenezco a una época en la que los señores -siempre eran hombres- que escribían en los papeles mantenían a raya tachándolos de intrusismo a quienes osaran escribir más allá de cartas al director. Pero entonces el periodismo era otra cosa, ahora los licenciados proliferan como setas y cualquiera a los dos días te larga una “filípica” por eso de la profesionalidad. Y lo mejor es que te lo dicen muy serios. Faltaría más.
Pero a lo que iba, que me surgen dudas en la denominación adecuada de los establecimientos que ahora, crisis obliga, ofrecen buen precio por esa cadenita que se guardaba con gran cariño y cuyo valor sentimental es siempre superior al material. Herederos de los montes de piedad -vaya nombrecito- y cerca de lo que es una joyería, pero sin llegar a serlo propiamente. Acostumbran a ser negocios propios de las carencias por eso, me figuro, usan en su iconografía el amarillo del oro en contraste con el negro del panorama. Así uniendo monte y propios solo quedaría añadir que cada cual es muy propio de tener su monte.
Andaba yo con estas disquisiciones cuando un suceso violento, un atraco en plena Corredera, me puso en bandeja el nombre correcto merced a la exacta definición de mis compañeros del Viva: “Atraco en un Compro-oro”, titularon. Gracias colegas habéis repartido justicia y todos: Cajasol, joyerías, estos negocios y yo podremos tener la fiesta en paz.
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