La imagino accediendo al Manchester Arena agarrada de las manos de su madre y de su hermana
Preston es una ciudad enclavada en el condado de Lancashire, situada al noroeste de Inglaterra, posee algo más de doscientos mil habitantes y destaca por su ambiente jovial universitario al acoger una de las universidades más grandes del Reino Unido, tener ubicado el museo de la FIFA o contar, entre sus personajes más notables, con Nick Park, creador de Wallace y Gromit. Y, desde el pasado lunes, con Saffie, la pequeña de ocho años asesinada en el atentado de Manchester tras el concierto de Ariana Grande. Los apenas 57 kilómetros que separan Preston de Manchester se pueden recorrer en tren en algo más de treinta minutos o menos de una hora, dependiendo del horario que se elija para la partida. Tiempo y distancia que separaban a Saffie de su vuelta a casa tras haber disfrutado del concierto de su estrella preferida. Imagino a Saffie los días anteriores al concierto, desde que le dieran la sorpresa, ilusionada y emocionada contando a sus amigos del cole que iría a cantar y bailar junto a Ariana. Imagino a Saffie el día de la actuación, en el tren de ida a Manchester, ataviada con sus orejas de gato, como su cantante preferida, tarareando las canciones de su diva junto a su hermana Ashlee. Imagino la cara de algún viajero, coincidente en el trayecto, con media sonrisa disfrutando del repertorio de la fan. La imagino accediendo al Manchester Arena agarrada de las manos de su madre y de su hermana. Ubicadas dentro del recinto la imagino tararear las canciones, junto al resto de fans que van llegando poco a poco, para amenizar la impaciente espera, porque han llegado con bastante tiempo para situarse en buena zona y no perder detalles. Empieza el concierto y los destellos del espectáculo alumbran las caras de la chavalería, entre ellas la de Saffie que, entre el mar de jóvenes y adultos acompañantes, entona y baila como si un miembro del cuerpo de baile se tratara. Acabado el concierto Saffie se marcha con halo de estrella “¡verás mañana cuando lo cuente en clase!”; junto a mamá que va cansada y henchida a la vez porque los trasiegos del día han merecido la pena al comprobar lo felices que van sus hijas. Y es cuando la nube de adolescentes cargados de emociones, cánticos y anécdotas es cubierta por otra de terror y horror, dejando un reguero de locura inexplicable, extirpando las vidas inocentes repletas de ilusiones. Imagino a Saffie feliz viviendo una experiencia inolvidable, a la vez que imagino a ese hijo de puta cargado de ira planeando tal carnicería, esta vez llegando demasiado lejos porque los niños no se tocan. Sin esperarlo ha convertido a Saffie en un recuerdo simbólico y eterno, porque el destino ha querido que el trayecto fuese otro y ella la estrella.