Aún releo embobado el memorable discurso de Emilio Lledó ridiculizando “el topicazo absurdo de la pereza andaluza”; me sigue emocionando la pasión que rezumó Antonio Banderas al “volver a la Andalucía del 77” de la mano de Caparrós; recuerdo lo orgulloso que me sentí de ser andaluz con Luis García Montero al recitar su metáfora del sur; vibré con el acento de Miguel Ríos y con los versos de Sabina, y saludé también los nombramientos deMaría Galiana, Saramago, Alberto Rodríguez, Carlos Amigo, Felipe González, Alfonso Guerra, Manuel Clavero y otros muchos.Todos contribuyeron al desarrollo y la universalidad de Andalucía. En esta pléyade añoro a algunos andaluces insignes. A mi juicio, uno ya está tardando en ser reconocido porque no deja de aportar excelencia: Guillermo Antiñolo. Con este doctor, investigador y profesor cuesta una barbaridad ser ecuánime. Son tantos los méritos humanos y profesionales que demuestra desde hace años que estoy convencido de que es de justicia reclamar la máxima distinción para este granadino afincado en Sevilla.
Desde la subjetividad más objetiva, levito imaginando el próximo 28-F en el Teatro de la Maestranza a Antiñolo enfatizar cómo Andalucía le ha dado “la vuelta al mapa de España” en los avances sanitarios, para que “el sur sea el norte” y brille con su vanguardia investigadora y asistencial (el Diagnóstico Genético Preimplantatorio gracias al que nacieron de sus manos 3 niños libres de enfermedades hereditarias para curar a sushermanos -el mal llamado bebé medicamento-; el genoma médico para erradicar enfermedades raras; su contribución a las terapias avanzadas de medicina fetal, o el relevante hallazgo del gen que causa la ceguera hereditaria). Con esta hoja de servicios fue tentado en no pocas ocasiones por el dinero del sector privado nacional e internacional. Tantas veces como las que rechazó esas ofertas convencido de que los “últimos gritos” de sus avances, como subrayó Iñaki Gabilondo, tienen su sentido en la sanidad pública andaluza para que lo disfruten paisanos normales y corrientes, y no el bolsillo de los pudientes. Más allá de su talento y su trabajo, estoy deseando también que un auditorio cualificado conozca su nada despreciable perspectiva casi estadista sobre las bondades y lagunas de la gestión en nuestra querida Andalucía, así como su visión de la educación como palanca de cambio. Es, en definitiva, el anhelo de un amigo suyo que sabe que, con todo, lo que él aprecia, por encima de cualquier galardón,es el cariño que le tienen sus afortunados pacientes y la admiración de sus colegas. Para ellos, Antiñolo es y será siempre un predilecto en sus vidas. Tiene que serlo ya para todo el pueblo andaluz.
