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Lunes 18/11/2024
 
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Artículo Primero

Mujeres migrantes (I)

La localidad con mayor población extranjera en la Janda es Conil de la Frontera, en la que viven 1.291 extranjeros.

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La población extranjera en el conjunto de la comarca de La Janda no es especialmente numerosa: son -con datos del padrón de enero de 2016-un total de 2.769 personas que suponen tan sólo el 3,16% del total de la población de la comarca, algo menos que el porcentaje provincial que se sitúa en el 3,44%.

La localidad con mayor población extranjera en la Janda es Conil de la Frontera, en la que viven 1.291 extranjeros. Pero el 60% de los mismos son ciudadanos de la Unión Europea y sólo el 40% no son comunitarios. Un perfil bastante distinto presenta la segunda localidad en número de personas extranjeras, Barbate, en la que la proporción se invierte: de sus 606 residentes extranjeros, el 56% es inmigrante no comunitario. La población de origen extranjera en La Janda se reparte casi a un 50% exacto entre mujeres y hombres. Ligeramente son más mujeres -un total de 1.402- que hombres.

Este año la APDHA comienza un programa de actuación para fomentar la inclusión y el empoderamiento de las mujeres migrantes en La Janda. Se trata de también de nuestras vecinas, pero que son prácticamente invisibles. Se pretende un trabajo de acercamiento al colectivo, detectar sus necesidades y poner en marcha talleres y actividades en función de esas necesidades para apoyarlas en nuestras modestas posibilidades. Habrá que demandar la colaboración de los servicios municipales de la mujer, especialmente del Centro de la Mujer de Barbate que es donde se va a comenzar el proyecto.

En ocasiones las organizaciones defensoras de los derechos humanos no hemos tenido suficientemente en cuenta la cuestión de género. Pero en la APDHA, poco a poco, a través de nuestro contacto con las mujeres más vulnerables y desprotegidas y especialmente nuestro trabajo con aquellas que ejercen la prostitución, se fue modificando nuestra perspectiva.
Digamos que la cuestión de género, escondida tras la colina, se nos fue colando como por rendijas y adquirió poco a poco gran dimensión en nuestro trabajo diario. Y, sobre todo, nos ayudó a tener una concepción de los derechos humanos más abierta e integradora. Nos permitió ir cambiando nuestras propias mentalidades acerca del trabajo social. No se trata tanto de concebir el trabajo social hacia un sector específico especialmente discriminado, las mujeres, sino de entender que el enfoque de género no debe ser para la APDHA sólo una cuestión de programas específicos y diferenciados, sino una opción transversal, casi universal en nuestra actuación y en el propio concepto de derechos humanos como ideal de emancipación.

Así que, si de inmigración hablamos y no somos capaces de tener en cuenta la situación doblemente discriminada de las mujeres migrantes y, muy particularmente, el distinto imaginario con las que se les trata, difícilmente estaremos cumpliendo nuestra misión como organización defensora de los derechos humanos. Doblemente discriminadas en la realidad social, en la legislación, en lo laboral, en la situación de subordinación, en el tipo de ocupación desregularizada en sus escalones más bajos… Ellas se enfrentan a una legislación de extranjería que está construida pensando solo en la migración masculina. Y que por tanto los requisitos laborales o la reagrupación familiar tienen mayores dificultades y problemas para las mujeres que para los hombres migrantes.

Esa legislación represiva, limita gravemente el acceso a puestos de trabajo dignos y regularizados y las condena a las ocupaciones situadas en los escalones más bajos de la consideración social: servicio doméstico, cuidado de niños, de personas ancianas o enfermos, limpieza por horas, trabajo sexual, etc… Sea cual sea su experiencia laboral previa, son los únicos trabajos a los que pueden lograr acceder. Trabajos peor pagados y con menor protección legal que se realiza sin contrato la mayoría de las ocasiones. Pero -decía- también existe un imaginario social diferenciado y lleno de prejuicios que las encorseta en su capacidad de llevar a cabo su propia agenda de vida. Una cuestión esta que nos parece de gran interés, pero para la que no tenemos espacio hoy.
Si Viva Conil continúa cediéndonos amablemente este espacio (Artículo Primero) nos gustaría abundar y continuar reflexionando sobre esta y otros argumentos en relación con las mujeres migrantes.

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