El 4 de abril de este año entraba en vigor la ley 2/2017, de 28 de marzo, de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía. En base a la misma, y a la de ámbito nacional aprobada en 2007, se están llevando a cabo en muchos municipios, entre ellos El Puerto, determinadas actuaciones que, entre todas las que recoge la norma, se centran casi en exclusiva en la retirada o eliminación de los elementos contrarios a la Memoria Democrática de Andalucía, los que recuerdan o enaltecen el “franquismo”.
Tranquilos, no voy a exponer teorías revisionistas o negacionistas.
El régimen de Franco existió y fue fruto de un golpe de Estado que no llegó a prosperar, lo que obligó a imponer un “nuevo orden” a sangre y fuego a costa de la vida de muchos españoles que no compartían la ideología impuesta.
Ya en el poder, la represión continuó durante años, hasta los últimos estertores del régimen dictatorial.
La ley andaluza, a pesar de ampliar el concepto de víctimas con respecto a la estatal, se queda corta.
La dictadura la sufrieron otras personas que no tuvieron necesariamente que soportar represión, cárcel o ejecución sumaria (en muchos caso vil asesinato vengativo).
Personas que, durante los años 1940-50, padecieron racionamiento alimentario; que se vieron obligadas a trabajar soportando unas férreas condiciones laborales; que veían coartado su desarrollo formativo y cultural, por unos planes de estudios realizados por y para el régimen; que se les manipulaba a través de unos medios de comunicación en los que prevalecía el folklore sobre la información; y que, en muchas ocasiones, debían coger las maletas y emigrar a otros territorios de España o al extranjero.
Todos ellos fueron víctimas. Pero claro, introducir este concepto de victimismo sobre la dictadura franquista podría llevar a que dentro de unos años nos considerarán a nosotros víctimas del régimen (por la estructura y el tiempo) implantado por el PSOE en Andalucía.
Porque hoy en día, en la Andalucía imparable del siglo XXI, están en auge los comedores sociales; los contratos basura son habituales; los índices de fracaso escolar se disparan; Canal Sur nos deleita con la copla; y las Baleares, Reino Unido y Alemania acogen a nuestros nuevos emigrantes.
Que sí, que la culpa es de Madrid y de Europa. Pues claro, se ha pasado del aislacionismo internacional que soportó el franquismo a la deslocalización industrial del neoliberalismo.
Siempre hay un demonio que no se ve, pero está ahí.