Retomado el curso político y parlamentario, en septiembre ya importan más los másteres universitarios de los más altos responsables públicos que algunos dramas que debieran azotar nuestras conciencias, como el de la inmigración clandestina. Han dejado de ser una prioridad en la agenda de gobiernos y partidos políticos, y han desaparecido de las portadas de los medios de comunicación los inmigrantes que cruzan el Estrecho de Gibaltar o el Mar de Alborán o, en más ocasiones de las que nos enteramos, los que mueren engullidos en sus profundos estómagos.
Ha comenzado un nuevo ejercicio colectivo de amnesia, aunque hay un antídoto contra esta plaga: las decenas de esqueletos de madera varados en las costas de Bolonia, Tarifa y Algeciras. Son pateras primitivas y endebles, con los cascos desgarrados por lasrocas de la costa y las estructuras desgajadas por las embestidas del levante o las olasdel poniente en travesías inhumanas, pero fueron el pasaje hacia la esperanza que conservan todavía prendas de ropa descoloridas por elsol, algún zapato viejo o cuerdas deshilachadas.
Algún hostelero de chiringuito ha tenido la formidable idea de reciclar esas embarcaciones con leyendas -pintadas a brocha gorda, pero con fino análisis- que recuerdan que los seres humanos somos iguales. Sin embargo, frente a estos ejemplos aislados, cuando más nos podíamos haber reivindicado como pueblo acogedor y humanitario, la sociedad española ha ofrecido su peor imagen. Han resultado vergonzosos y desoladores los mensajes irresponsables de odio que asocian la inmigración con la inseguridad o la invasión, alimentando la xenofobia del siglo XXI: la aporofobia.
Lo explicó muy gráficamente el pasado jueves el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, en una entrevista en la Cadena SER Andalucía: “Si en lugar de inmigrantes pobres, viniesen las pateras con un centenar de Michael Jordan habría cola de dirigentes políticos por recibirlos. Lo que tenemos es aporofobia, no es tanto una cuestión racista por elcolor de la piel, sino una reacción de la derecha política y social de este país a tener pobres a su lado”
En definitiva, como bien señalaba la sevillana Rut Madero en una red social este verano: “Inmigrantes que se quejan de inmigrantes. Eso es lo que somos los españoles”. Sin duda, lo más inteligente que he leído en los últimos meses ante la ola xenófoba y clasista que infecta las redes sociales. Duele especialmente cuando desatan su ira contra inmigrantes personas cercanas que nunca imaginaste que fueran así. Ojalá se den un paseo por las playas gaditanas y reconsideran su necedad.
PD. Comienza esta noche la cuarta temporada de Acento Andaluz por las 36 televisiones de Ondaluz Andalucía.
