Me dirijo a ustedes sin ningún ánimo de que sean receptivos a mis palabras. Soy consciente de que la intransigencia de vuestra postura y del convencimiento que os asiste de que lo hacéis con absoluta razón me impide soñar que este escrito os vaya a ser útil y que os hiciera reflexionar en vuestra actitud. Siempre queda en quien escribe un pequeño atisbo de esperanza, pero los hechos demuestran que un cambio en ustedes es pura utopía.
Los salvajes actos terroristas que se han producido estos últimos días en tierras catalanas han venido a romper trágicamente la anodina tranquilidad que venía acompañando a este tórrido agosto que padecemos. Estos terribles hechos nos llevan a concluir que cuando se tienen unos pensamientos como los vuestros la peor atrocidad que nos podamos imaginar es posible; más triste todavía es que lo hacéis en nombre de algo que para ustedes es la verdad más grande y que pensar algo diferente es para creyentes como ustedes algo inimaginable que hay que erradicar con cualquiera que sean los métodos que estén a vuesro alcance.
Después de que con vuestros actos conseguís llevar el dolor y el sufrimiento a quienes no comulgan con vuestras ideas todas las reacciones son posibles. Esto también forma parte de vuestra estrategia, si lográis que grupos violentos capitalicen la airada respuesta y que con ello culpen a toda la comunidad de la religión que decís que os inspira y os motiva a actuar, habréis conseguido que aquellas personas que pretenden vivir en en las mismas condiciones de convivencia con el resto de personas de otras creencias se sientan perseguidos y os sea más fácil atraerles a vuestra inmunda línea de actuación.
Pero la sociedad, con todos sus errores, es capaz de entender que dejarse llevar por las trampas de estos interesados grupos irracionales es lo peor que puede hacer. ¿Es que existen muchas diferencias entre vuestros odios fanáticos ? Pues cuando se saca a la palestra el fanatismo también se piensa en el reverso de la moneda. No es cuestión de decantarse ni por quienes asesinan en nombre de la religión, ni por quienes la utilizan para sembrar odio.
Desgraciadamente, sin que esto pueda dar la mínima idea para justificar algo que no tiene perdón, como son los crímenes del radicalismo yihadista, tanto en la historia como en la actualidad abundan en ejemplos a cual más deleznable. No nos olvidamos de las salvajadas inhumanas de la Inquisición o la colonización a sangre y fuego en nombre de la fe en épocas pasadas, como tampoco lo podemos hacer con los supremacistas blancos, el ku-klux-klan o el terror impuesto en la Kampuchea de Pol Pot o en los regímenes taliban, o cualquier otra expresión de extremismo agresivo, violento e irracional, en muchas naciones del mundo, incluida la nuestra. ¿O acaso no nos llevan por el mismo camino los intolerantes que incitan contra toda persona musulmana, quienes desde su propia religión estigmatizan, insultan, agreden o provocan a quienes son diferentes? ¿No es un ejemplo más la vergonzosa homilía del párroco de Cuatro Caminos en Madrid, aprovechando para mezclar churras con merinas o las declaraciones del alcalde Alcorcón en la misma línea?
No es cuestión de plantear si lo uno es peor que lo otro; sin lugar a dudas donde hay muerte es obsceno establecer comparaciones, pero tampoco es razonable aceptar otro tipo de violencias vengan de donde vengan.
Las personas se inclinarán donde quieran, lo más lógico que se decanten por actuar frente a las agresiones sin equivocar los enemigos, si deciden libremente; si se dejan influenciar… “más vale que nos cojan confesaos”
Me queda la palabra
Carta Dirigida a Creyentes Fanáticos
No es cuestión de decantarse ni por quienes asesinan en nombre de la religión, ni por quienes la utilizan para sembrar odio.
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