Un día como el de ayer de hace 58 años se celebró el primer debate televisado de la historia entre el republicano Nixon y el demócrata Kennedy, lo que supuso un antes y un después para el marketing, la organización y la comunicación política. Este formato de gran éxito mediático sirvió como remate de una serie de trabajos de investigación y estrategias internas previas como fueron las primeras encuestas a las que fue sometida un candidato americano, en este caso Kennedy, para conducirlo hasta la Casa Blanca como presidente. Aunque ya se tuviera conocimiento de este procedimiento empleándose las primeras encuestas en la década de los treinta apareciendo los primeros indicios en el panorama político de la mano de Geroge Gallup que predijo la victoria de Roosevelt en 1936, acierto que le hizo llevar su modelo a Europa vaticinando la victoria del Partido Laborista en las generales de 1945 ganando contra todo pronóstico al conservador Churchill, consolidando su método extendendiendose a toda Europa tras la Segunda Guerra Mundial.
Desde entonces televisión y encuestas son un binomio inseparables para cualquier estratega político que se precie. En la actualidad a las encuestas se han sumado otros instrumentos en la comunicación y la organización política para atinar más con los resultados, como las redes sociales o el big data. A nadie se le escapa que antes del arranque formal de cualquier campaña electoral las encuestas son ya un arma política y un tema de discusión pública. Práctica que no debe alejar al estratega de lo que de verdad importa.
Si destripáramos los hitos empleados para marcar una encuesta nos sorprenderíamos que los temas elegidos, en la mayoría de los casos, están muy lejos de las problemas y soluciones reales que demandan la sociedad. El domingo pasado, en horario de máxima audiencia según los manuales de estilo, escribí en post en mi perfil de Facebook anunciando este artículo y ofertando sobre qué podría orientarlo. Hubo propuestas como analizar el sistema de regadío del Guadalhorce, la violencia de género, el abandono de la Andalucía oriental por la Junta de Andalucía, las agresiones que están sufriendo los profesionales de la sanidad pública, los movimientos políticos en las cabezas de cartel cara a las próximas elecciones andaluzas, el abandono del patrimonio arqueológico de Benalmádena, la educación y su manipulación política, los cuarenta años de socialismo en Andalucía, sobre lugares emblemáticos en Málaga, la Ley de Memoria histórica, etc. Una amalgama de temas que anuncia que, más allá de los temas que obliga la clase política a tratar, en cada casa hay un problema o propuesta concreta considerándolos como lo que de verdad importa, marcando así un indicativo interno que, con implicación y compromiso real, llevan a cualquier objetivo que se marque cualquier partido político, ganar las elecciones.
Para ello, más allá de los medios de publicidad, marketing y estudios que se empleen, lo que hay una certeza impepinable "la calle no se puede perder" porque no hay mensaje sin organización, ni organización sin mensaje, el mismo que debe emanar de las peticiones de la calle.