La oveja churra da lana de poca calidad pero buena carne y leche, pero la oveja merina da una lana valiosa. Cualquier criador de ovejas lo sabe, igual que sabe lo que cuesta separarlas si se mezclan en un rebaño, y si se cruzan sus descendientes dan lana, carne y leche de menor calidad. De ahí el dicho que advierte del problema de “confundir churras con merinas”.
Nadie es indiferente a la injusticia que pueda acarrear un veredicto judicial, aunque no sea malintencionado. Estoy convencido de que el ámbito de la justicia está menos influido por los idearios particulares de lo que muchos pregonan y las sentencias injustas se deben más al entorno socio-político y a la propia legislación que a los errores de las personas que la aplican.
Una decisión judicial se ampara en leyes que elaboran los políticos que vota el ciudadano. Por injusta que sea una sentencia, no parece lógico que los propios legisladores y responsables de la administración de justicia intenten sacar réditos políticos haciendo fatuas declaraciones y uniéndose a la ciudadanía para acusar a los jueces y recoger firmas para destituirlos. No todo el mundo tiene que estar de acuerdo con una decisión judicial, pero la ciudadanía en su conjunto suele darse cuenta si es o no justa.
Por ello tiene derecho a manifestarse en contra de esa decisión, y a someterla a un debate que impulse la modificación de las leyes que la amparen. Esa protesta no sirve de nada si ataca a quienes administran justicia valiéndose de herramientas que hemos calificado de defectuosas.
La justicia dispone de recursos para subsanar sentencias y de mecanismos propios para investigar posibles irregularidades de actuación.
Los políticos que nos representan pueden solicitar ambos procedimientos, pero sin interferir en la independencia de la justicia.
En la actual sociedad de la información la ciudadanía y los medios presionan a los que legislan y a los que administran la justicia. Los ciudadanos no debemos dejarnos manipular para luchar contra veredictos considerados injustos sin disponer de la necesaria información. Debemos exigir a los políticos que provean a la justicia de las leyes y mecanismos que no sean la causa de que su actuación quede en entredicho delante del ciudadano.
Cuando el pastor esquila ovejas merinas, si por algún motivo se mezclan con churras, la lana es de peor calidad. Como la mayoría distinguimos la buena lana, acusamos al pastor de que la lana es peor. Él conoce el problema de mezclar ambas razas, pero si no dispone de medios para impedirlo, culparle no lo soluciona nada.
El código penal sería como un rebaño donde las leyes son ovejas merinas y churras mezcladas, y los jueces pastores que no las pueden separar, e imparten veredictos con la calidad de la lana churra. Cuidado, no actuemos como el lobo.